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Bolaño recupera una novela de 1980 con 'algunas escenas eróticas e inquietantes'

'Amberes es de los pocos libros que puedo releer sin que me caiga la cara de vergüenza', dice el escritor Roberto Bolaño (Santiago de Chile, 1953). Es la última novela que ha publicado (Anagrama), pero su escritura se produjo hace una veintena de años. Bolaño hacía poco que se había instalado en Barcelona huyendo de la represión pinochetista y trabajaba por las noches en un cámping de Castelldefels: 'No dormía nunca. Me mantenía despierto tomando café y fumando', explica en un prólogo que ha titulado Anarquía total: veintidós años después.

Vivía por y para la literatura. Entonces, dijo el autor de Nocturno de Chile en la presentación del libro, 'no pensaba en publicar. Estaba de espaldas al mundo editorial, a lo que se llama hacer una carrera de escritor'. Dos décadas después, y consagrado ya como una de las voces más importantes de las letras latinoamericanas, consideró 'absurdo' mantener el texto en el cajón durante más tiempo. Para los lectores habituales de Bolaño, se trata de una oportunidad de excavar en algo que él mismo califica de 'arqueología de Los detectives salvajes', una de sus novelas más celebradas y merecedora del Premio Rómulo Gallegos en 1999.

El lector detective

'Me gustaría que se leyera Amberes como una novela policial con algunas escenas eróticas e inquietantes', afirmó. Aparentemente, no es fácil, puesto que se trata de un texto descompuesto, en cierto modo, que el lector debe conjuntar. 'Lo ideal es que el lector haga de detective, que coloque las cosas por su orden y descubra al asesino', añadió. 'Es una novela policial, aunque el policía tiene dificultades para llegar al lugar del crimen, el cadáver tiene dificultades para materializarse en algún sitio y es muy difícil interrogar a los sospechosos'.

Su editor, Jorge Herralde, calificó la prosa de 'hipnótica e incandescente'. Y, a juicio del escritor, el territorio de dudas que se describe en el libro tiene mucho que ver con cómo vivía él esos años: 'Todo son conjeturas, más o menos con las que tenía que moverme yo cuando tenía 27 años y escribí el libro'. Y continuó: 'El libro es muy frágil en el aspecto argumental, en el sentido que el narrador no sabe qué está pasando'. Denota, dijo, su 'fragilidad mental'. En contraste, los hechos que se suceden en sus escasas 120 páginas 'son muy sólidos'.

Quizá tan sólidos como los que se viven en circunstancias extremas, como cuando Roberto Bolaño acababa de llegar a España. Entonces, recordó: 'Me atemorizaba enfermar porque vivía solo y no tenía papeles'. 'En los momentos difíciles', apuntó, un poco como termina el libro, 'la literatura te tiene que proporcionar consuelo. O, por lo menos, armarte de valor para lanzarte al río'.

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