Aventuras fonéticas del euro (y II)
La semana pasada les adelanté algunas reflexiones de lingüística recreativa acerca de los derroteros que está tomando en Andalucía la palabra 'euro', nombre oficial de esa engañosa moneda con la que nos hacemos todavía más pobres, pareciendo más ricos. Les comenté algunas de esas versiones populares, tales como 'uro', 'leuro', 'neuro', 'leru', en virtud de otras tantas maneras de hacer más pronunciable un término con ciertas dificultades fonéticas la cadena hablada. Y les dejé para esta segunda entrega (puro truco de columnista) la versión que me resulta más interesante: 'ebro'. La he oído ya varias veces, les decía. La última, en la Plaza de España de Sevilla, a una gitana que ofrecía su mercancía floral de esta guisa: 'anda, guapo, un 'ebro' ná má'. (Obviamente, no se dirigía a mí). Cuidado con este 'ebro', que nada tiene que ver con el río de las pesadillas faraónicas de Aznar. (Por cierto, mi paisano y amigo Juan Alarcón me traslada lo que escuchó a una mujer en una tienda, mientras trataba de cuadrar un pago en céntimos: '¡Qué 'jartura' de 'leru'! ¡A ver si se va ya el tío del bigote y ponen la peseta otra vez!')
Parece el meandro más retorcido, éste del nuevo 'ebro'. Pero con las reglas del idioma en la mano, puede que sea el más derecho, pues no hace sino desarrollar el elemento labial que hay agazapado en la vocal 'u' de este diptongo, más cerrada de lo normal, y siempre a la búsqueda de un refuerzo consonántico. Por esa misma tendencia puede oírse en hablas muy rústicas 'buevo', por huevo, alternando con el más corriente y atrevido 'güevo'. (Curioso: aquí se da la doble solución posible contenida germinalmente en esa u; una en los labios, hacia la b, y otra en el fondo del paladar, hacia la g).
¿Cómo acabará todo esto? Cualquiera sabe. Es pronto todavía. Pero no les hagan muchos remilgos a esas salidas, porque cualquiera de ellas puede acabar imponiéndose en los ambientes populares. Sin descartar que, en el habla distendida, alguna acabe escalando rango de mucho uso, como ocurre con la misma palabra Europa, que en esa situación resulta casi invariablemente 'Uropa', o como huevo deviene invariablemente en 'güevo', aunque no nos demos cuenta. El pueblo llano, que posee un instinto estructural del idioma que a veces falta en los usuarios instruidos, es quien acaba marcando las directrices evolutivas. Y en Andalucía con mayor facilidad, como se ha visto por la historia, tras imponer no pocas de las soluciones fonéticas más extendidas del español, como el seseo o el yeísmo. A menudo no es más que cuestión de tiempo. Hoy, por ejemplo, a casi nadie extraña 'andé', (aunque mi ordenador, que es muy sabiondo, me lo acaba de marcar en rojo), en lugar de ese recompuesto 'anduve', dicen que normativo.
En ningún momento he hecho referencia al concepto 'vulgarismo' en estas disquisiciones, ni que decir tiene que intencionadamente. En lingüística descriptiva no ha lugar esa consideración, que pertenece más bien a la sociolingüística. El que 'leuro', 'neuro' o 'ebro', reciban el rechazo de los hablantes cultos, no es más que una cuestión social. Pero no por eso dejarán de ser esas variantes, en el plano estrictamente fonético, más lógicas que el mantenimiento de 'euro', que va contra unas cuantas tendencias del idioma. Y no olviden que el castellano no procede del latín clásico, sino del llamado latín vulgar.
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