Buena dinamita lírica
Desconcierta, nos coge con el pie cambiado el arranque de Pasos de baile, pues no se ve, y casi no se entrevé, hasta que está muy avanzada la pista de despegue de la película, qué rumbo va a tomar el vuelo de ésta. Hay algunos saltos de tiempo y de discurso narrativo que no se sabe a cuento de qué vienen, pero que luego, inesperadamente, configuran un sentido y convergen en una inquietante, absorbente y poderosa imagen, la del perro ahorcado, que nos abre de pronto la película y nos permite entrar en su materia con rapidez y rectitud.
Después de un leve tiempo de despiste pisamos tierra y nos adentramos en un apasionante e intrincado thriller de insondable fondo político, en el que el actor estadounidense John Malkovich hace su primer trabajo de dirección y deja ver mucha soltura y solvencia en esta su dificultosa y ambiciosa jugada inicial de su carrera. Malkovich baraja sus cartas con maneras ágiles y libres, dando transparencia a una oscura y enrevesada historia que se mueve en zigzag, a través de disgresiones, dilaciones y circunloquios, de entre los que surge uno que se adueña de la película y se convierte en su médula. Es el soterrado e intenso idilio entre un Javier Bardem eminente y una Laura Morante más bella y mejor actriz que nunca, que le ofrece una réplica no menos eminente. Y el ambicioso y a veces un poco ampuloso thriller alcanza su cumbre en esa hermosa médula lírica, un noble y elegante relato de amor.
PASOS DE BAILE
Director: John Malkovich. Intérpretes: Javier Bardem, Juan Diego Botto, Laura Morante, Elvira Mínguez. Género: Thriller. EE UU. Duración: 124 minutos.
Hay algo -que a mi parecer es una grave torpeza- en Pasos de baile que hace perder precisión a un relato muy necesitado de ella. Malkovich juega con cartas marcadas a hacernos creer que el filme transcurre en un país incierto, irreal o mezcla de varios países reales, de la Suramérica andina. Pero se le escapan -seguro que aposta, para juguetear con una innecesaria ambigüedad- nombres de lugares y hechos históricos que ponen de manifiesto lo obvio, que estamos no en un país imaginario, sino en el Perú de los siniestros Fujimori, Montesinos y el llamado Gonzalo, de nombre Abimael Guzmán, camarada en jefe del oscuro Sendero Luminoso.
Los hilos de la trama y de la metáfora trágica que destila esa trama sólo pueden proceder de la madeja de esa sanguinaria y laberíntica etapa de la vida peruana. No se entiende por qué John Malkovich, pudiendo hacerlo sin distorsionar el relato, no llama a las cosas y a las gentes reales por su nombre y se pierde en vaguedades, falsos nombres e imprecisiones de lugar y tiempo que dañan al entendimiento de un filme diáfanamente construido. Y, aunque tiene otros, es éste, y con mucho, su más peligroso defecto, porque atañe a su credibilidad.
Imprecisiones
Estas imprecisiones, y algunas escenas que se van por las ramas y ocultan el tronco, hacen que tarde un poco más de lo conveniente en llegar el giro, el impulso hacia adelante, que la película necesita cuando, hacia la mitad de su duración, notamos que comienza a moverse circularmente, sin avanzar, y corre el peligro de estancarse. Pero ese impulso llega cuando a aquella imagen brutal y surreal del perro ahorcado le sigue un goteo de otras imágenes de similar capacidad turbadora, seguidas en contrapunto de las bellas visiones de los misteriosos apagones de la ciudad y, en medio de este juego de signos de oscuridad y de horror, la dinamita del magnífico dúo Bardem- Morante se dispara y la historia de terror se escora hacia la historia de amor.
Porque el buen amor que casi sin palabras encienden las miradas del actor español y la actriz italiana es una verdadera concreción, puro grano cinematográfico en medio de una película a la que le sobra paja, comenzando por la derivada de su no agarrar por los cuernos, frontalmente, al toro de un suceso histórico terrible, bronco, de los que no perdonan que quien los narra se vaya por las ramas. El dúo protagonista y los apoyos que obtiene en los maravillosos trabajos de Juan Diego Botto, Elvira Mínguez y un buen reparto bien homogeneizado por Malkovich, dan cuerpo y concreción a una película necesitada de ambas calidades. Y Pasos de baile llega a ser un presagio de gran estilo en su novato director, que ha hecho una película muy arriesgada y bien resuelta, que se ve mejor que bien, pues a su lado de buen cine de acción y de intriga policiaca se adosa un más que buen -porque tiene vibración y emoción y sugiere dolor y gozo- cine lírico, un intenso y limpio idilio envuelto en un aura de amor trágico, atrapado por la fatalidad.
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