España tiene ya votos para sentarse en el Consejo de Seguridad de la ONU
La elección, que se considera segura, se celebrará el 27 de septiembre
España será elegida miembro del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas el próximo 27 de septiembre, salvo percance imprevisible o cataclismo. Aspira a una plaza que no le disputa nadie y cuenta, además, con más promesas de voto de las necesarias, confirmadas por escrito. En esas condiciones, puede darse por seguro que un representante español se sentará a partir de enero y durante los próximos dos años en el órgano supremo de la ONU. Sólo los cinco grandes -EE UU, Rusia, China, Francia y el Reino Unido- son miembros permanentes.
Será la cuarta vez que España ocupa esa posición, a la que se otorga gran importancia diplomática dada la envergadura de las responsabilidades asumidas por el Consejo, que, en estos días, por ejemplo, está definiendo plazos y condiciones de la acción internacional contra Irak. España, que no tiene hoy nada decisivo que decir al respecto, jugará otro papel en esos temas a partir de enero, aunque la voz cantante corresponderá siempre a los cinco únicos socios citados, que tienen derecho de veto en el órgano rector de las crisis.
La elección se presenta más clara que las anteriores, dado que, en contra de lo que suele ser habitual, hay el mismo número de candidatos que de puestos vacantes. Sólo España y Alemania aspiran, en efecto, a las dos plazas del Grupo de Europa Occidental y Otros Países (WUOG), que se cubrirán el próximo 27 de septiembre. Entre los 15 miembros del Consejo de Seguridad, hay, además de estos dos europeos y los cinco grandes, tres representantes de países africanos, dos de América Latina, dos de Asia y dos de Europa Oriental. El 27 se elegirán también uno de los latinoamericanos, un asiático y un africano.
El logro de que las candidaturas europeas no superen los puestos elegibles, evitando las peleas usuales que se libran hasta el último momento, ha requerido extender la convicción de que ni España ni Alemania podrían ser batidas, lo que ha disuadido a eventuales candidatos. Así lo explica el embajador de España ante la ONU, Inocencio Arias, que reconoce que la clave del éxito consistió en empezar muy pronto una campaña, prácticamente en 1996, en la que el presidente del Gobierno, José María Aznar, se ha empeñado pidiendo el voto en sus viajes al exterior.
La confirmación de que no habría más competencia llegó el pasado abril cuando los componentes del WUOG, un grupo en el que hay países como Australia, Canadá o Israel además de los europeos, acordaron votar a España y Alemania, cerrando definitivamente el paso a otros aspirantes.
Para ser elegido miembro del Consejo de Seguridad hay que contar con el apoyo de al menos dos tercios de los 191 Estados que hoy integran la ONU, es decir, con un mínimo de 126 votos. España tiene confirmadas por escrito las promesas de un número de países mayor que ése, de manera que tendría que darse una circunstancia muy especial, capaz de provocar que un gran número de Estados se abstuviera, para que no fuera elegida.
La ministra de Exteriores, Ana Palacio, ha reconocido que sentarse en el Consejo implica también responsabilidades que pueden complicar las relaciones de España. El hecho de votar en todas las decisiones de la ONU, por ejemplo, en relación con el Sáhara, es susceptible de potenciar las tensiones con Marruecos.
Estas tareas implican redoblar los esfuerzos diplomáticos y sustituir antes de enero al embajador Arias, según ha dicho la propia ministra, por el único motivo de que ha cumplido el plazo de cinco años que usualmente desempeñan los embajadores en un mismo destino. Como posibles sucesores se habla de Miguel Ángel Moratinos, que ha acumulado una gran experiencia multilateral como enviado de la UE en Oriente Próximo, y Javier Garrigues, secretario general del Ministerio de Exteriores.
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