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Columna
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Statu quo (4)

Manuel Rivas

El Gobierno era liberal, pero muy intervencionista. Por ejemplo, se comió la Comisión Nacional de Valores, y después vino lo de Gescartera. Como el Gobierno era teóricamente liberal, pero omnívoro, se tragó la educación pública universitaria, los equipos de investigación y unas leyes laborales que tenían que ver con la confianza básica, y eso fue provocando náuseas en la sociedad. Pero el Gobierno, partidario de la anorexia del Estado, pero muy celoso del Estado, se comió las náuseas chupándose los dedos. Incluso fue televisada la degustación de millones de participantes en una huelga general. Los liberales del XIX, en aras de la libertad de expresión, esperamos en vano el momento glorioso en el que algún conductor de informativos nos sorprendiese declarando en pantalla lo que Bartleby, el escribiente de Melville: 'Prefiero no hacerlo'.

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Statu quo (I)

Al Gobierno, sin embargo, se le empezaron a atragantar la encuestas. Pero las encuestas, si se tiene el apetito de una cabra, también son comestibles. Recuerden que todo un trabajo de campo del Centro de Investigaciones Sociológicas fue devorado in situ. Las proyecciones sobre las elecciones locales daban, al parecer, 'resultados delirantes', y eso justificaba su deglución. Nunca sabremos el misterio de esa encuesta embrujada. ¿Acaso Fraga perdía por goleada en su feudo de Villalba? (La verdad, no se me ocurre otra breva más delirante). No, seguramente no. Manuel Fraga, patrón del liberalismo gastronómico, actuaba una vez más como vanguardia. Galicia entera se había desarrollado con la velocidad celeste del eucalipto, pero las amargas estadísticas -espa-ñolas, europeas- decían lo contrario de las caseras, cebadas como un capón al calor de la lumbre. Fue entonces cuando desde el Gobierno gallego se propuso 'consensuar' las encuestas discrepantes. Y Fraga lanzó una corriente alternativa: el neo-impresionismo. Una cosa era la ingrata realidad de las estadísticas y otra, muy distinta, 'la impresión'. La macanuda impresión. A ver, querido amigo, ¿qué es más verdad? ¿Una fría estadística o este plato de pulpo?

Y así fue cómo la peregrina verdad, esa boluda, cayó exhausta y rendida ante el Apóstol.

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