Embaucadores
No es fácil entrar en la cofradía de los embaucadores o vendedores de humo. Dicen que hay que tener mucha clase; yo diría, caradura. Las noches de Marbella, en agosto, son permanente romería de vividores (as). Y ahora que llegó la corte de Aladino (rey Fahd) aún más. Por desgracia, también miles de trabajadores en largas colas soñando con El Dorado.
Existen vividores que hacen de esta actividad todo un arte. Vivir sin dar un palo al agua debe ser el no va más. Por eso, entrar en la santa cofradía de la holganza debe ser como tocar el cielo. Se conocen todos y todas. Marbella ya no es lo que era. Jesús Gil, desde aquel programa de jacuzzi, introdujo la caspa y los colgantes de oro como abalorios del poder y ya no es lo mismo.
De estos embaucadores (as) hay varias clases. Los más simplones (as) son quienes comercian con su cuerpo, su imagen, los sentimientos, amoríos, putiferios. Son carne de fotógrafos. Al fin y al cabo para que subsista la noche se necesita de estos vividores, caraduras, timadores, pechugas de silicona y labios de higo chumbo abiertos al sol.
Otra clase es quienes hacen de la noche su ocio, negocio y placer. Se les nota por su caída de ojos, sonrisa cínica, o irónica, o altanera; pose de depredador dispuesto a hincar sus garras en víctimas propicias y siempre dominando el escenario mientras que con el dedo tintinean el hielo sumergido en un Jack Daniel's. Son los profesionales del pelotazo. Mueven la noche bellotera para hacer negocios de día, talonario en ristre en clave gibralatareña, consiguiendo voluntades, votos y apoyo para operaciones urbanísticas. Conozco a personajes que llegaron a Marbella y Estepona más tiesos que la mojama y se hicieron millonarios de la noche a la mañana, aunque luego se dejen en la mesa de juego las plusvalías alcanzadas en una noche de coca.
Dicho así parece como si toda la Costa del Sol o Marbella más en concreto, fuese un lupanar en el que se refocilan y hacen negocio toda la basura del mundo. Ciertamente no es así, pero da asco saber como se hacen negocios con el simple trazo de un lápiz sobre una zona verde o no urbanizable. Y de eso se sabe mucho en Marbella y Estepona.
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