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La guerra preventiva

Uno de los acontecimientos asombrosos de los últimos meses es la presentación de la guerra preventiva como un instrumento legítimo y moral de la política exterior estadounidense. Éste no ha sido siempre el caso. El 7 de diciembre de 1941, día en que los japoneses lanzaron un ataque preventivo contra la Armada estadounidense, pasó a la historia como una fecha que vivirá en la infamia. Durante la guerra fría, a los defensores de la guerra preventiva (preventive war) se les despachaba como una panda de chiflados. Cuando Robert Kennedy llamó a la idea de un ataque preventivo contra las bases de misiles cubanas 'un Pearl Harbor al revés', y añadió: 'Durante 175 años no hemos sido esa clase de país', hizo que el ExCom -el grupo especial de asesores del presidente Kennedy- pasara de un ataque aéreo a un bloqueo.

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La política de contención más disuasión ganó la guerra fría. Después de la caída de la Unión Soviética, todo el mundo daba gracias al cielo porque los chiflados de la guerra preventiva no hubieran llegado nunca al poder en ningún país importante.

Hoy día, por desgracia, parece que están en el poder en Estados Unidos. El hecho de que ahora hablen de guerra para anticiparse a una ataque (pre-emptive) en vez de llamarla guerra preventiva (preventive), no cambia su carácter. La guerra preventiva se basa en la proposición de que es posible predecir con certeza lo que va a pasar.

Los halcones de la Administración de Bush sólo saben que si no actuamos hoy, algo horrible va a pasarnos mañana. El vicepresidente, Dick Cheney, y el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, evidentemente se ven a sí mismos como los precops de Minority Report, de Steven Spielberg, unos telépatas que están físicamente equipados para evitar crímenes que están a punto de ser cometidos.

La certeza sobre las predicciones es ilusoria. Una cosa que la historia no deja de enseñarnos es que el futuro está lleno de sorpresas y se burla de todas nuestras certidumbres.

Analicemos el caso inmediato: Irak. La política de contención más disuasión ha mantenido a Sadam Husein detrás de sus fronteras durante la última década. ¿Qué es lo que nuestros precops del Pentágono saben que planea hacer? ¿Cuál es el peligro claro y presente, la amenaza directa e inmediata que justifica el enviar el Ejército estadounidense a Irak? ¿Esperan los telépatas de la Administración que use su arsenal de armas de destrucción masiva contra Kuwait? ¿Contra Israel? ¿Contra Estados Unidos?

Puesto que Sadam Husein no está interesado en el suicidio, no es probable que haga ninguna de estas cosas. La agresión le haría el juego a los estadounidenses. Si utilizara su armamento, Sadam Husein daría al presidente de EE UU lo que éste desea de todo corazón: una razón que el mundo aceptara para invadir Irak e imponer un 'cambio de régimen'.

La única contingencia que muy probablemente llevaría a Husein a recurrir a sus siniestras armas sería precisamente esta invasión de Irak por parte del Ejército estadounidense. Entretanto, la política de contención parece estar funcionando. Si no funciona, la guerra siempre es una opción. Y Husein, a fin de cuentas, es mortal. Con toda seguridad, se va a morir un día. ¿Por qué es tan vital deshacerse de él la semana que viene o el mes próximo?

Las posibilidades de la historia son mucho más ricas y más variadas de lo que la mente humana es capaz de concebir, y la arrogancia de los líderes que están seguros de que pueden predecir el futuro merece un justo castigo. Como escribió el historiador inglés sir Herbert Butterfield: 'En la historia, los golpes más duros del cielo caen sobre aquellos que imaginan que pueden controlar las cosas de una manera soberana, jugando a la providencia no sólo para ellos sino para el futuro lejano, mirando al porvenir con un clase equivocada de previsiones, y apostando por muchos cálculos arriesgados en los que nunca debe darse el más mínimo error'.

La guerra preventiva unilateral no es legítima ni moral; es ilegítima e inmoral. Durante 200 años no hemos sido esa clase de país.

Arthur Schlesinger Jr. es historiador, ganador de dos premios Pulitzer y fue asesor del presidente John F. Kennedy.

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