Mujeres
Promete el candidato socialista que en su Gobierno habrá un 50% de mujeres. Yo no quiero mujeres ministros, ni guardias civiles ni sacerdotes, que son algunas de sus aspiraciones de ahora; ni monjas, que ha sido su castigo y su enfermedad mental de todos los siglos. Tampoco querría que lo fueran los hombres. Supongo que eso sólo se conseguirá el día en que nadie necesite ser asesino, terrorista, pecador o súbdito. Esto me nace de dos obsesiones: un exceso de consideración que tengo por la mujer: debe ser otra especie de sexismo: su calor, su proximidad, su protección. Edipo, ya se sabe. O el invento tremendo de la virgen María para no dejar en un mundo de machos solos el catolicismo. ¡Las Tres Marías! De eso hay quien dice que los evangelios fueron escritos por una o varias mujeres, que cambiaban el concepto que se tenía de ellas en la sociedad judía. Apenas sirvió: a partir de Pedro, todo dio la vuelta otra vez. La otra obsesión es mi malestar con los gobiernos y sus funcionarios, los guardias de toda índole, centuriones o ertzainas; las religiones que traicionan su palabra; los cenobios; las guerras y quienes las hacen -se reaviva ante la televisión, junto a la radio o frente al periódico-, y algunas cosas más que se dan por entendidas.
Pero, ¿qué tiene que ver san Pedro con Zapatero? Zapatero quiere tener mitad mujeres / mitad hombres, y no sé por qué no incluye las dos clases principales de homosexuales, o da por entendido que los habrá en el cuerpo general. Es natural en él: hay medio censo electoral de acuerdo con esa idea, el de las mujeres. Aunque no sé si muchas advertirán que lo que se quiere es solamente su voto. En todo caso, en la experiencia que tengo de tanta vida he comprobado que, después de la democracia, no ha habido mucha más inteligencia administrativa en mujeres que en hombres. Más aún, he visto mujeres que, cuando han dejado de ser ministros, han hecho pública su calidad de inteligencia en unos libros extraordinarios (Carmen Alborch). Está en la lógica: cuanto más lejos esté uno de mandamientos, programas, líneas generales, planes quinquenales, disciplina de voto, órdenes de autócrata, siempre se podrá ser mejor.
(Después de la democracia: quiero decir después de 1931-1936. Quiero pensar en Dolores Ibárruri y en Federica Montseny y en sus compañeras. Tienen pocas descendientes y están descolocadas. A unas las mataron, a otras las exiliaron, o las consumió la edad. Las hay jóvenes y vibrantes: pero a ninguna de ellas la nombrará Zapatero. ¡Ni Aznar!).
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