El caos se adueña de nuevo del sistema electoral de Florida
Aunque Jeb Bush ha renovado las máquinas, las primarias demócratas han sido un desastre
Florida ha vuelto a dar un nuevo espectáculo electoral. En 1997 votaron los muertos, en 2000 miles de vivos se quedaron sin votar porque no entendían las papeletas mariposa, y el pasado martes miles de sufragios se han perdido en un limbo electrónico. Esta vez los electores acudieron a las urnas pensando que, por fin, el sistema se había arreglado. Pero no, ha sido un caos: los funcionarios no supieron manejar las máquinas y muchas no funcionaron.
Los funcionarios apagaron las máquinas antes de tiempo, perdieron los chips de tabulación, cientos de colegios abrieron cuatro o cinco horas tarde y miles de ciudadanos se quedaron sin ejercer su derecho o sin saber si su decisión va a contar. Ocurrió el martes, en las primarias demócratas a gobernador de Florida. La propia candidata Janet Reno tuvo que esperar una hora en la puerta de su colegio hasta que los funcionarios lograron poner en marcha los terminales del nuevo sistema de votación electrónica. Ayer, tres días después, se desconocía si ha ganado la ex ministra de justicia Reno o el abogado Bill McBride. Reno tiene, según el primer escrutinio, 8.100 votos menos que su rival, pero ha dicho que no reconocerá la derrota hasta que se cuenten todos los votos y no descarta acudir a los tribunales. Al mismo tiempo, McBride ha declarado su victoria y la Secretaría de Estado le ha certificado como ganador. Parece un guión de lo ocurrido entre George W. Bush y Al Gore hace sólo dos años.
Tras aquel fiasco, el gobernador del Estado, Jeb Bush, hermano del presidente, prometió modernizar el sistema reemplazando las antiguas papeletas, en las que había que perforar el número del candidato seleccionado, por unas electrónicas que han costado más de 30 millones de dólares. Funcionan como un cajero autómatico en el que las pantallas van cambiando a medida que se pulsan las opciones. Al final del proceso electoral puede corregir sus preferencias antes de que una luz roja le alerte de que puede depositar el voto.
Todo muy fácil. Sin embargo, especialmente en dos de los 67 condados, Miami-Dade y Broward, donde Reno cuenta con apoyo mayoritario, se produjeron todas las situaciones y fallos imaginables. Por ejemplo, ayer aparecieron 1.818 votos que no se habían contabilizado en 81 colegios; en otro aparecieron 497; en otro 434; en otro 373. Y hubo varios casos de situaciones matemáticamente imposibles: en una circunscripción donde había 1.615 electores sólo se registró un voto, en otros con miles de electores no se computó ni uno, y al menos en un colegio las máquinas contabilizaron un 900% de electores más de los existentes.
El surtido de errores inexplicables hizo que incluso las autoridades de Miami-Dade admitieran ayer que se debían reexaminar las 7.200 máquinas marca Votronic. Abrumado, el jefe del departamento de elecciones de Miami-Dade, David Leahy, dijo que 'confiaba en que los votos no se hubieran perdido para siempre. Creemos que están en la memoria de los ordenadores, pero por razones que desconocemos las terminales no los trasmitieron'.
Si se revisaran los resultados, Janet Reno podría resultar favorecida. Sólo necesita encontrar 1.000 votos entre los miles perdidos para que, por ley, se produzca un recuento automático. La decisión, sin embargo, está en suspenso y su equipo legal ha dicho que si es preciso acudirán a los tribunales. Pero la cúpula de su partido (que la dio la espalda en estos comicios y fabricó al candidato McBride) la está presionando para que no lo haga porque la mala imagen restaría las posibilidades de que McBride venciera a Jeb Bush en noviembre.
El último sainete electoral ha restado también credibilidad al gobernador Bush, que ya la tenía deficiente desde que su hermano ganó por 535 votos. Ahora, Bush y McBride se han enzarzado en una guerra de culpas. El último se las echa al primero y éste a los funcionarios demócratas que dirigieron el proceso en Broward y Miami-Dade. Los electores están hartos.
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