_
_
_
_
VISTO / OÍDO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Santuario

Viene del latín, 'sanctus'; un lugar santificado, por alguna razón situado por encima de las leyes humanas: allí encontraban refugio los perseguidos por cualquier ley: los arqueros del señor o el alguacil con su requisitoria. En los bárbaros tiempos se respetaba: ahora, en Sevilla, se acaba de violar desde dentro: la rectora que lo mantuvo para proteger a inmigrantes perseguidos lo ha levantado y la policía ha entrado, ha esposado, ha preso. La Universidad era un santuario: tenía su fuero. En los días previos a la guerra civil recuerdo muy bien que los guardias se detenían en la puerta del instituto que yo frecuentaba. Las buenas cosas de la civilización se acaban: suelo decir que por la semántica.

'Santuario' empezó a ser un lugar malvado donde se refugiaban los asesinos en relación a que sus armas eran menos poderosas que las de sus perseguidores, que tenían entre ellas la palabra. Naciones próximas a Vietnam eran 'santuarios' para los guerrilleros, y la gente buena consideraba asesinos a esos rebeldes. 'Santuario' llamábamos a Francia porque se refugiaban los de ETA. Como un derecho sólo se combate con otro, el de refugio o protección, el de santuario o el fuero, se combatieron con 'el derecho de persecución'. Apareció con los franceses para los argelinos y luego con los indochinos: inventaron el 'droit de poursuite', derecho de persecución allá donde estuvieran, nación soberana o país neutral. Los americanos lo aumentaron cuando tomaron la guerra que perdieron los franceses, entraron en los santuarios: ampliaron el problema y perdieron.

Este episodio sevillano tiene interés en la decadencia de ciertas costumbres. La rectora acogió con su derecho a los refugiados. Negó el paso a la policía y permitió ayuda a los desgraciados que no son delincuentes más que en razón de unas leyes inventadas contra ellos. Ahora dice que el campo se había transformado en otra cosa; un vicerrector dice que les favorecía una Red -con mayúscula-; los denunciantes de los periódicos demostraron en sus columnas -yo tengo un santuario- que era una maniobra contra el Gobierno, y formaba parte del complot de la izquierda... ¿Quién le ha dicho qué a la rectora? ¿Cómo ha cambiado? Qué más da: lo que importa es ver cómo unos perseguidos desarmados, aterrorizados, han sido entregados por los guardianes del santuario, o del fuero universitario, a los racistas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_