Ahora o nunca
El empeño de la Administración Bush de lanzar una operación militar para acabar con Sadam Husein está poniendo a la Unión Europea ante el reto de mostrar si tiene algo propio que decir en política mundial o si tan sólo es capaz de secundar a Washington. Lo que está en juego en este tema son cosas importantes para Europa, como la proliferación de armas de destrucción masiva, la estabilidad en Oriente Medio, la cooperación entre árabes y musulmanes en el Mediterráneo y, aunque sea más transitoriamente, la posibilidad de recuperación de la economía europea, que se verá marcada por la evolución del precio del petróleo en 2003. En todos estos temas, la Unión Europea tiene intereses propios que no coinciden del todo con los de Estados Unidos y, como veremos, una política propia de la UE asentada en esos intereses tendría más posibilidades de éxito y conllevaría menos riesgos de fracaso que la aventura que está impulsando la Administración Bush. Tanto es así, que una política europea alternativa a la que promueve la Casa Blanca encontraría eco en sectores americanos, además de recibir el respaldo de buena parte del mundo, hasta el punto de poder llegar a ser la política que se impusiera en los hechos.
No me extenderé en criticar los planes de guerra del presidente Bush, que hace unos días fueron calificados de 'desatino y delito' por quien fue subsecretario permanente del Ministerio de Defensa británico durante la guerra del Golfo, sir Michael Quinland ('War on Iraq: a blunder and a crime', Financial Times, 7-8-02). Delito, porque vulneran los preceptos básicos del derecho internacional. Desatino, porque, añadiendo una tercera guerra a las dos que ya hay en curso (una entre palestinos e israelíes y otra en Afganistán), pueden desestabilizar Oriente Medio, provocar que Sadam Husein haga uso de las armas químicas y bacteriológicas que posee y crear entre los musulmanes un clima ideológico favorable a los planteamientos de Osama Bin Laden. Algo debe estar borroso en la visión de la Casa Blanca cuando sólo encuentra el respaldo de Israel y la comprensión del incomprendido Tony Blair (incomprendido, porque sólo un 34% de los británicos apoya un ataque contra Irak).
Pero ¿puede formular la UE una política alternativa a la que está promoviendo la Administración Bush? Creo que sí. En materia de armas de destrucción masiva, el plan de la Casa Blanca es acabar con Sadam Husein y poner en su lugar a alguien en quien puedan confiar que no producirá ese tipo de armas. Con esto en Washington piensan que nadie se atreverá a emular al dictador iraquí porque habrá quedado claro que si alguien lo intenta se encontrará con la misma respuesta. Ahora bien, a la UE, a los vecinos de Irak y a la mayor parte del mundo, lo que les más le importa no es eliminar a Sadam Husein, sino privarle de sus armas de destrucción masiva. A Sadam Husein no se le debe permitir que siga en el poder produciendo unas armas de las que se comprometió a deshacerse, pero se le puede dar la oportunidad de renunciar a esas armas y mantenerse en el poder. ¿Cómo se hace esto? Con inspecciones. ¿Y si Sadam Husein no se deja inspeccionar? Lo que Sadam Husein dice es que aceptará las inspecciones cuando tenga garantías de que no serán operaciones de espionaje dirigidas a preparar un ataque posterior. La UE podría ofrecerle esas garantías dejando claro, por supuesto, que si no permite que se lleven a cabo las inspecciones necesarias, la propia UE se dirigiría al Consejo de Seguridad reclamando un mandato para hacer efectivos militarmente los compromisos que Irak firmó tras la guerra de 1991. Evitar una guerra bien vale hacer esa prueba, porque no está descartado, ni debe descartarse de antemano, que Sadam Husein pueda avenirse a este planteamiento.
Pero Estados Unidos se niega en redondo a todo lo anterior. No acepta que para atacar a Irak haya que recabar autorizaciones del Consejo de Seguridad, no cree que las inspecciones puedan eliminar las armas que oculte Irak y, en definitiva, se niega a considerar que el problema de las armas de destrucción masiva de Irak pueda ser resoluble sin acabar previamente con Sadam Husein. Esto responde a que Washington tiene una visión sobre el futuro de Oriente Medio muy distinta de la que podría sostener la UE. La Administración Bush puede soñar en que, una vez desplazado Sadam Husein y puesto un Gobierno amigo en Bagdad, con el apoyo de Israel y contando con la dependencia que Egipto, Arabia Saudí, Pakistán y Turquía tienen de los suministros militares americanos, Washington estará en condiciones de presionar a Irán y a Siria y, en definitiva, de imponer una pax americana en toda la zona. Soñar es libre. Pero ese sueño americano puede convertirse en una pesadilla europea. El Oriente Medio en que puede soñar la UE es una zona sin hegemones militares internos ni externos y estabilizada mediante un equilibrio regional de fuerzas, porque sólo cuando vayan perdiendo peso en la zona los factores militares lo ganarán los factores económicos, que son aquellos en los que la UE es fuerte, tanto en términos de comercio como de cooperación.
La Casa Blanca puede pensar, como Sharon, que en Oriente Medio sólo se entiende el lenguaje de la fuerza militar, aunque esto le haya llevado a que Estados Unidos sea percibido en los países musulmanes como una potencia 'ruda, agresiva, infatuada, propensa a la provocación y sectaria en su política exterior' (Financial Times, 27-2-02). Sin embargo, la UE no puede permitirse ser percibida de esa manera por gentes que se cuentan como habitantes de Europa por millones, como vecinos mediterráneos por decenas de millones y como clientes por centenares de millones. A los europeos nos importa cómo nos ven los árabes y cómo se vive en Oriente Medio. Por poner un ejemplo español, si Marruecos progresa y nos entendemos bien con los marroquíes, durante los próximos años el sur de España estará en el centro de una zona en desarrollo; si pasa lo contrario, estará en el centro de una zona de conflicto.
La UE podría, pues, sostener una política propia respecto a las armas de destrucción masiva de Irak, a la estabilización de Oriente Medio, a las relaciones entre ambas riberas del Mediterráneo y al encuentro entre la cultura europea y la musulmana. Sería una política distinta de la que hoy promueve Estados Unidos, si bien no completamente contradictoria con ella. Hasta el momento, la UE se ha limitado a expresar su desconfianza respecto a los planes de la Casa Blanca formulando preguntas venenosas. ¿No es la primera prioridad derrotar a Al Qaeda, cuya vinculación con Irak no se ha probado nunca? ¿No tiene más urgencia pacificar Israel y Palestina que invadir Irak? ¿Qué régimen pretende establecer Washington en Bagdad? ¿Cómo se puede garantizar que el país no se fraccione? ¿Quién mantendrá el orden en Irak una vez desplazado Sadam Husein? ¿Qué fuerzas militares está dispuesto Washington a comprometer con este fin? ¿Durante cuánto tiempo? ¿Qué efectos puede tener para la economía mundial la eventualidad de que la guerra dispare los precios del petróleo?
Esas preguntas están haciendo camino, incluso en el Congreso de Estados Unidos. Pero en política ninguna pregunta pesa tanto como una respuesta. Ante el tema de Irak, los europeos, y no sólo los europeos, esperamos una respuesta europea. ¿Será esta vez capaz la UE de hablar con voz propia y distinta? Más vale, porque, como reza la vieja canción de Elvis Presley, quizás 'It's now or never', ahora o nunca.
Carlos Alonso Zaldívar es diplomático.
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