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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Catalonia 'show'

En la tradición literaria y cultural española, 'la fea burguesía', según la motejara Miguel Espinosa, parece una especie social e histórica confinada en Madrid y sus aledaños. A la burguesía catalana, y más concretamente la barcelonesa, ese adjetivo de 'fea' se diría que no le conviene tanto, dado que, si bien dicha burguesía ha sido objeto -en igual o superior medida que la madrileña- de severas impugnaciones, aun en la más bochornosa de las circunstancias consigue lucir una suerte de glamour que, por mucho que se juzgue indicio de la más irritante bobería, cuando no agravante de una bellaquería redomada, tienen por efecto procurarle un cierto encanto.

Que así sea obedece a muy variadas razones, entre las que debe contarse, muy en primer lugar, la de haber sido vástagos de esa misma burguesía los que más obstinadamente la han impugnado, en una siempre agridulce ostentación de desafecto. También interviene el hecho de haber suscitado la burguesía barcelonesa, a diferencia de la madrileña, una mitología propia, apuntalada, por un lado, en la épica gansteril del advenedizo y, por el otro, en la perspectiva libidinosa y falaz del xarnego (baste pensar aquí en las obras de Eduardo Mendoza y de Juan Marsé). Por no hablar del énfasis modernista y pretendidamente cosmopolita de Barcelona misma, y de su siempre favorecedora distancia del poder central; todo lo cual, sumado a la naturaleza congénitamente melindrosa y oportunista del nacionalismo liberal, y a esa aptitud para nadar guardando la ropa que se conoce por seny, parece envolver a la burguesía catalana en un escurridizo satén.

CATALANES TODOS. LAS QUINCE VISITAS DE FRANCO A CATALUÑA

Javier Pérez Andújar La Tempestad. Barcelona, 2002 224 páginas. 14,90 euros

El caso es que, del abundante caudal de literatura más o menos crítica con los comportamientos de la burguesía catalana durante y después del franquismo (Momentos decisivos, la última novela de Félix de Azúa, se contaría entre las muestras más recientes), no acaba de desprenderse una descalificación neta e incordiantemente comprometedora, y parece ser el empeño de enderezarla lo que animó a Javier Pérez Andújar (Barcelona, 1965) a documentarse para escribir Catalanes todos.

El envoltorio del libro no pue-

de ser más prometedor, comenzando por el título mismo y esa fotografía del Caudillo besando a la Moreneta que ilustra la cubierta. El texto de la contracubierta señala cómo el subtítulo escogido -Las quince visitas de Franco a Cataluña- sirve de clave estructural para un texto que se ofrece como 'una historia secreta del franquismo catalán, desde la guerra civil hasta la recuperación del Estatuto'. Se pretendería con ella denunciar 'la privilegiada posición de la aristocracia y de la alta burguesía barcelonesas durante la dictadura de Franco'. Y hacerlo, por una vez, con nombres y apellidos, según parece deducirse del exhaustivo índice de nombres que da razón de las cerca de quinientas personalidades reales que comparecen en el texto en calidad de protagonistas o figurantes. Como condimento añadido, se reproducen junto al texto de numerosos anuncios publicitarios de época, así como fotografías de archivo y otros documentos más o menos pintorescos. Todo ello precedido por un prólogo del autor en el que, con tono intimidante, se anuncia de qué trata el libro, a saber: de los catalanes que, 'de todo corazón, salieron a la calle ataviados con sus camisas azules y sus boinas rojas para vitorear al Caudillo'; de cuantos 'acumularon su primera fortuna aprovechándose de los privilegios que les brindó el franquismo'; de todo un tejido social que, durante los cuarenta años de dictadura, vivió en Cataluña 'a cuerpo de rey', al precio de pactar con el sistema, desde luego, pero sin empacho de, llegado el momento, ingresar cómodamente en las filas del 'catalanismo democrático', eso sí: 'Pasándole de vez en cuando una goma de borrar a la Historia'.

De todo esto trataría, pues, este libro, del que asegura su autor que la mayor parte de los acontecimientos que sirven de trasfondo a los episodios que lo constituyen son rigurosamente verídicos. Y así es, en efecto: Pérez Andújar ha tenido la paciencia de bucear con algún detenimiento en las hemerotecas y meterse un atracón de números antiguos de La Vanguardia Española y de ¡Hola! De ahí ha sacado un montón de nombres, de ecos de sociedad, de informaciones y crónicas de época (a cual más vil o disparatada, como era de esperar), de cuanto nutre la llamada petite histoire de un país, y se ha ocupado con ello de crear un convincente 'efecto de realidad' para lo que constituye, en definitiva, una colección de viñetas satíricas cronológicamente ordenadas. El hilo conductor de la secuencia lo proporcionan las ficticias malandanzas de Juanito Oliva Fabregat, un falangista de base que queda mutilado durante los estertores de la guerra civil y que, por no pertenecer a la clase patricia, sobrevive de mala manera a los vaivenes de los tiempos, de forma que en el orgullo y la ilusión de los primeros años de la victoria van 'abriéndose paso la sospecha, la resignación y la ironía, por ese orden'.

El resultado de todo esto es una especie de cómic documental, muy influido por la poética de los fanzines a que tan adicto parece ser Pérez Andújar. El humor se identifica aquí con el chiste, la insumisión con la gamberrada, la denuncia con el chivatazo, y la progresiva degradación de todos los propósitos inicialmente declarados se resuelve en un inofensivo bromazo, más simpático que otra cosa, por no decir emotivo, en el sentido en que puede serlo un libro como El florido pensil, de Andrés Sopeña. La intención crítica queda así desactivada, resolviéndose en simple ademán denigratorio. Ni siquiera el ostentoso empleo de nombres propios tiene efectos comprometedores, dado que la exagerada caricatura impide la identificación cabal y se desatienden las motivaciones, de modo que, en la mayor parte de los casos, todo queda en dejar dicho, para quien no lo supiera, que Martín de Riquer, por ejemplo, fue falangista y cooperó con el Servicio Nacional de Propaganda, o que Jorge Herralde, vaya por dónde, gustaba de montar a caballo cuando, muy joven aún, frecuentaba el Real Club de Polo. Todo esto al lado de las actuaciones de Franz Johann y los Vieneses, y de las consabidas tropelías del alcalde Porcioles.

Menudean, de un tiempo a esta parte, los más o menos indulgentes ejercicios de revisión del franquismo y sus secuelas, emprendidos por lo general con más ánimo de choteo que con voluntad de realizar un verdadero ajuste de cuentas. La mayoría de estos ejercicios, vaciados de tensión literaria, no van más allá de una suerte de costumbrismo camp, o pop, más o menos cáustico, más o menos sentimental. El encono de Pérez Andújar parece invitarlo a llegar más lejos, pero la vía escogida -ese bendito humor que termina por actuar de disolvente de toda intención crítica- lo devuelve a la casilla de salida, donde todo se queda en decir qué memos eran algunos, qué canallas los otros, y hay que joderse con que sean siempre los mismos los que, además de pasárselo bien, terminen por escribir la Historia.

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