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Tribuna
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El reto de la apertura económica en China

La autora analiza el significado del aplazamiento del Congreso del Partido Comunista Chino y las relaciones entre economía y política en ese país

Las apuestas de las últimas semanas han caído por su propio peso: el próximo congreso del Partido Comunista Chino no tendrá lugar ni en septiembre ni en octubre, rompiendo con ello los moldes de la tradición política desde tiempos de Mao. Será el próximo 8 de noviembre, cuando las hojas se hayan desprendido de los árboles, el frío brote con más intensidad, y los osos del Partido se preparen para invernar en un cambiante marco político.

Aunque a primera vista este dato desmerezca una atención excesiva, y por ello deba tomarse como una información más en la cronología histórica del día a día que nos impregna, el contexto de este reciente anuncio merece una visión mínimamente analítica.

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Es inédito no sólo que el Congreso tenga lugar más tarde de lo previsto, sino que se publique su celebración con tanta antelación. Tal como se ha concluido en la prensa internacional y en algunos círculos académicos, estos giros pueden deberse a la voluntad del presidente Jiang Zemin (también secretario general del Partido y jefe superior de la Comisión Militar Central) por reforzar su posición política. Al fin y al cabo, no sólo se prevé que en octubre mantenga una reunión informal con el presidente George W. Bush en Tejas, sino que participe también como jefe de Estado en la reunión de la Cooperación Económica de Asia y el Pacífico (APEC) de Los Cabos, México, a finales de ese mismo mes.

Es muy probable que Jiang Zemin conserve al menos su puesto en la Comisión Militar Central, tal como lo hizo su predecesor Deng Xiaoping en sus últimos años de mandato. Pero lo que importa es que la cuenta atrás ha empezado. Tanto los veteranos como los primerizos osos del Partido lucharán por sus intereses políticos y militares. Asimismo, optarán también por preservar el fuerte lazo entre la economía y el Partido. Porque una cosa está muy clara en la política económica de la China de hoy: la legitimidad del Partido estriba en los resultados económicos. Es decir, si la economía no funciona, el Partido pierde credibilidad.

Por ahora, no se conoce con precisión la agenda del Congreso. Aparte de evaluar los cambios surgidos desde el último Congreso del Partido en septiembre de 1997, y de prepararse para los próximos cinco años, se prevé que se perpetúe la Teoría de Deng Xiaoping y se mantenga la llamada 'Teoría de los Tres Representantes' (san ge daibiao), lanzada hace dos años por Jiang Zemin. Es decir, el Partido debe representar a las fuerzas productivas más avanzadas, la cultura, y los intereses de una sociedad cada vez más pluralista. Proseguir con la modernización socialista y la construcción de una nueva etapa de desarrollo en el inicio de este nuevo siglo constituyen otras claves en la agenda.

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Pero más que la jerga política y el discurso que la acompaña, resulta especialmente interesante calibrar el significado económico de este congreso. Al fin y al cabo, se trata de un periodo de transición crucial en el liderazgo de China. No tanto por los cambios que pueda haber en la política del Partido, que se prevén escasos, sino por la incertidumbre que rodea la postura de los nuevos candidatos con respecto al nuevo rol de China en la economía mundial. Hasta ahora, se ha evidenciado una disponibilidad por parte del presidente Jiang Zemin y del primer ministro Zhu Rongji en comprometer a su país a cumplir los preceptos exigidos por la Organización Mundial del Comercio (OMC), organismo del que es socio desde el pasado 11 de diciembre de 2001. Sin embargo, se desconoce por completo hoy por hoy, la postura de Hu Jintao y Wen Jiabao, declarados oficialmente como los futuros presidente y primer ministro, respectivamente. Si bien Hu Jintao ha manifestado públicamente que la globalización es un fenómeno inevitable, se desconoce su postura con respecto a la OMC. Lo mismo ocurre con Wen Jiabao, que a pesar de contar con un bagaje más internacional, no se ha decantado por una postura concreta de China en términos de inversión extranjera o de comercio internacional.

La creciente participación de China en la economía mundial implicará cambios internos de gran envergadura, más en lo que respecta a los sectores hasta ahora firmemente protegidos por el Estado (telecomunicaciones, agricultura, automóvil, seguros, banca). La paulatina apertura de éstos a la inversión extranjera y el consecuente aumento de la competencia implicarán el cierre de las empresas nacionales menos productivas, una redistribución laboral y un consecuente aumento del desempleo, que ahora ronda el 3,1%, según fuentes oficiales. La tensión social puede agudizarse, con lo que los grupos de intereses ya existentes (burócratas del Partido y otros trabajadores del sector estatal) presionarían al Partido. Si los líderes políticos no están verdaderamente comprometidos con la globalización y con la responsabilidad internacional de su país, es muy posible que las expectativas puestas por el resto de las potencias en China acaben desplomándose. China perdería entonces legitimidad. Tanto interna como externa. Tanto política como económica. Es crucial por tanto que en este congreso se apueste explícitamente por una apertura económica de China, pausada pero segura. Y que los nuevos líderes establezcan prioridades sinceras en su agenda económica, prosiguiendo con el esfuerzo ya realizado por sus predecesores, todo ello sin utilizar a la OMC como chivo expiatorio de posibles inestabilidades internas.

Abrirse hacia la economía externa es un riesgo eminente para China. Pero más arriesgado es un silencio que pueda conducir a equívocos. Las luchas internas del Partido y el consecuente excesivo apego al poder podría conllevar una instrumentalización de la economía, derivándose en sufrimiento social. Para evitar posibles desequilibrios, es conveniente por tanto que el Partido mantenga la ecuanimidad. Por el bien de China y por el bien de la estabilidad mundial.

Leila Fernández-Stembridge es profesora asociada de Economía de China en la Universidad Autónoma de Madrid y realiza servicios de consultoría para InterChina Investment Consulting Co., Ltd.

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