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'Europa necesita una revolución de la oferta'

El Nobel de Economía Robert Mundell debate con los también premiados Becker, Fogel y Scholes sobre la situación actual de las grandes economías del mundo

Los premios Nobel Gary Becker, Robert Fogel, Myron Scholes y Robert Mundell abordan en este reportaje, que completa la serie cuya primera entrega se publicó ayer, los retos y problemas de las zonas económicamente más importantes del mundo: Europa, Japón y EE UU. Además, en el informe, los expertos hacen una reflexión sobre Rusia y México, dos países que resulta instructivo comparar, según el coordinador de la entrevista, Michael Milken, financiero y director del Instituto Milken, en California. En el panorama de Asia, los Nobel no pueden dejar de hacer referencia, además de a Japón, a a una potencia que emerge a pasos agigantados: China.

EUROPA

Scholes: 'Las empresas europeas están arropadas por sus bancos, las relaciones son cómodas'
Fogel: 'China será la zona de crecimiento de las próximas dos o tres décadas'. Becker: 'Lo está haciendo fenomenal. Pero aún es un país muy pobre. Si no lía las cosas, puede hacerlo mejor'.
Scholes: 'En EE UU me preocupa que una gran crisis bursátil hunda el mercado inmobiliario'

Michael Milken. Si comparamos, por ejemplo, la creación de empleo en Europa con la de EE UU en los últimos 30 años, la primera ha sido muy baja. ¿Puede el cambio a la moneda única conducir a una mayor creación de empleo?

Gary Becker. No creo. Una moneda única quizá sea deseable, pero no creo que las múltiples monedas explicasen el bajo crecimiento del empleo en Europa. Eso se debe a las políticas microeconómicas. Creo que Robert Mundell ha exagerado la importancia de las políticas macroeconómicas a expensas de las microeconómicas.

Excesivos impuestos al trabajo en Europa hacen que el coste de utilizar mano de obra sea mucho mayor que el salario percibido por los trabajadores. Esta diferencia disuade a las empresas de contratar empleados. Y debido a que los trabajadores sólo obtienen una fracción de lo que les cuestan a los empresarios, no se sienten animados a trabajar, especialmente porque Europa Occidental tiene políticas de desempleo muy generosas. Siempre distingo a Gran Bretaña de otras partes de Europa.

Milken. ¿Por qué no analizamos eso? En la pasada década se produjo un drástico cambio en el desempleo en el Reino Unido, por una parte, y Francia, Alemania, Italia y Europa Occidental, por la otra.

Becker. Reino Unido tiene lo que algunos europeos denominan, despectivamente, 'política de mercado de trabajo anglosajona', o sea, flexibilidad por parte de las empresas para contratar y despedir a los trabajadores. En los sistemas alemán, francés e italiano es muy difícil librarse de los trabajadores una vez contratados. Estos últimos sistemas son buenos para la gente con trabajo, pero muy malos para quien lo está buscando.

Estas cuestiones del mercado de trabajo tienen muy poco que ver con la moneda. Bien, quizá el elemento común de las políticas que están intentando generar en Europa Occidental bajo la rúbrica de la moneda común empujen a los países en la dirección correcta. Pero el problema para países como Francia, Alemania e Italia tiene tres vertientes: elevados impuestos sobre el trabajo, grandes restricciones a la capacidad para contratar y despedir trabajadores, y prestaciones muy generosas para los desempleados. Estas políticas se usan a veces para animar a los trabajadores a retirarse anticipadamente: la edad media de jubilación en Europa continental es de sólo 58 años.

Milken. La tecnología financiera avanzada ha permitido a EE UU prosperar en comparación con Europa Occidental. ¿No es irónico que buena parte de su tecnología financiera, tal como la titulización de las hipotecas, la estén adoptando ahora las instituciones financieras europeas?

Myron Scholes. Europa carece de un mercado de capitales como lo conocemos en EE UU. Nosotros nos basamos en el sistema de acciones, mientras que el sistema europeo se basa más en los bancos. Las empresas europeas están arropadas por sus bancos; las relaciones son muy cómodas. Así que en Europa nunca ha habido la misma disciplina de mercado que ha habido en EE UU desde el establecimiento de las tecnologías financieras en los años setenta.

Los mercados desarrollados basados en el sistema de acciones castigan el fracaso y recompensan el éxito, dirigiendo el capital hacia las inversiones correctas. Eso falta en Europa. Una cosa es poseer instituciones financieras que disponen de una tecnología avanzada, y otra es poder utilizar dicha tecnología eficazmente. Europa necesita mercados de valores más desarrollados antes de que podamos contemplar allí un buen uso de esta tecnología.

MÉXICO Y RUSIA

Milken. EE UU se ha pasado a una economía de mercado -en lugar de una economía basada en los bancos o en las relaciones- en la que los activos están en manos de decenas de miles de gestores. Esta democratización de los activos financieros ha conducido a la democratización de los activos industriales, lo que a su vez ha conducido a la democratización de las oportunidades profesionales.

Pasemos a dos países que resulta instructivo comparar: Rusia y México. Rusia tiene armas nucleares; México tiene una enorme población en nuestra frontera sur. Rusia abarca unos 17 millones de kilómetros cuadrados, más de ocho veces el tamaño de México. La población rusa actual es de 145 millones, casi un 50% superior a la de México. Y Rusia consume cuatro veces más energía. Pero la economía mexicana es hoy más del doble de la rusa, medida en dólares.

Becker. Se hace a menudo excesivo hincapié en el papel de los recursos naturales en el progreso económico. Rusia tiene muchísimo petróleo, además de otros minerales. No obstante, no sólo Rusia, sino también otros muchos países del mundo con importantes recursos naturales, no disponen de una renta per cápita muy elevada. ¿Por qué? Ésa es una de las cuestiones difíciles de responder a la hora de explicar las diferencias de riqueza y pobreza entre distintas naciones. Rusia ilustra una serie de principios. En primer lugar, que el sistema económico importa enormemente en lo que se refiere a la forma adecuada de emplear los recursos humanos y naturales para conseguir que produzcan verdadera riqueza. Uno puede tener enormes recursos ahí esperando, pero no equivalen a nada si no tiene los incentivos adecuados.

En toda la era comunista, Rusia tuvo altos niveles de educación, al igual que Cuba ahora. Pero lo que la persona educada media hacía -dónde trabajaban, cuánto trabajaban, etcétera- estaba distorsionado por la estructura de incentivos. Y así, la Unión Soviética malgastó buena parte de su inversión en capital humano. La Rusia postsoviética está lentamente empezando a hacer bien las cosas.

En resumen, creo que la diferencia entre México y Rusia es que México ha hecho un uso mucho mejor de su capital humano, mediante un sistema económico mejor y un patrón de inversión más inteligente.

Milken. En realidad, la principal exportación de Rusia no es el petróleo, sino el capital humano. Billones de dólares en capital humano se han trasladado de Rusia al resto del mundo. Europa, EE UU e Israel se han beneficiado realmente de ese movimiento.

JAPÓN

Milken. ¿Cuál es para ustedes el potencial japonés? Tenemos aquí un país con una enorme liquidez, que obtiene muy bajos rendimientos de esa liquidez, y cuya población está envejeciendo. ¿Podría ese capital desplegarse para conseguir el desarrollo de toda Asia? ¿Se podría desplegar dentro del propio país? ¿Qué tiene que ocurrir para liberar esos activos que ascienden a decenas de billones de dólares?

Robert Mundell. Japón se ha visto en grandes dificultades para dirigir su economía, en gran parte debido a la mala gestión de los tipos de cambio en la década de 1980. Entre 1955 y 1970, la economía japonesa creció a un ritmo medio anual del 12%, el crecimiento más rápido sostenido por un periodo tan largo de la historia. Y lo hicieron con una política muy explícita: un tipo de cambio fijo de 360 yenes por dólar. Ésa se convirtió en su política monetaria.

Junto con el rápido crecimiento vinieron ingresos derivados de impuestos cada vez mayores y superávit presupuestarios, lo que hizo posible la disminución de impuestos todos los años de la década de 1960. Así que tuvo lugar un proceso sistemático de reducción de impuestos, combinado con un tipo de cambio fijo y una política monetaria controlada por el mercado. No es casualidad que, cuando yo trabajé por primera vez en propuestas sobre economía de la demanda, analizase la economía japonesa. Japón era el ejemplo perfecto.

Milken. En 1950, Japón suponía el 9% de la capitalización del mercado de valores del mundo. En 1988, sobrepasó a EE UU y suponía el 40% de la capitalización del mercado de valores del mundo.

Mundell. La cifra de 1988 era una burda distorsión. Era la época en la que se decía que el valor de los jardines imperiales del centro de Tokio era igual al valor de todo el territorio de Canadá. Lo que llevó a Japón a sus problemas actuales fue la mala administración del tipo de cambio. En el invierno de 1985-1986 se produjo una enorme caída de los precios del petróleo, que pasaron de 34 a 10 dólares por barril. Y esto es lo que hizo que estallara la economía japonesa.

Junto con el auge del mercado inmobiliario se produjo la apreciación del yen. El yen triplicó su valor entre el verano de 1985 y abril de 1995. Cualquier país del mundo que haga que su moneda triplique su valor respecto al dólar, que no estaba en situación inflacionaria, está buscando problemas. La revalorización debilitó el valor de las acciones de una amplia gama de empresas japonesas. Destrozó los balances de muchas de esas empresas, lo cual hizo naufragar al sistema bancario japonés. Desafortunadamente, ya no es momento de corregir esa revalorización excesiva para resolver el problema.

Scholes. Hay otros aspectos de la situación japonesa a los que no se prestó atención durante muchos años. Un cambio de política podría haber puesto fin mucho antes a algunas de las dificultades de Japón. Por ejemplo, Suecia experimentó una expansión del mercado inmobiliario que hizo que los bancos se viniesen abajo. Pero, en lugar de esperar 12 años a hacer algo al respecto, Suecia decidió recapitalizar los bancos y seguir adelante.Recientemente, EE UU también ha tenido una burbuja. El presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, redujo rápidamente los tipos de interés, proporcionando al sistema una gran liquidez que redujo parte de las dificultades. Japón esperó unos cuatro años antes de hacer nada para aumentar la liquidez. De hecho, en 1990 los tipos de interés subieron, lo que condujo a muchísimas quiebras. Y cuando uno tiene quiebras, lleva tiempo arreglar las cosas.

Milken. La economía estadounidense es bastante distinta de las de Japón y Alemania, porque tenemos más activos en sociedades de gestión de capitales que en los bancos. Japón y Alemania han confiado en los bancos para financiar su economía. En 1980, el mayor banco del mundo era el Bank of America. A finales de 1980, el Bank of America se había reducido a la mitad. Pero nuestra economía no necesitaba los préstamos de la banca comercial para crecer en conjunto.

CHINA

Robert Fogel. No debemos perder de vista el lado real de la economía. La vertiente financiera puede respaldar a la real o interferir en ella. Pero el crecimiento económico depende de la vertiente real de la economía. Entre 1950 y 1970, Japón experimentó un periodo de crecimiento muy rápido. Mucho antes de tener dificultades financieras, su tasa de crecimiento había caído un 50%. Y el gran periodo de crecimiento para los tigres asiáticos -Corea del Sur, Singapur, Hong Kong y Taiwan- fue entre 1970 y 1990. En otras palabras, el crecimiento se ralentizó mucho antes de la crisis de 1997.

Desde 1990, el gran crecimiento ha tenido lugar en China. Aunque la financiación externa ha desempeñado lo que yo denominaría un papel estratégico, la mayor parte del crecimiento de China ha sido financiado internamente. La financiación externa ha sido una forma de traer tecnología, que era necesaria para el tipo de transformación que hemos presenciado.

Creo que la zona de gran crecimiento en las próximas dos o tres décadas será China. Espero que la economía crezca entre un 6% y un 8% anual. Si China sigue creciendo en esa zona y sostiene la actual elasticidad con respecto a la renta de la demanda de coches, China consumirá 45 millones de coches al año para 2020 o 2030, cifra que equivale casi a la actual producción mundial de coches. Por eso, los países pobres como China serán una gran fuente de estímulo para las economías ricas del mundo.

Milken. ¿Cómo mantendrá China la estabilidad social cuando 300 o 400 personas se trasladen a las ciudades en las próximas décadas?

Becker. Bueno, permítanme retroceder un poco. La urbanización ha sido un componente clave del desarrollo. Las economías modernas se basan en la especialización y la tecnología. Y las ciudades funcionan mucho mejor para producir conocimiento nuevo y para fomentar el grado de especialización necesario para hacer los productos de las economías modernas. Por ello, no sorprende que veamos un gran desarrollo urbanístico junto al desarrollo económico. A medida que China se desarrolle veremos allí el mismo tipo de movimientos que hemos visto en otros lugares. China y Japón ilustran un par de puntos importantes.

Cuando una economía va a la zaga del resto del mundo (como le ocurría a Japón en 1950 y a China en 1978, cuando inició su reforma agrícola), tiene oportunidades de ponerse al día si pone en práctica unas políticas económicas decentes.

Ésas son las buenas noticias: sabemos algo sobre lo que determina el crecimiento económico. Si se pone en práctica un sistema decente, si se invierte en la gente, si se tiene una economía abierta, se crece. Japón lo hizo; China está empezando a hacerlo. Probablemente, si China no lía las cosas, podrá seguir haciéndolo un tiempo. Sí, Japón ha atravesado grandes dificultades. Pero sigue siendo un país muy rico. Los años noventa fueron un periodo de estancamiento en Japón, un periodo de vergüenza para los legisladores. Pero Japón no ha experimentado una recesión importante que haya hecho caer los ingresos. Es inevitable una cierta ralentización en las tasas de crecimiento cuando uno se encuentra entre los países ricos del mundo.

Ya no se puede seguir creciendo un 6% o 7% al año. La cuestión es: ¿se cuenta con unas buenas macropolíticas y con unas buenas micropolíticas de forma que se pueda seguir creciendo entre un 2% y un 3% anual? Ése es el reto que Japón tiene. En los años setenta y ochenta había mucha gente que creía que Japón iba a superar a EE UU. Eso no ha ocurrido. Ahora creo que hemos ido demasiado lejos en la dirección del pesimismo.

Tengo la misma prudencia respecto a China. China lo está haciendo fenomenal. Pero aún es un país pobre. Si no lía las cosas, sin duda puede hacerlo mejor.

Mundell. Quiero decir algo sobre macropolíticas y micropolíticas porque tienen que funcionar conjuntamente. Si se tienen malas políticas macroeconómicas, por ejemplo, si se tiene una inflación galopante, si se tiene un gran déficit presupuestario, eso domina las preocupaciones de los legisladores y no se hace nada respecto a la microeconomía.

Yo presioné mucho por el euro en Europa, básicamente porque pondría a los países en el buen camino en el aspecto macroeconómico y así podrían centrarse en sus micropolíticas. No me he cansado de repetir que Europa necesita una revolución de la oferta. El verdadero motivo del rápido crecimiento del empleo en EE UU fue el aumento de la población estadounidense. La población europea está estancada, y por eso el empleo no puede crecer mucho. Pero hay un importante problema de desempleo en Europa. En los años cincuenta y sesenta, el mayor rendimiento económico no sólo se registraba en Japón, sino también en todas las economías europeas: el milagro alemán, el milagro austriaco, el milagro italiano, etcétera. Los sistemas de cambio fijo de divisas les dieron sus políticas monetarias. Tenían una inflación baja y unos tipos impositivos bajos.

Hoy Europa está en baja forma, Japón está en baja forma y EE UU está en una forma magnífica. Lo que produjo el cambio fue el cambio de política: Europa empezó a imitar las políticas estadounidenses. Mientras tanto, EE UU experimentó una revolución de la oferta en los años ochenta cuando el tipo impositivo más alto a nivel federal pasó del 70% al 28%. El impuesto sobre sociedades se redujo del 48% al 34%. Europa iba en la otra dirección. En los años cincuenta y sesenta, el gasto de la administración en Europa representaba entre un 25% y un 30% del PIB. Ahora está en torno al 50% del PIB. Y en los países escandinavos está en torno al 60%, porque el planteamiento principal en Europa ha sido la redistribución de los ingresos en lugar de la prestación de servicios.

Todos los países de Europa tienen una ley laboral que dice que las empresas con más de un determinado número de trabajadores, por ejemplo 15 en el caso de Italia, no pueden hacer despidos sin pasar por los tribunales. El trabajo se convierte en un factor fijo. Y lo que se ha conseguido con eso es mover la tasa de desempleo, que ha pasado de entre el 2% y el 3% en los años cincuenta y sesenta, al 9% y 10%, y hasta el 14% en España.

Los resultados de las últimas elecciones francesas son motivo de optimismo, porque el presidente Jacques Chirac podrá matar el plan franco-alemán de conseguir una Europa socialista. Porque ahora lo que tienen en Europa son gobiernos de centroderecha, en lugar de centroizquierda. La crisis de Europa también la atribuyo en parte al problema demográfico. Hace 30 años había cinco o seis, o siete trabajadores por cada pensionista, y ahora está bajando y hay dos o tres. Por eso, ya no son viables sus sistemas de pensiones que comienzan a los 55 años.

EE UU

Milken. ¿Cómo sacamos riqueza de la economía paralela y la metemos en una economía oficial? ¿Cómo movemos estas economías sumergidas? ¿Cómo liberamos los activos? Y también, ¿cómo prestamos unos servicios adecuados a una población que está envejeciendo? En EE UU, la atención sanitaria representa como mínimo el 15% del PIB, y gran parte del coste está inducido por el estilo de vida.

Becker. El problema de la economía sumergida es bastante sencillo. Cuando se grava fuertemente con impuestos la economía no sumergida, cuando se ponen muchos obstáculos legales para constituir empresas, cuando se regula mucho el uso de la mano de obra, hay un gran incentivo para esquivar al Gobierno. Por eso, la gente crea empresas, o trabaja, pero no declara la actividad. Alguien se preguntará qué daño hace con ello. Desde luego, es mejor que la alternativa de no tener ninguna actividad económica. Pero tiene una desventaja: entre otros problemas, es muy difícil hacerse grande y conseguir que se te conozca públicamente. Y así se crean muchas pequeñas empresas que tienen un funcionamiento que dista de ser eficaz.

En cuanto a la atención médica, hemos tenido un crecimiento significativo en el consumo, y gran parte, creo yo, es muy deseable. La gente está dispuesta a gastar en la mejora de la calidad y la cantidad de su vida. Pero hay dos problemas. Por un lado, no invertimos lo suficiente en investigación médica básica. El Gobierno federal asigna unos 35.000 millones de dólares al año a la investigación médica, pero creo que esa cifra debería ser mayor. Creo que en este caso el rendimiento es alto. Por otro lado, hay significativos grupos de interés poderosos -los ancianos y otros- que tienen influencia política para exigir un gasto excesivo en atención médica. Por eso, aunque creo que es bueno gastar mucho en atención médica, hay una serie de asignaciones desacertadas que tenemos que resolver. Una es la investigación básica; otra es la distribución de beneficios entre los grupos.

Fogel. Inglaterra fue el primer país en urbanizar más del 50% de su territorio. ¿Por qué? Porque la agricultura inglesa era increíblemente productiva. Y así cada vez hacía falta menos gente para producir los alimentos. En EE UU, en 1800, hacían falta cinco personas trabajando en una granja para mantener a una persona que trabajara fuera de la granja. Hoy en día, no sólo hay un 2% de la población activa que alimenta a EE UU, sino también otros 300 millones por todo el mundo que también lo hacen.

Por eso, la clave para poder hacer todo lo demás es contar con una agricultura muy productiva. Y la productividad laboral en la agricultura estadounidense sigue creciendo en torno al 3% o 4% anual. Ese tipo de transformación solucionará nuestro problema de atención sanitaria. No sólo podemos permitirnos el lujo de gastar el actual 14% del PIB en atención sanitaria, sino mucho más: preveo que en la próxima generación la cifra se incrementará hasta el 21%. Esto se debe a que la producción de alimentos, ropa, vivienda y bienes de equipo se está volviendo increíblemente barata como resultado del crecimiento de la productividad.

Scholes. Creo que voy a hablar un poco de la propiedad inmobiliaria. Actualmente, la economía estadounidense es ahora bastante competitiva y está liberalizada, y tenemos un sistema financiero bastante sólido. Las revoluciones de la información y la comunicación de los últimos años han ayudado en ese aspecto, y ahora hay un mayor crecimiento de la productividad. También tenemos una inflación menor y menos injerencia del Gobierno, una cierta disciplina presupuestaria, y una Reserva Federal bastante decisiva. Con nuestra economía diversificada, se tiende a reducir las primas de riesgo sobre la inversión, se tiende a reducir la volatilidad que de otro modo veríamos, y nos aísla mejor de las crisis.

Una cosa que me preocupa de EE UU es que si seguimos refinanciando las hipotecas, cosa que permite consumir y volver a desplegar los activos en otro lugar, podríamos acabar con una situación parecida a la de algunas empresas estadounidenses, en las que los máximos ejecutivos toman tremendas sumas a préstamo sobre sus acciones, pensando que sólo pueden subir. Si al final se produce una crisis de la Bolsa, el valor de la vivienda y la propiedad inmobiliaria podría caer bastante drásticamente cuando la gente tenga que abandonar o liquidar sus deudas acumuladas.

© 2002, Milken Institute / Global Economic Viewpoint.

Parados, ante una oficina de desempleo en Berlín.
Parados, ante una oficina de desempleo en Berlín.REUTERS

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