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Reportaje:APUNTANDO HACIA IRAK

Bagdad: la vida antes de la batalla

A la sombra de su Glorioso Líder, los iraquíes luchan contra la desnutrición y el analfabetismo. Pero eso no es lo que las autoridades quieren que veamos. Un cartel en la frontera entre Jordania e Irak informa de que todos los que entren en Irak tienen que someterse a una prueba del sida. A menos que conozcan el sistema y puedan evitarlo. Por suerte, mi conductor cruza la frontera con frecuencia, así que fui conducido a una oficina desvencijada con el cartel de 'Doctor' en la puerta y pasé en ella sólo unos minutos. El asunto se resolvió por medio de la discusión. Emitieron un trozo de papel y el doctor me estrechó la mano.

'Cuervos malignos'

El policía subalterno encargado de espiar al periodista visitante es un 'guía' que muestra la tierra imaginaria que las autoridades quieren que veamos
Hay un paro del 60%, una quinta parte de los niños sufre desnutrición crónica y más de la mitad de la población carece de un suministro de agua adecuado
Entré en el hotel pisando, como miles antes que yo, el mosaico de un ceñudo George Bush con la inscripción en inglés y árabe: 'Bush es un criminal'
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Apuntando hacia Irak

Y así entré en Irak, la tierra imaginaria que existe en paralelo al verdadero Irak. En Irak, el policía subalterno encargado de espiar al periodista visitante es un guía; el Gran Líder es amado y venerado, y el pueblo iraquí unido defenderá a la madre patria frente a los 'cuervos malignos' de la fuerza aérea estadounidense y sus fuerzas de asalto terrestres con fusiles Kaláshnikov, palos, piedras y sus propias manos.

En el verdadero Irak, el paro alcanza el 60%, una quinta parte de los niños padecen desnutrición crónica, las luces se apagan continuamente y más de la mitad de la población carece de un suministro de agua adecuado.

Pasé la mayoría de mis días en Bagdad , porque ése es el Irak que las autoridades querían que viera. Entré en el hotel Al-Rasheed pisando, como miles han hecho antes que yo, el mosaico de un ceñudo George Bush con la inscripción en inglés y en árabe: 'Bush es un criminal'. Es como un juego de las estatuas, en el que todo el mundo se hubiera quedado quieto al final de la Guerra del Golfo.

Visité la mezquita de la Madre de Todas las Batallas, terminada el año pasado. Cuatro de los minaretes lucen falos dorados, diseñados para parecer misiles scud, engalanados con la bandera iraquí. 'Los minaretes de fuera tienen una altura de 45 metros por los 45 días de la Guerra del Golfo', me explicó Abu Najim Yunis, un anciano con barba blanca que canta la llamada a la oración. 'Los de dentro, 37 metros, porque el presidente nació en 1937'. La zona central de oración puede acoger a 2.000 fieles y está dominada por una enorme araña de cristal de dos toneladas y media. La cúpula alcanza los 28 metros, porque el presidente nació el 28 de abril. Por desgracia, el lago exterior, que toma la forma del mundo árabe para simbolizar la interconexión de la hermandad árabe, había sido vaciado para su limpieza.

No obstante, el verdadero Irak ha triunfado en sus esfuerzos por volver a conectarse con las naciones árabes que lo abandonaron durante la Guerra del Golfo hace 11 años. La recepción del hotel Al-Rasheed está llena de hombres de negocios con la barba de las cinco de la tarde y trajes que no acaban de sentarles bien. Mientras estuve allí recibieron la visita de delegaciones tunecinas y jordanas. Pese al embargo, Irak ha firmado acuerdos de libre comercio con la mayoría de los países de la región. Hay zonas de Bagdad en plena expansión en las que florecen restaurantes y tiendas de ropa de capricho; por la tarde, la joven élite se pasea en relucientes cochazos nuevos. No es de extrañar que al Gobierno no le interesen las condiciones de un acuerdo mejorado de 'petróleo por comida' con la ONU, según las cuales se vende el petróleo iraquí y los beneficios van a un depósito de la ONU para adquirir bienes de una lista aprobada, cuyo fin es mejorar el bienestar del pueblo. Las sanciones fracasaron hace mucho: sólo los pobres no pueden obtener lo que necesitan.

Los estadounidenses tienen también un Irak imaginario, en el que los kurdos interpretarán el papel de la Alianza del Norte afgana y galoparán a lomos de sus caballos para liberar a Bagdad como vanguardia de soldados estadounidenses menos prescindibles. Al mismo tiempo, un grupo de generales iraquíes que cometieron crímenes de guerra en el pasado se unirán con exiliados y justicieros para formar un nuevo Gobierno creíble y estable. Los soldados de EE UU serán recibidos como libertadores, con el populacho arrojando guirnaldas a los tanques, como en Kosovo. Es una posibilidad. Al fin y al cabo, no sabemos qué piensan realmente los iraquíes, porque no son tan tontos como para decírnoslo.

Este país tiene una larga historia de nacionalismo, y el miedo o el odio hacia Sadam Husein podría verse suavizado por el orgullo y el enojo ante la idea de que los mismos que han impuesto 12 años de sanciones vayan a imponer ahora un Gobierno.

En televisión, los hombres del gabinete de Sadam desfilan con uniforme militar entrenándose para la inminente batalla. Con bigotes grises y trajes de faena bien apretados por encima de la barriga, parecen un ejército de padres de familia. 'Tenemos ocho millones de ciudadanos que pueden luchar', dijo un oficial. 'La doctrina de EE UU es superar en número al enemigo por tres a uno. Así que necesita un ejército de 24 millones. ¿Dónde van a encontrarlo?'. Los diplomáticos dicen que se han trasladado las baterías antiaéreas al norte, y el presidente ha mantenido reuniones para asegurarse la lealtad de los líderes tribales (no se han olvidado los levantamientos contra el Gobierno en los breves días de caos que siguieron a la última Guerra del Golfo). Todo aquel con quien me reuní en Bagdad cree que la guerra es inevitable.

En los setenta, Irak era un país próspero gracias al auge del petróleo y la paz con el mundo exterior. Pero desde entonces, una generación ha crecido sin conocer más que la guerra, desde el conflicto de nueve años con Irán en los ochenta hasta la guerra por Kuwait, seguida de 12 años de sanciones y bombardeos esporádicos. Si el próximo conflicto pusiera fin a la privación y la represión, algunos podrían apoyarlo, pero la experiencia dice a los iraquíes que la guerra sólo trae pobreza y sufrimiento.

©The New Statesman

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