Raúl López, el gran ausente
Una nueva lesión en su rodilla deja fuera al base y abre incógnitas sobre su pase al Utah
'¿De la rodilla? Me encuentro muy bien. Es una rodilla que han operado y nunca va a ser la de antes... Pero estoy muy bien'. Quién le iba a decir a Raúl López (Vic, Barcelona; 1980) que, días después de declararse en perfecto estado, la misma rodilla, la derecha, que le mantuvo en el dique seco durante medio año, siendo jugador del Madrid, le acabaría apartando del Mundial de Indianápolis y quién sabe si retrasando su marcha a la NBA.
Sin embargo, hace una semana, cuando sintió crujir su rodilla, el base no tuvo ninguna duda. Se temió lo peor y, descompuesto, rompió a llorar sin siquiera conocer todavía la opinión del médico. El diagnóstico, después, le dio la razón: el choque fortuito con un jugador ruso le había provocado una rotura parcial del ligamento cruzado anterior. Por segunda vez consecutiva, y en menos de un año, veía frustradas sus ilusiones.
'Hay que ser fuerte mentalmente. El miedo, a veces, te hace ser peor de lo que eres'
'No digo que ganemos, pero los partidos hay que jugarlos', decía antes de caer otra vez
Porque Raúl López aguardaba el Mundial cargado de ilusión y buenas sensaciones. Volvía a compartir madrugones, entrenamientos, comidas, siestas, bromas y risas con sus amigos Gasol, Navarro y Felipe Reyes. De nuevo estaba a las órdenes de Javier Imbroda, un técnico que 'da libertad para hacer lo que uno sabe'. Volvía a sentirse relevante para el equipo -'está claro que vamos a ser piezas importantes', decía en alusión a Gasol, Navarro y a sí mismo- y confiaba en una buena actuación de España en Indianápolis. 'Vamos a estar entre los candidatos al podio', aseguraba.
En Málaga, concentrado con sus compañeros de generación, los júniors de oro, y con los ilustres veteranos, a Raúl López se le veía contento. Disfrutaba del ambiente y de los entrenamientos. 'En este grupo siempre nos divertimos', decía. Sólo los madrugones modificaban un poco su gesto. Detestaba levantarse a las siete de la mañana para afrontar el ensayo de las ocho. Y, no obstante, solía ser uno de los primeros en presentarse en el vestíbulo. Incluso entre carreras y abdominales gastaba buen humor.
Siempre cauto con su rodilla -la mimaba con hielo y protecciones antes y después de cada entrenamiento-, no se cansaba de intentar triples estratosféricos, de trenzar jugadas increíbles, de buscar el espectáculo. 'Me encanta jugar al baloncesto. Lo hago incluso en verano', contaba entre sonrisas.
Seguramente porque intuía que el Mundial le serviría de excelente carta de presentación ante la que iba a ser su afición en unos meses, el catalán se mostraba más ambicioso que nunca. Cuando la mayoría otorgaba de antemano el primero y el segundo puesto del podio a Estados Unidos y Yugoslavia, Raúl López se resistía. 'No hay que dar nada por supuesto', afirmaba; 'el año pasado jugamos contra Yugoslavia en unas semifinales y el partido estuvo igualado. Ahora hemos mejorado, tenemos más experiencia... No quiero decir con eso que vayamos a ganar, pero los encuentros hay que jugarlos', argumentaba.
Pese a esa confianza en las posibilidades de la selección, Raúl López era de los que pensaban que un quinto puesto, por ejemplo, no sería un mal resultado 'si el equipo ha jugado al máximo'. 'Si logramos que cada componente del grupo haga su trabajo bien, tenemos bastantes opciones de ir para arriba', decía. Y sacaba responsabilidad de las espaldas de Gasol -'sería absurdo pensar que tenemos a Pau y que va a meter 30 puntos en cada partido. No es cuestión de que todo recaiga sobre el mismo jugador. Es muy difícil que uno solo pueda ganar un Campeonato del Mundo'- y hablaba siempre del grupo. 'No sirve de nada hacer tu buen Mundial y luego quedar los octavos. Eso no tiene ninguna repercusión. Queremos que se hable bien de todo el equipo', razonaba.
En los ratos libres, en las horas muertas, Raúl López aprovechaba para charlar con Gasol sobre su inminente salto a la NBA. Los Jazz de Utah habían pensado en él como relevo del genial John Stockton y le acababan de asegurar un contrato para los tres próximos años. Luchó con el Madrid para que le dejara marchar -su libertad costó 1,5 millones de euros- y estaba encantado con su nuevo reto. 'Me gusta cambiar de sitio. Soy joven, tengo ganas y se me ha presentado la opción de cumplir uno de los objetivos más altos para un baloncestista. Tenía que intentarlo', explicaba mientras escuchaba, atento, los consejos de Gasol.
No tenía miedo de que le comparasen con el pívot de los Griz-zlies, mejor debutante de la Liga norteamericana la temporada pasada. Ni con Stockton. 'Estoy suficientemente al margen de todo eso para que me afecte', afirmaba rotundo; 'hay que ser fuerte mentalmente. El miedo, a veces, te hace ser peor de lo que eres'. Se le notaba confiado, sin temor a nada. Ni al idioma -sólo chapurrea el inglés- ni a su nueva vida en Utah, pese a que no le gusta adaptarse a nuevas situaciones: 'Creo que puedo jugar al baloncesto allí y seguir siendo yo mismo. No necesito imbuirme de su cultura'.
Y, sin embargo, días después, cuando Raúl López aún meditaba si se marcharía solo o acompañado a Utah, su rodilla derecha le jugó de nuevo una mala pasada. Le convirtió en el gran ausente del Mundial y jugó maliciosamente con su inminente paso a los Jazz. Porque su rodilla, en el peor de los casos, necesitará un nuevo injerto y otro medio año de reposo. En el mejor, un par de meses, con lo que estaría listo cuando arrancase la NBA. Su nuevo equipo, además, se ha mostrado ambiguo al apoyarle. Desde Utah aseguran que le necesitan, pero no se arriesgan a tomar cartas en el asunto. Dicen que enviarán un cirujano a Madrid para que revise su rodilla dañada, pero se muestran reticentes a echar mano de sus presupuestos. Mientras tanto, Raúl sigue pendiente de una articulación de la que depende su vida deportiva.
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