El reino de Elvis es de este mundo
El rey del rock sigue vivo en Estados Unidos en el 25º aniversario de su muerte. Miles de seguidores volvieron a concentrarse ayer en Graceland. Unos, convencidos de que todavía anda por ahí, y otros, para recordar a quien revolucionó la música del siglo XX.
Elvis vive, aunque hoy se cumplan 25 años de su muerte. Vive como sueño, como recuerdo, como negocio, como símbolo de un país. Su tumba en el Jardín de la Meditación de Graceland, la mansión en Memphis en la que se atiborró de drogas y dulces hasta sufrir el colapso definitivo, amaneció ayer con más flores que nunca, rodeada de ositos de peluche y hojas de papel con textos de homenaje, y con una fotografía de los haces de luz que ocuparon durante meses el vacío de las Torres Gemelas. Había quien lloraba. Y se esperaban muchas lágrimas en la vigilia convocada para anoche, con una asistencia estimada en 70.000 personas.
Una pequeña porción de la humanidad se niega, todavía, a sentir el vacío de Elvis Presley. El Museo Elvis Está Vivo, en Misuri, es el epicentro de esa religión laica basada en la convicción de que El Rey sólo se ha tomado unas vacaciones, a partir de una serie de hechos supuestamente indudables: el ADN del cadáver enterrado en la mansión de Memphis (Tennessee) no se correspondía con el ADN de Presley, nadie cobró un seguro de vida de tres millones de dólares depositado en una firma londinense, etcétera. Los creyentes afirman que Elvis vive realmente en un lugar más o menos apartado (con extraterrestres en Marte o con el Yeti en el Himalaya, por citar las hipótesis más sólidas) a la espera de un retorno triunfal.
'Que borren la palabra 'guapo' del diccionario; basta con decir Elvis', aseguraba Cathy, una mujer en peregrinación
La reaparición de Elvis Presley en carne y hueso sería la ruina de las casas de apuestas, que siguen aceptando dinero. William Hill, la mayor empresa británica del sector, paga mil contra uno (con lo que considera más probable una reaparición física de El Rey que una victoria de la Isla de Montserrat en el próximo Mundial de fútbol) y no deja de recaudar libras y dólares. Pero, aun aceptando la obviedad de que Elvis murió el 16 de agosto de 1977, su cadáver muestra una extraordinaria vitalidad financiera. Elvis Presley es el muerto más rico del mundo. Sus ingresos anuales rondan los 37 millones de dólares, bastante por encima de otro difunto con alta rentabilidad, John Lennon, que sólo gana 20 millones.
'En un sentido artístico, Elvis vive, por supuesto', afirma Patsy Andersen, coordinadora de los clubes de fans de El Rey desde la central corporativa de Graceland. 'Tiene más seguidores que los vivos y siguen creándose clubes en países como Croacia, Indonesia, Turquía...'. La página de Internet mantenida desde Graceland, www.elvis.com, recibe más un millón de visitas anuales. Y la venta de recuerdos (ositos de peluche, prendas en imitación de leopardo, Cadillacs de juguete de color rosa y otros iconos que el difunto estimó en vida) no decae nunca.
El negocio se extiende más allá de Elvis Presley Enterprises, Inc., la corporación que asegura el bienestar económico de Priscilla, la viuda; de Liza Marie, la hija, y de futuras generaciones de la familia. Kenny Krug, un ciudadano de Baraboo, Wisconsin, asegura ganarse razonablemente la vida desde hace 20 años con sus imitaciones de Elvis. Y lo mismo vale para miles de imitadores americanos, filipinos o de dónde sea. Un puñado de ellos se congregaron el miércoles en Memphis para homenajear, con un Love me tender y un golpe de pelvis, al gran patrón del rock and roll.
Porque Elvis es todavía el gran patrón, al menos en Estados Unidos. Según una encuesta realizada por la cadena de televisión ABC, Elvis Presley se mantiene en la cumbre del rock and roll un cuarto de siglo después de su muerte (40% de las opiniones), seguido, a distancia, por Jimmy Hendrix, John Lennon, Mick Jagger y Bruce Springsteen. Las ventas de sus discos han alcanzado este año los 100 millones de unidades en el mercado estadounidense, lo cual sólo es superado por los Beatles (165 millones), Led Zeppelin (105 millones) y el cantante country Garth Brooks (otros 105). Y el público, aparentemente, mantiene la avidez por ver una y otra vez las imágenes del arco vital de Presley, desde la del muchacho de Tupelo (Misisipí) que enloqueció a los jóvenes y escandalizó a los adultos, a finales de los años cincuenta, hasta la del vocalista fondón de Las Vegas cubierto de blanco y pedrería. Todas las cadenas de televisión dedican horas esta semana, la Semana de Elvis, a biografías, conciertos y reportajes.
Algunos datos son inquietantes. Según la ya citada encuesta de ABC, Elvis es, para un 40% de los adultos preguntados, un buen modelo para la juventud. Lo cual indica que cuatro de cada 10 estadounidenses considera que a sus hijos les convendría hacerse adictos a los tranquilizantes, ofrecerse como 'agentes especiales secretos' al FBI de Edgar Hoover, admirar a Richard Nixon y chutarse azúcar cada 10 minutos. Y, en efecto, cuatro de cada 10 ciudadanos con edades comprendidas entre los 18 y los 34 años se declaran grandes admiradores de Elvis y le tienen por 'modelo'; 25 años después, se ha esfumado el patetismo de los últimos años de la vida de Elvis Presley y sólo queda lo mejor: una voz irrepetible y los bailes de la película King creole.
'Que borren la palabra guapo del diccionario; basta con decir Elvis', aseguraba Cathy, una mujer de 61 años en peregrinación a la mansión de Memphis.
Lo que se veía ayer en Graceland era mucho anciano (los fans de entonces son los pensionistas de hoy: Elvis habría cumplido, el 8 de enero, 67 años) y mucho jovencito. Mal asunto para la recaudación de Graceland, cuyos administradores cobran sólo media entrada a seniors y niños.
No existe homenaje completo a Elvis, el 16 de agosto, sin la ingestión completa de un 'bocadillo Elvis'. Si los devotos de Ulysses, la gran novela de James Joyce, se someten cada 16 de junio a un atroz desayuno de casquería en homenaje al inicio de la narración de la peripecia de Stephen Bloom, los devotos de El Rey necesitan sólo unas cuantas rebanadas de pan de molde, una generosa cantidad de mantequilla de cacahuete, un plátano y una parrilla (se come caliente) para sentir uno de los subidones de azúcar que tanto gustaban a Elvis Presley, para siempre rey del rock and roll.
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