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Los socialistas franceses piden perdón a sus bases y prometen una crítica del capitalismo

El partido de Jospin hace autocrítica y espera renovarse con sus 15.000 nuevos militantes

Los socialistas franceses cerraron ayer su conferencia de verano soñando con 'un nuevo punto de partida'. Su primer secretario, François Hollande, optó por sintonizar con la base militante y reconocer la importancia 'de una crítica constante del capitalismo que exige una sociedad que no sea la de mercado'. Hollande intentó mantener un cierto equilibrio con el pasado jospiniano reivindicando 'las 35 horas de trabajo semanales como gran reforma de la izquierda', y afirmando al tiempo que 'no hace falta un partido nuevo, sino un partido capaz de hacer otra política'.

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Hollande también tuvo tiempo para la autocrítica al admitir que el Partido Socialista (PS) no se dio cuenta de que 'se estaba precarizando el mercado de trabajo' o que 'parecía dudar ante los temas de seguridad ciudadana'. El primer secretario de los socialistas franceses cerraba con su discurso tres días de debates caracterizados por la actitud humilde de unos dirigentes que pedían perdón a las bases. 'Reivindico mi responsabilidad en este fracaso', dijo la ex ministra Martine Aubry. 'No hay que buscar un chivo expiatorio para explicar un desastre que ha sido colectivo', dijo el ex tesorero Alain Clays.

Claude Bartolonne, antiguo ministro de las Ciudades, afirmó: 'Los socialistas cometimos el error de creer que íbamos a ganar tan sólo porque Chirac era un mal candidato'. No hacía falta tener un programa, bastaba con la debilidad del otro. 'El problema es que las clases populares han dejado de votar de manera mayoritaria a la izquierda', precisó Marie-Noëlle Lienemann, también ex ministra de Jospin.

Para François Rebsamen, alcalde de Dijon y anfitrión del congreso socialista de inicios del 2003, lo importante es que 'al partido han llegado entre un 30% y un 35% de nuevos militantes. A esa gente no les importa la guerra de familias, sino que exige saber a qué aspira la sociedad francesa y cómo podemos encarnar los ideales de progreso'. Para Manuel Valls, uno de los líderes de la nueva generación socialista, 'el congreso del 2003 tiene que suponer una renovación del personal dirigente'.

Lo cierto es que el PS escucha a sus militantes. Rebsamen dirige una consulta entre la base. 'Hemos enviado cuestionarios a los militantes, y las respuestas, una vez procesadas, serán discutidas por las secciones'. La derrota en las presidenciales y legislativas del 2002 es un trauma, máxime ante un rival -Jacques Chirac- al que se consideraba lastrado por su imagen de hombre poco honesto. 'Habrá que ver si por una vez Chirac es capaz de respetar al menos una de sus promesas electorales', ironizaba ayer Hollande. 'Contamos con 15.000 nuevos militantes, gente que a menudo está con nosotros porque quiere excusarse del hecho de no haber acudido a las urnas', confiaba a este periódico Rebsamen. Entre esos nuevos afiliados, muchas mujeres, muchos jóvenes, muchos inmigrantes y mucha gente que se había centrado en la lucha sindical al margen de los partidos. 'Es una oportunidad histórica. El fenómeno no se había producido desde 1974 y hay que aprovecharlo. Entre 1986 y 1993 la gente sólo se daba de baja: éramos un partido de poder y gestión y sólo se quedaban quienes tenían o aspiraban a un cargo. Ahora habrá que renovar', dice Rebsamen.

Ayer Hollande pareció haber comprendido el mensaje. Su reciente amistad con Laurent Fabius, el socialista mejor considerado por la derecha y el menos amado por la izquierda, fue olvidada en beneficio de una base maltratada. 'No son los ministros quienes representan el pensamiento socialista', admitió Hollande. Antes, los militantes se habían quejado de 'la logomaquia incomprensible de los textos oficiales' y pidieron 'aclaraciones sobre la llamada Europa Social'. Para Hollande, pero también para otros dirigente del PS, 'la política social del partido a nivel europeo era incomprensible'. El futuro congreso exige de iniciativas continentales para regular el despido, las ayudas sociales, las subvenciones a empresas o el nivel de cargas sociales. El llamado dumping fiscal, tan del agrado de británicos e irlandeses, está en el ojo del huracán.

La estrategia de izquierda plural también es cuestionada. 'No debemos delegar nunca más ciertos temas en nuestros aliados', dijo Hollande, quejándose del monopolio infructuoso ejercido sobre cuestiones ecologistas por Los Verdes. 'Ha existido escasa solidaridad para con una política hecha en común', afirmó Hollande, mirando hacia los comunistas, ecologistas y republicanos de Jean-Pierre Chevènement. El fantasma de la unión de la izquierda no ha resucitado, pero sí el del partido hegemónico.

El PS quiere redifinir ciertas nociones básicas para la izquierda: 'servicio público', 'comunitarismo' y 'mundialización' figuran entre las más cuestionadas. Las referencias no se buscarán en la tradición liberal, sino en el pasado republicano. Giro a la izquierda, pues, aunque puede que sea más retórico que real.

El secretario del Partido Socialista francés, Hollande, ayer en La Rochelle.
El secretario del Partido Socialista francés, Hollande, ayer en La Rochelle.AP

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