Teología y lucha de clases
El congreso de teólogos convocado por la Asociación Juan XXIII ha tenido como tema central la actitud de los cristianos frente a la actual globalización capitalista. El primer ponente fue el escritor y periodista Manuel Vázquez Montalbán. Sus palabras iniciales fueron: '¿Qué hace un ateo como yo en un congreso de teólogos?'. La pregunta comportaba ya una respuesta que supongo agradecida y satisfecha. A Manolo (todos le llamamos así para demostrar nuestra intimidad con él) no le molesta ser un punto de referencia para ciertos cristianos, igual que al sociólogo Salvador Giner le encanta ser amigo y colaborador de la revista católica El Ciervo pese a su cordial agnosticismo. Está claro que ambos se limitan a respetar y mostrar su simpatía a quienes, en la Iglesia, se declaran y se comportan como gente de izquierda, lo que hace medio siglo se calificaba de 'catolicismo progresista'.
Fue en aquella época, de lucha clandestina contra la dictadura, cuando nació una sincera amistad,personal y generacional, entre los hijos de los dos bandos de la guerra civil con motivo de una camaradería resistente y de unos ideales de revolución social anticapitalista,compartidos por unos y otros entre reticencias mutuas. Si los progresistas increyentes dudaban de la coherencia revolucionaria de los católicos debido a su fe religiosa, éstos últimos temían de los primeros un dogmatismo ideológico insensible a los costos humanos de la revolución que, a la larga y por paradoja, concluyera en una perversión del marxismo democrático original o en una adaptación resignada al sistema imperante, 'dadas las condiciones objetivas', como en la democracia social capitalista. El cristiano que mayor respeto se ganó en este duelo de reticencias por parte de ambos sectores fue Alfonso Comín, hasta que las abandonó, militando en el PSUC y en el PCE cuando estos partidos marxistas adoptaron honestamente y sin ambages el eurocomunismo y se ofrecieron como alternativa a la prisionera socialdemocracia.
El diálogo teológico-revolucionario de Comín y Manolo Vázquez en aquel tiempo -cuando los tres militábamos en el Frente de Liberación Popular, el popular Felipe- y las muchas veces que nuestro amigo ha comentado la importancia y el sentido de la vida y la obra cominianas o 'coministas' hacen del escritor 'poscomunista' un inmejorable referente del diálogo actual entre cristianos y creyentes -agnósticos o ateos- en la dignidad humana y en la justicia para todos sin excepción. ¿Qué hacía M. V. M. inaugurando un congreso de teólogos comprometidos con la lucha anticapitalista actual? Pues sencillamente lo que ha estado haciendo toda su vida, antes, en y después de la caída del muro berlinés. Para él y para muchos cristianos no existe el fin de la Historia ni el experimento soviético monopoliza y aún menos representa el ideal revolucionario, el cual sigue vivo y sobrecargado de las muchas y buenas razones que la globalización liberal añade a las que tanto el uno como los otros compartieron hace medio siglo.
M. V. M., el empecinado, resumió su mensaje teologal recordando la actualidad hiriente de un concepto intencionadamente olvidado y despreciado por los sociólogos al servicio del sistema: la lucha de clases. En Euroamérica, la conciencia de clase y el conflicto interclasista podrán haberse diluido y mitigado en el imaginario colectivo impuesto por la industria ideológica del poder dominante, pero nadie puede negar estos días la gran divisoria nacional e internacional y el enfrentamiento entre los corruptos acumuladores de riqueza ajena y los empobrecidos hasta la miseria y muerte por culpa de tal depredación violenta y a menudo genocida. Tal situación clama al cielo de muchos cristianos en el mundo, que tornan a rebelarse contra ella y se alinean con las propuestas de una diferente globalización, democrática y humana, es decir, anticapitalista. Vuelven a escuchar la palabra de antiguos profetas inasequibles a la teología liberal mientras éstos colaboran de nuevo, sin recelos, con quienes están recuperando la energía espiritual y política que mostraron en España durante el franquismo. Un detalle simbólico pero significativo podría ser el hecho de que si las parroquias protegieron la clandestinidad del movimiento obrero y en ellas se fundaron, como en la de Sant Medir de Barcelona, muchas CC OO, el congreso de teólogos de Madrid se clausuró con una misa concelebrada en el salón de actos de dicho sindicato. Como decía Alfonso Comín, 'la lucha de clases también pasa por la Iglesia'.
El horizonte de una colaboración de los cristianos con los movimientos sociales anticapitalistas se ha abierto extraordinariamente en los últimos años, más allá del antiguo diálogo católico-marxista de los cincuenta y sesenta. A la teología suramericana de la liberación se han sumado la teología feminista y ecologista, que combaten el presente modelo de sociedad machista, violenta, autoritaria, competitiva y depredadora. El 'otro mundo posible' no es sólo el de más allá de este mundo, sino el que se ofrece como alternativa global al neofascismo 'liberal', encabezado hoy por ciertos gobernantes yanquis y europeos, y que cuenta ya con la cooperación, sin dudas o reticencias, entre creyentes en el ser humano, cristianos o no. En nuestro país, los estudios del profesor Díaz Salazar y las propuestas de socialistas como Obiols, Zapatero y Jáuregui nos dan la tónica de esa posible y deseable camaradería. Fuera de aquí, para poner un ejemplo, el secretario de Refundación Comunista, el italiano Fausto Bertinotti, acaba de declarar en este diario, refiriéndose a la necesidad de una nueva izquierda organizada alrededor de los objetivos de la antiglobalización: 'Hay que hacer un mapa con todas las fuerzas alternativas, comunistas, ecologistas, católicos, feministas, que estén a la izquierda de la socialdemocracia europea'.
Me ha gustado ver a Manolo en un congreso de teólogos contestatarios. Me ha devuelto a los años juveniles en que, con él, luchamos juntos Comín, Joan Gomis, Massana, Urenda y tantos otros, cristianos o ateos, pero todos creyentes unidos por una misma fe en la Tierra y en el ser humano de cualquier rincón del mundo. Vox populi, vox Dei.
J. A. González Casanova es catedrático de Derecho Constitucional
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