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La doctrina de Bush-Sharon

El presidente Truman elaboró la doctrina que lleva su nombre en marzo de 1947 al anunciar que Estados Unidos apoyaría a todos los Estados que estuvieran en peligro de decaimiento ante la amenaza comunista; Eisenhower dio su nombre a otra de estas teologías de la bipolaridad, tratando de completar un arco de alianzas desde Japón, en el Pacífico norte, hasta el Mediterráneo oriental, siempre contra Moscú; a Nixon se le recuerda, entre otras doctrinas, por lo que el periodista francés Jean Lacouture llamó el amarilleamiento de los cadáveres, o la idea de que al comunismo lo tenían que combatir principalmente los poderes locales -Vietnam del Sur- con la ayuda sólo indirecta de Washington. La doctrina de Bush padre se enredó confusamente en torno a un Nuevo Orden Mundial, que preconizaba una estructura de alianzas para combatir al que vulnerara el statu quo posterior a la desaparición de la Unión Soviética, como ocurrió en la guerra del Golfo (primera parte).

Bush hijo viene a poner, sin embargo, un punto final, un fin de la historia a la manera de Fukuyama, a este largo recorrido, que, en todo caso, reclamaba siempre algún tipo de equilibrio mundial, no exento de controles externos. Su doctrina, recientemente sobrevenida, se resume, en cambio, diciendo que Estados Unidos ha echado las cuentas del fin de la bipolaridad y anuncia al mundo una pax americana fundamentalmente militar, basada en la teoría de la prevención del mal, incluso cuando no esté claro que el mismo exista.

La nueva doctrina, en la medida en que se opone a lo no todavía dado, no necesita aliados, ni consenso, ni se interesa por el parecer de poderes supranacionales como la ONU, salvo en el caso de que se hallen bajo su control como la OTAN, ni, en definitiva, admite la existencia de una estructura exterior de referencia con respecto a la cual medirse. Sin duda, Washington añade que ese poder supremo obrará siempre en favor del bien, de la justicia y de la ética universales. ¿Pero quién determinará, en cada caso, la configuración precisa de los mismos? Y cuando algo se mide únicamente con respecto a sí mismo, no es tanto una doctrina como una declaración de carácter sobrenatural.

Sólo Dios se compara con Dios. Si sólo hay un árbitro, un juez, un ejecutor, si desaparece un terreno común de deliberación con alguna fuerza vinculante, como pueden ser los diversos foros internacionales, nos hallamos ante la sustitución de cualquier doctrina humana por el undécimo mandamiento de la ley de Dios. Los ucases, aun aterciopelados de bondad, no suelen ser doctrinas, sino advertencias.

Todo esto pone de relieve la inmensidad del triunfo, al menos en el calendario de lo que hoy es previsible, del primer ministro israelí, Ariel Sharon, que venía ya de alguna manera practicando antes de que Washington descubriera plenamente su mano de cartas, esa misma doctrina preventiva con respecto al pueblo palestino.

Sin entrar ahora en la cuestión de quién es el que arroja la primera piedra, si la incesante colonización israelí de Cisjordania, Gaza y Jerusalén este, tanto si se está negociando como si no, o los deleznables atentados suicidas palestinos contra objetivos civiles, y entendiendo que nunca una u otra política podrán justificar a su recíproca, parece claro que la tregua, tal como la entiende Sharon, es sólo de obligado cumplimiento para la parte adversa.

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Desde el 4 de agosto hasta el 19 de septiembre, última fecha en la que se produjo una nueva masacre de inocentes, esta vez en un autobús de Tel Aviv, no había habido atentados contra objetivos civiles en Israel; la violencia de la protesta se había resumido en una variedad de incidentes aislados, y, sin embargo, en ese periodo murieron 75 palestinos, civiles y soldados o guerrilleros todos confundidos, y gran parte de ellos ante el ataque preventivo del Tsahal israelí. Jerusalén argumenta, naturalmente, que de esa forma prevenía otros atentados, y que esa acción anticipada era, precisamente, lo que había permitido conservar una calma básica desde el 4 de agosto. Habría que creerlo bajo palabra. Pero lo que es seguro es que o Bush le ha copiado la doctrina a Sharon o que el nacionalista israelí tiene la facultad de leer el pensamiento. El pensamiento del pos-11 de septiembre.

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