La fuerza espiritual de la obra de Cristino de Vera entra en Silos
Una exposición reúne los 50 dibujos a tinta china que el pintor ha donado al monasterio
La primera vez que Cristino de Vera acudió al monasterio de Silos fue por recomendación de Gerardo Diego, autor de la elegía al ciprés de Silos. Ambos coincidían algunos veranos en los cursos de la Universidad de la Magdalena, en Santander, y durante una exposición que el pintor
realizó allí en la que el poeta hizo las veces de introductor, el artista decidió seguir el consejo al pie de la letra. 'Gerardo Diego asociaba algo de mi trabajo silencioso con Silos, con los lugares de meditación profunda, y por eso él tenía tanto interés en que fuera', contó el pintor.
Ese silencio, unido a una obra que no responde a modas ni a vanguardias, pero que al margen de las clasificaciones no hay duda en ser definida de 'muy espiritual', es el motivo por el cual, 30 años después, Cristino de Vera regresa al monasterio de Silos, en Burgos. Esta vez como protagonista de una exposición de 50 dibujos realizados en tinta china y donados por su autor, que se inauguró ayer y que permanecerá abierta hasta el 16 de diciembre.
'Todos los artistas, no sólo los antiguos, han tenido el deseo de pintar una iglesia'
'Desde el Paleolítico, el hombre siempre pintaba buscando algo, eso es religiosidad'
'Las cualidades de la obra de Cristino de Vera se adaptan muy bien al espíritu de Silos, a su introspección. Es un pintor muy sensible y exquisito, a veces difícil de entender por el público', contó María José Salazar, comisaria de la exposición y conservadora del Museo Reina Sofía. Este museo, con el patrocinio de Caja Duero y la Cámara de Comercio de Burgos, es el que organiza desde hace tres años exposiciones con pintores que se adaptan al ambiente místico de las salas del monasterio benedictino. Miquel Barceló, Antoni Tàpies, José Manuel Broto son algunos de los que han expuesto allí con gran éxito. Susana Solano, Martín Chirino, Juan Navarro Baldeweg y Ràfols Casamada serán los próximos.
A Cristino de Vera (Santa Cruz de Tenerife, 1931) le entusiasmó la idea -'todos mis grandes maestros tienen algo de monacal: Zurbarán, Vázquez Díaz, Fra Angélico, Cézanne...'- y porque, en el fondo, siempre ha querido pintar una iglesia, como muchos de los grandes maestros. 'Todos los artistas han tenido este deseo, no sólo los antiguos, también los modernos. Mark Rothko, con el que también me siento deudor, pintó en su estilo abstracto una capilla. Desde el Paleolítico el hombre, por miedo, pintaba bisontes, siempre buscando algo, y eso tiene mucho de religiosidad'. Y su conclusión es que el arte no ha perdido la raíz religiosa.
Gran lector de los clásicos, a quien cita a menudo en su conversación, amante y buen conocedor de la música, Premio Nacional de las Artes Plásticas en 1998, De Vera es un artista solitario, siempre alejado de los circuitos de la fama. Lo justifica diciendo con sentido del humor ('es bueno tener humor y ejercerlo porque te pone en tu sitio'), que una inflación del ego es 'un cansancio y una estupidez'. Considera que el trabajo del artista tiene además un carácter colectivo en el que participan las influencias de otros artistas y la empatía con el público. Como ejemplo recuerda a Stravinski la primera vez que dirigió un concierto en Madrid, en el teatro Monumental. 'Al finalizar agradeció al público su asistencia y dijo: 'Doy las gracias porque sin vuestros oídos la música que yo hago sería un silencio total'.
El trabajo de De Vera tuvo en su inicio una gran influencia de su maestro Vázquez Díaz. Después, todos los objetos de este pintor figurativo, los paisajes o figuras toman forma a través del dibujo. En su evolución posterior utiliza la pintura, un medio que ya prácticamente ha abandonado. Habitualmente trabaja con tinta y plumilla, realizando dibujos muy elaborados.
Los temas de los dibujos con los que ha acudido al monasterio de Silos son los temas recurrentes del pintor: grandes espacios que dominan la composición, tazas, velas, unido a otros 'más adecuados al espacio del monasterio', como algunas crucifixiones que le permiten expresar 'el sentido de la vida, de la muerte y de la propia existencia'.
Todos estos dibujos que desde ayer se muestran en Silos han sido donados por el artista al monasterio, en parte, por la complicidad que De Vera ha encontrado con Clemente Serna, el abad del monasterio. Serna destacó ayer la 'sencillez y profundidad' de la obra de Cristino de Vera, de la que dijo que 'conecta con la esencia del ser humano'.
'Quiero que mi modesta aportación a la estética humana, a la belleza, a la intimidad', concluyó el pintor, 'permanezcan en lugares vinculados de alguna forma a mí'.
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