Homenaje al cine del gran Antonioni
El director de 'La aventura' cumple 90 años y se ha exhibido una retrospectiva de su corta pero ilimitada obra. Concursaron interesantes filmes del japonés Takeshi Kitano y de la polaca Agnieszka Holland
La retrospectiva dedicada por la Mostra a Michelangelo Antonioni con la proyección de 16 largometrajes y todos los cortometrajes y documentales realizados culminó ayer en un vibrante homenaje al anciano cineasta italiano, que el próximo día 29 cumple 90 años. La obra de Antonioni es corta, pero ilimitada y lleva dentro un colosal y revolucionario esfuerzo de búsqueda de los límites del lenguaje cinematográfico y gran parte del cine moderno, por no decir todo, no se entendería sin su genial exploración de los engranajes de tiempo y espacio en una pantalla.
La restauración de la obra de Antonioni que dirige Carlo di Carlo -responsable del estudio técnico - 'está siendo un trabajo gozoso, aunque extenuante'. Todo el cine de Antonioni necesita urgentemente trabajos de restauración. Dice Di Carlo a La Repubblica: 'De no habernos decidido a hacer a toda prisa los trabajos de restauración parte de su obra estará destinada a la desaparición'. La recuperación del cine de Antonioni culminó con la nueva copia, presentada ayer en un vibrante homenaje al cineasta de Ferrara, de La aventura, la película que desencadenó el asombroso giro de estilo que alimentó y sigue alimentando, a uno y otro lado del Atlántico, la aventura del ensanchamiento hasta zonas aún inexploradas del territorio expresivo de la imagen.
Pero si la obra de madurez de Antonioni requiere muchos y muy delicados trabajos de esclarecimiento y de pulimento, la zona inicial de su carrera se estaba literalmente muriendo y pide socorro a gritos porque los negativos de sus películas básicas -Crónica de un amor, Las amigas y El grito- se encuentran a merced de un galopante proceso de difuminación y deterioro que amenaza seriamente a su existencia. Y un tesoro del arte moderno se habrá desvanecido para siempre con ellas. Pero ayer el ya casi nonagenario Antonioni pudo asistir en su mudez -hace muchos años que sobrevive a un fortísimo infarto cerebral que le privó de la palabra y casi del movimiento- al último acto del reconocimiento por hombres de cine de todo el mundo de la impagable deuda contraída con él.
Mientras tanto, el concurso de la Mostra trajo ayer Muñecos, una bella y muy singular película del japonés Takeshi Kitano, en la que, con preciosismo dominado por el buen gusto, pone en pantalla una tragedia extraída de las tradiciones seculares e inmortales del Teatro Bunraku. Kitano arranca de las prodigiosas marionetas de esta venerable escena tres historias cruzadas, con las que compone un filme casi mudo, de estructura itinerante y una exquisita composición sonora y visual, a ratos cercana al cine primitivo, sobre todo en los ritmos de montaje. Es un experimento muy aventurado, que resbala en la piel de algunas y cala muy en el fondo de los ojos de otros.
La realizadora polaca Agnieszka Holland trajo Julie walking home, una complicada historia en la que la cineasta vuelve a situarse en los bordes de una busca algo enloquecida del milagro por parte de una sensibilidad católica pero agnóstica. Es el relato del intento de una mujer de curar a su pequeño hijo enfermo de cáncer llevándolo a un curandero místico, un ruso errante y milagrero. Comienza el filme muy bien, con brío e intensidad, pero como en otras películas de la señora Holland, ésta pierde en la parte final las riendas del relato y la película se le va de las manos.
No tiene, en cambio, ningún interés la coproducción de varios países europeos, entre ellos España, El beso del oso, un tremendo disparate del ruso Sergéi Bodrov, en el que el único respiro es la presencia en el arranque de Ariadna Gil, que deja vacía la pantalla al desaparecer de ella al cuarto de hora. Lo que viene después no tiene ni pies ni cabeza y no se entiende cómo tanto absurdo y tanta torpeza puede haber sido dirigida por quien hace unos años realizó con solvencia El prisionero del Cáucaso.
Babelia
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