Invasores destructivos
Más de 40 especies alóctonas, la mitad piscícolas, amenazan el equilibrio ecológico de la fauna ibérica
El rostro del invasor cambia según la especie: desde peces gigantescos como los siluros, que pueden medir más de dos metros, pesar 90 kilos y comer decenas de peces, hasta especies vegetales que no levantan un palmo del suelo pero que ni siquiera permiten que otras semillas toquen la tierra. No hay especie autóctona que se libre del peligro. Fue la propia Administración la que importó diversas especies exóticas hace décadas, pero ahora no sabe cómo deshacerse de ellos. El Ministerio de Medio Ambiente contraataca, pero no puede con todos los invasores.
'El resultado de la invasión de especies foráneas es la homogeneización del conjunto de seres vivos que pueblan la tierra, componente clave del cambio ambiental global', escribe el biólogo Daniel Sol de la McGill University de Montreal (Canadá). 'Hoy día, las especies invasoras son, después de la pérdida de hábitat, la causa principal de regresión de especies autóctonas, problema que se irá agravando en el futuro con el cambio climático y la globalización de los mercados', concluye Sol. En nuestro país, éstos son los frentes de la invasión:
Se teme que, con el trasvase del Ebro, el siluro pueda llegar a colonizar otras aguas
Mamíferos. La moda cazó de lleno al visón americano en España en la década de los ochenta. Se construyeron granjas de este mustélido para abastecer el mercado peletero. Cuando los abrigos de piel se pasaron de moda, las granjas cerraron. Cientos de visones fueron liberados o se escaparon de unas instalaciones ruinosas y abandonadas. Así ocurrió en Galicia, Burgos, Segovia, Soria y otras regiones de la mitad norte peninsular. Los visones americanos de la granja de El Espinar se dieron a la fuga hace unos 10 años y se expandieron tan rápido que ahora colonizan los cursos fluviales de todo el sistema central. Una numerosa población de esos visones ha colonizado el río Lozoya de Madrid y su voracidad les lleva incluso a robarles las truchas a los pescadores nada más salir del agua cuando todavía están clavadas en el anzuelo.
'El visón americano es peligroso para su congénere europeo porque le contagia enfermedades nuevas, letales para el autóctono, que le causa una elevada mortandad', explica Borja Heredia, biólogo del Ministerio de Medio Ambiente. El visón americano es tremendamente agresivo y se reproduce con facilidad. 'Su presencia desequilibra el ecosistema natural de un río porque coloniza en masa los cursos fluviales, expulsa al tímido visón autóctono y seca de truchas los ríos', añade Heredia.
España y Francia albergan los últimos visones autóctonos europeos. En el resto del Viejo Continente están ya extintos. Por eso, Medio Ambiente ha puesto en marcha un plan especial de conservación del visón autóctono, subvencionado por Europa, con la intención de blindar la mayor colonia salvaje del mustélido autóctona, situada en los ríos del País Vasco, Navarra y norte de Burgos. Los expertos de Medio Ambiente han construido un cinturón de hierro en torno a esta zona para blindar con trampas y cepos el territorio y evitar que el foráneo la invada.
El caso del muflón, proveniente de Córcega, y del arruí, o muflón del Atlas marroquí, tiene un origen distinto que el del visón americano. El Gobierno introdujo estos carneros salvajes en España en la década de los sesenta con fines puramente cinegéticos. Los animales llegaron en jaulas por barco y avión. Luego se soltaron en los montes de todo el litoral mediterráneo y en fincas de caza de Castilla-La Mancha y Andalucía.
Dado su gran tamaño (llegan a pesar 50 kilos) necesitan comer mucho y compiten con los ciervos autóctonos por el territorio y la comida. En las islas Canarias está dejando las laderas de montañas y volcanes peladas, causando graves daños a la flora endémica, muy frágil y protegida. La dieta que más les gusta es la de los brotes frescos de las plantas.
Aves. Los humedales de la península Ibérica sufren desde hace dos décadas la invasión aérea de una anátida, la malvasía canela, originaria de América del Norte. Esta variedad de pato fue importada como especie exótica para los aviarios del Reino Unido en la década de los años setenta. Pero se reprodujo con mayor rapidez de lo esperado y echó a volar por Europa. Llegó a España y aquí se encontró con la malvasía cabeciblanca, la autóctona. Entonces surgió el desequilibrio biológico. Las dos especies comenzaron a mezclarse y a producir ejemplares híbridos. Los ornitólogos descubrieron que los genes del pato invasor dominan sobre los del autóctono en los ejemplares híbridos. 'El problema radica en que la huella genética del pato autóctono desaparece', explica Heredia.
La colonia del pato invasor ha adquirido tales proporciones en el último lustro que el Ministerio de Medio Ambiente ha creado un comando especializado en su erradicación. Un equipo formado por dos francotiradores y dos observadores, expertos ornitólogos, recorren España de cabo a rabo y mantienen la población de malvasía canela a raya. Los guardas forestales o aficionados a la ornitología les llaman al teléfono móvil o les envían mensajes por Internet indicándoles el lugar en el que se han detectado bandadas de la anátida foránea. El comando se desplaza hasta allí y comienza la matanza. El observador indica las aves a erradicar y el francotirador, armado con un rifle provisto de mira telescópica, se encarga de hacer el resto. El Ministerio de Medio Ambiente invierte 72.120 euros al año en este programa de exterminio.
El centro peninsular, sobre todo los núcleos urbanos y las zonas próximas a las ciudades, está saturado por otra ave exótica, la cotorra argentina, que llegó a España en 1990 con fines comerciales, para su venta como animal de compañía. El problema surgió cuando los dueños de las aves, igual que pasa con los perros, se iban de vacaciones y no sabían qué hacer con su mascota. Muchos le abrían la jaula y la dejaban volar libre. La Casa de Campo de Madrid está infestada de este ave exótica. 'Copan árboles enteros tienen un graznido muy escandaloso y desplazan del ecosistema a las aves autóctonas', comenta Heredia. El Ayuntamiento de Madrid ha comenzado su cruzada contra las cotorras argentinas y ya ha destruido algunos de sus grandes nidos.
Peces, cangrejos y moluscos. En los cursos fluviales de la Península habitan 62 especies piscícolas diferentes, de las que 41 son endémicas y 21, foráneas. El lucio, tambien denominado el tiburón de agua dulce, es el pez invasor más temido y sobre él pesa una leyenda negra, no es del todo cierta. Originario de los países centoeuropeos, Asia y Norteamérica, es de color verdoso, llega a sobrepasar el metro y medio de longitud y a pesar 20 kilos. El Gobierno lo importó hace 40 años para fomentar su pesca deportiva. El lucio, que tiene dientes hasta en la lengua, y muy afilados, se ha convertido en el lobo del río. En León, epicentro de la pesca truchera en España, se achaca a este depredador acuático el declive de la población de salmónidos autóctonos. Las orillas de algunos de estos ríos están sembrados de cuerpos de lucios muertos, colgados de las ramas. Pero estudios recientes revelan que la trucha común representa una mínima parte de la dieta del lucio.
La Junta de Extremadura ha sido la Administración pionera en la lucha contra el lucio y demás especies piscícolas foráneas. En su orden regional de pesca ha eliminado la talla mínima y el número de capturas de lucio, black bass, percasol y cangrejo rojo americano. 'Eliminando la talla mínima y el cupo máximo de capturas de especies autóctonas hemos conseguido controlar y reducir los peces foráneos a través de la pesca deportiva', explica Leopoldo Torrado, director general del Medio Natural de la Junta de Extremadura. 'La medida ha tenido éxito. Se ha conseguido cierto reequilibrio en nuestras aguas y el crecimiento de la población autóctona', asegura Torrado.
La prima hermana del lucio, la lucio-perca ha tomado las aguas del noreste peninsular. En el embalse soriano de la Cuerda del Pozo se pescan ejemplares de cinco kilos, pero no queda ni rastro de las grandes truchas autóctonas que allí había.
El cangrejo americano ha dejado al borde de la extinción a su congénere autóctono. Un empresario sevillano importó de las granjas del Misisipí, hace 20 años con fines comerciales, los primeros 200 kilos de este cangrejo rojo de grandes pinzas. Quería venderlo en sustitución del autóctono y lo introdujo en las marismas del Guadalquivir para ver si se aclimataba a estas aguas. Lo hizo y en poco tiempo los 200 kilos se multiplicaron por 10 hasta tal punto que se convirtió en una plaga muy dañina por su gran voracidad. Lo peor fue que el cangrejo americano introdujo una enfermedad, que se propagó como la pólvora por toda la Península, y casi acaba con el cangrejo autóctono.
Pero el gran monstruo extranjero de nuestras aguas es el siluro. El primer ejemplar lo trajo un pescador alemán en los setenta que quería pescar durante sus vacaciones en España. Los soltó en la cuenca del Ebro, en el embalse de Mequinenza (Zaragoza), y el pez se aclimató a la perfección y ha adquirido dimensiones gigantescas: dos metros y 90 kilos. Este superdepredador come todo tipo de animales: vivos o muertos. 'Se teme que con el futuro trasvase del Ebro pueda colonizar otras aguas', explica Pepe H. Weigand, editor del canal Seasons. La pesca del siluro en Mequinenza ha generado un importante negocio, que atrae a cientos de pescadores alemanes.
Moluscos. El mejillón cebra lo trajo un pescador como cebo para ponerlo en el anzuelo y ahora ha colonizado la cuenca del Ebro, desde el delta hasta el embalse de Mequinenza, pegado en el fondo de las embarcaciones. Además de causar graves daños en las centrales eléctricas y tiene otro riesgo añadido: devora el fitoplancton y reduce el nivel de oxígeno del agua. El Gobierno de Aragón estudia cómo acabar con este molusco.
Flora. El carpobrotus es la más temida de las plantas foráneas. Se trata de un césped surafricano, muy grueso y resistente, que forma una capa densa e impide que otras semillas toquen el suelo. Llegó de Suráfrica con el boom urbanístico de los setenta. Se usó para alfombrar los jardines de las nuevas construcciones, especialmente los de la costa del sur de España y Baleares, por su gran capacidad para sobrevivir con poca lluvia.
El alga caulerpa, originaria del océano Índico, se escapó del acuario de Mónaco hacia 1992 por los desagües y cayó al mar Mediterráneo. Tapiza el fondo marino e impide el desarrollo de otras formas de vida subacuática. Las costas de las Baleares, especialmente los alrededores de Menorca, están sufriendo los efectos de este alga invasora.
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