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Mercè: la madre de todas las fiestas

La edición de este año ha tenido 800.000 participantes diarios

Mar Padilla

Aquella fiesta popular que Barcelona recuperó recién estrenada la democracia, en 1977, se ha convertido en un gran acontecimiento que trasciende los límites de la ciudad condal. La Mercè no sólo ha desbordado el estrecho escenario inicial, prácticamente limitado a la ciudad vieja, sino que ha incorporado retazos de todas las fiestas populares de Cataluña. Se ha convertido en la madre de todas las fiestas.

En 1977, el programa de la Mercè tenía un centenar de actos en los que llegaron a participar unas 100.000 personas. Después de 25 años, la Mercè de 2002 ha programado 700 actividades repartidas por 7 de los 10 distritos de la ciudad y ha movilizado 800.000 personas diarias.

La Mercè ya no es sólo la fiesta de los barceloneses. Miles de personas del resto de Cataluña acuden a Barcelona durante las fiestas no sólo para disfrutar del jolgorio, sino para participar en él: colles castelleres, grupos de animación, grupos de diables, corales, grupos musicales y de danza.

Las fiestas empezaron por iniciativa de las asociaciones de vecinos de la ciudad
Las actividades festivas se han ampliado a 7 de los 10 distritos de Barcelona

La historia oficial dice que la fiesta de la Mercè, tal como ahora la conocemos, con esa mezcla de tradición y vanguardia, se fraguó en los despachos del alcalde Socías en 1977. Marta Tatjer, que estuvo al frente de la organización entre 1977 y 1987 junto con Elisa Lumbreras, no lo recuerda exactamente así: 'Desde la Federación de Asociaciones de Vecinos llamamos a la puerta del Ayuntamiento para pedir el uso de la calle para actos festivos y no sólo para manifestaciones, que entonces era para lo único que se reclamaba', explica. Socías y su equipo acogieron favorablemente la propuesta y dieron carta blanca a las dos organizadoras. El primer año, Tatjer y Lumbreras acotaron la zona de fiestas al distrito de Ciutat Vella. 'El invento de la Mercè', como lo llama Tatjer, surgió a partir de la fagocitación de tradiciones de otros municipios -habaneras del Empordà, los castells de las comarcas de Tarragona, el fuego de las fiestas de Berga- y actuaciones propias de una realidad metropolitana viva y vanguardista, con conciertos, teatro y danza al aire libre. 'Tuvo un éxito instantáneo porque los barceloneses la reconociron como una fiesta cercana, pensada para todos los gustos y sensibilidades', dice Tatjer.

La llegada de los socialistas a la alcaldía en 1979 dio un nuevo impulso a los festejos. Poco a poco se fueron ampliando las zonas de celebración y se incorporaron nuevos escenarios, desde el puerto hasta Montjuïc. Los grandes conciertos fueron cambiando de escenario: parque del Escorxador, el Sot del Migdia y la Recta de l'Estadi se llenaron año tras año con los mejores artistas en el cartel y animadores de éxito seguro, como las orquestas Plateria y Mondragón. La oferta musical 'era la envidia de Madrid', recuerda Ana Pardo, una barcelonesa de 40 años que no se pierde la Mercè ningún año.

Con el modelo de fiesta ya plenamente consolidado, el año olímpico de 1992 fue un nuevo punto de inflexión que proyectó la Mercè a cifras extraordinarias de participación. 'Las Olimpiadas reforzaron los lazos de unión y la complicidad entre los barceloneses y sus calles', explica Francesc Fabregat, ex geganter y actual director de la Mercè.

Tras los fastos deportivos, la fiesta ganó ese año un nuevo espacio de gran éxito, el Barcelona Acció Musical (BAM), donde la música alternativa es la protagonista, y siguió su expansión territorial con un hito de gran valor simbólico: la expulsión de los coches del emblemático paseo de Gràcia en la edición del año pasado. La Mercè ha sido además el escenario para la puesta de largo de los nuevos espacios ganados para la ciudad: primero el nuevo Puerto Olímpico, más tarde la nueva Rambla del Raval y este año, el reluciente parque Diagonal Mar.

Nuevos espacios y también nuevos públicos: 'La adopción de tradiciones ajenas ha permitido que gran parte de los catalanes, y no sólo los de la capital, consideren esta fiesta como propia', explica Carolina Rius, del equipo de coordinación de castellers. 'Desde el principio participaron colles del resto de Cataluña, pero no fue hasta finales de los años noventa que la plaza de Sant Jaume fue respetada como plaza castellera', relata. 'Al principio costó bastante, porque nos decían que en Barcelona no teníamos ni idea; hasta que la colla de la ciudad logró levantar un castell de nou hace tres años'. 'Las últimas ediciones de la Mercè se han abierto además a otras sensibilidades y culturas, sobre todo las mediterráneas, como demuestran la Mercè Dança y la Mercè Folk. De hecho, las fiestas patronales son un pequeño encuentro cultural anual', señala Fabregat.

Este año, la fiesta ha sido más multitudinaria que nunca. El domingo, más de 350.000 personas se acercaron hasta el Puerto Olímpico y la playa del Bogatell para ver el concurso internacional de cometas y las acrobacias aéreas de la Festa del Cel. Ayer, la cabalgata por el casco antiguo congregó a unos 180.000 seguidores. Y el Piromusical, al que asistieron unas 200.000 personas, ha sido de nuevo un contundente broche. Ahora, la nueva frontera está en 2004. El Fòrum de les Cultures se cerrará precisamente con la Mercè.

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Sobre la firma

Mar Padilla
Periodista. Del barrio montañoso del Guinardó, de Barcelona. Estudios de Historia y Antropología. Muchos años trabajando en Médicos Sin Fronteras. Antes tuvo dos bandas de punk-rock y también fue dj. Autora del libro de no ficción 'Asalto al Banco Central’ (Libros del KO, 2023).

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