Johanesburgo, entre el escapismo y la estafa
Cada vez más grandes, más costosas, más inutiles, más perversas. Este destino ineluctable de las conferencias intergubernamentales se ha cumplido con máxima gloria en la cumbre de la Tierra que acaba de terminar. Altos representantes con muy nutridas delegaciones de la totalidad de los países miembros de las Naciones Unidas -la del ausente Bush con más de 350 personas-, casi un centenar de jefes de Estado y de Gobierno, miles de intervenciones y de comunicados, 2.500 periodistas, o sea un conjunto de 6.000 personas, protegidas por un impresionante dispositivo de seguridad, que, como es habitual en este tipo de acontecimientos, han transformado Standton, el barrio de negocios donde se han reunido, en un búnker inexpugnable. Y como la experiencia enseña mucho, los organizadores han empujado a los representantes de la sociedad civil -más de 60.000 miembros de más de 7.000 ONG procedentes de más de 180 países- hacia la periferia de la ciudad, localizándolos en muy diversos lugares y con un núcleo central situado a 30 kilómetros del lugar de la reunión oficial. Lo cual no ha facilitado ni su trabajo ni su visibilidad pero ha impedido que contagiasen a los poderes institucionales.
En Johanesburgo se ha tocado fondo. Ha sido una larga caída, que no ha durado 10 años como podría hacer pensar la designación usual de Río + 10, porque el proceso no comenzó en 1992 en la ciudad carioca, sino 40 años antes, con las impugnaciones contra el productivismo depredador, la carrera hacia el consumo sin límites y las agresiones al medio ambiente. Su primer hito fue la reunión de Estocolmo en 1972, en la que ya aparece Maurice Strong, el gran confabulador de Río que puso después en circulación el oxímoron de desarrollo sostenible. Estocolmo, al que habría que llamar Johanesburgo-30, como a la Conferencia de Nairobi en 1982, JO-20, a la de Río, JO-10 para llegar a la de esta semana, con la que hemos cerrado el ciclo de nuestras declaraciones de buena voluntad y de la confirmación de nuestras impotencias.
Su expresión más palmaria la tenemos en la Declaración Política y en el Plan de Acción que ha producido la conferencia. Porque ya no cabe darle más vueltas a la noria. ¿Cómo es posible que la movilización de tantos esfuerzos y de tantos recursos durante más de 30 años hayan acabado en dos documentos, cuyas notas dominantes son la vaciedad retórica, la autocongratulación y el cinismo? Claro está que hay algunas propuestas menores positivas, pero ¿cómo calificar la contradicción entre la anunciada voluntad de poner fin al descalabro del planeta y la insistencia en mantener el modelo económico que lo ha producido?
Cuando la voracidad acumulativa y las prácticas fraudulentas, en las economías occidentales, en particular en EE UU, han instalado la estafa y el latrocinio en el corazón mismo del sistema convirtiéndolo en un verdadero ladrocapitalismo ¿cómo es posible que la única solución que nos propone esta cumbre de la Tierra sea recurrir a las empresas privadas? Hasta personas valiosas como Mark Malloch, director del PNUD que suscribe que el derecho de acceso al agua sea un derecho de todos, propone que su gestión se confíe a la iniciativa comercial cuyo único y legítimo objetivo es el lucro? Cuando el Plan de Acción proyecta reducir, antes de 2015, en 1.000 millones las personas que no tienen agua potable, ¿a quién piensa engañar al omitir que eso no es posible sin resolver el problema de las infraestructuras sanitarias de esas poblaciones a lo que se opone EE UU, con su niet imperial?
Johanesburgo, sin embargo, por obra de los ecologistas y de los altermundistas, ha establecido las bases de la unidad de la acción alternativa: el combate ecológico, el social y el ciudadano son un mismo combate. Los ricos que quieren ser más ricos intentan ahora quedarse con la tierra, no por fincas, sino en bloque. Frente a ello los alternativos han propuesto que el primer frente conjunto sea el ideológico. Cuarenta años de estafa a base del desarrollo, con y sin adjetivos, son demasiados. Hay que enterrarlo, se ha dicho, y alumbrar otras categorías y otros propósitos. Se han citado: los Bienes Comunes de la Humanidad, la Economía Social y Solidaria, el poder global, la ciudadanía mundial.
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