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Columna
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Me estoy quitando

Para no haber verano, va calentito. Tenemos política hasta en la sopa, que apetece más que un gazpacho, ese barullo concebido para otros calores. Al principio, la política era el arte de gestionar lo común; desde que hay medios -y mediocres- se ha convertido en un arte lírica capaz de abrumar al personal a fuerza de romanzas, muñeiras y gorgoritos. Y, siempre por detrás, el coro de ranas de los tertulianos encantados de poder amplificar el fraseo o parafraseo del tenorino o bajo de turno. Con lo que, además de no poder disfrutar de la playa ni del tinto de verano, el personal ha de tragarse las verbigracias del político de guardia. Donde tenía que haber calígine e incluso mosquitos sólo hay esencialismos. El aire está hecho un asco y ya no resuenan en él los trinos raudos de las golondrinas, sino los 40 Principales del ser o no ser, porque entre nuestros políticos se lleva mucho la metafísica. Que se lo pregunten a Madrazo, cuyos constantes esfuerzos por embarullar le han llevado a decir que ETA es el mayor enemigo de Batasuna, con lo que se ha visto a mucha gente suspender la contemplación del mar -el mar no está hecho ya más que para contemplarse a través de una bruma asquerosa- y suputar por lo bajini acerca de si los amigos de los enemigos de uno serán lo mismo que los enemigos de los amigos de otro.

Una cosa es segura, el otoño se presenta caliente. Y no lo dicen precisamente las témporas

Debe de tratarse del cambio climático, porque no se oyen más que borrascas. El ministro Arenas pisó, pese a un apellido que tenía que haberle inclinado a la precaución, arenas movedizas cuando mezcló en una carta churras con merinas al poner la zanahoria de la Ley de Partidos y el palo del Estatuto. Menuda paella; no es de extrañar que al PNV le hayan salido granos.

Ahora bien, cuando el Gobierno ha entrado un poco en razón echando por el desagüe la torpe sangría de la carta con sus pedazos de limón y de naranja, resulta que es el PNV el que se pone a mezclar los galgos con podencos. O el mar y la montaña, dicho sea en términos gastronómico-estivales. Así, mientras el portavoz Josu Jon asegura que el PNV no camina hacia la ruptura, con lo que parecen haberse achicado ante su propio órdago, Arzalluz, como un mal jugador de mus, dice lo contrario que su pareja, de modo que quien busque un poco de claridad en medio del panorama nublado del que se supone verano, se habrá encontrado con la misma ambigüedad de siempre, una ambigüedad hecha de bilingüismo, es decir, de dos lenguas distintas y un solo Dios verdadero. Si el tiempo lo permitiera se podría traer a colación el refrán del nadar y guardar la ropa, pero como no significa nada nuevo habrá que resignarse a lo de pelillos a la mar.

O no. Porque el Ejecutivo no se traga lo de Josu Jon y asegura que con sus hechos desmiente sus palabras, aunque no las de Arzalluz, que no hacen sino refrendar lo que sospechaban. Pero, ¿si no se iba a tomar en consideración la respuesta, para qué se hizo la pregunta? Toda esta correspondencia de verano empieza a sonar a cartitas de chavales enviadas a sotamano y de pupitre a pupitre -'¡Te ajustaré las cuentas en el recreo!' '¿Tú y cuántos más?'-, pero como no estamos en el curso sino en vacaciones, suenan a postales que uno envía del lugar del veraneo sólo para dar envidia a quienes no pudieron partir, aun a sabiendas de que no se leen -'Nosotros bien, a Dios gracias, no sabéis lo que os habéis perdido'-, cosa con la que también cuenta el receptor -'Ya están los pesados de los Gernikabarrenen refrotándonos en la nariz las vacaciones. ¿Belice? Ya estarán en Zarautz...'-, que se limita a coger un poco más de tirria a sus amigos y emprender un esfuerzo titánico para irse el próximo año a una lanzadera espacial donde no habrá playas de ensueño -'Seguro que no hacen más que tirar de bocadillo. ¿Langostas?, con lo roñicas que son...'-, pero donde uno puede darse el pote de haber arrojado por la ventanilla el presupuesto anual de un bloque de viviendas.

No sabe la que nos está jugando el maldito anticiclón de las Azores al desplazarse un poco hacia el sur. ¡Quién le mandará cogerse vacaciones! Conque paciencia, a lo mejor vienen mejor dadas el verano que viene. Una cosa es segura, el otoño se presenta caliente. Y no lo dicen precisamente las témporas.

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