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VISTO / OÍDO
Columna
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Gibraltar, Ceuta y Melilla

Marruecos es un país muy rico con habitantes muy pobres. Pasa mucho. El rey Fahd de Arabia Saudí está en Suiza para una operación quirúrgica menor: está gastando entre tres y cuatro millones de euros al día. Sobre las riquezas de Marruecos nos lanzamos los europeos. España, muy poco y muy tonto. Francia, mucho. Me hace raro oír las quejas de quienes dicen que Francia y Marruecos se unen contra España: y es que son socios, y el dinero de sus ricos se invierte en Francia, que les dejó un idioma, unas enseñanzas técnicas, unos puertos y unas industrias en marcha. Nosotros, un trocito como España, árido, inculto, militarizado. No les dejamos ahora ni siquiera venir con el idioma, y a veces la religión, que les enseñamos allí. Los colonizadores, de estos y otros países, fueron a llevarse la riqueza, a partir de la humana, de la mano de obra que, en un momento de la historia de la técnica, dejó de ser útil. Cuando sostener la colonia costó más que lo que se obtenía, el glorioso mundo europeo se fue. Ceuta y Melilla se quedaron allá en parte por razones de la estrategia sobre el Estrecho, como Gibraltar. Y porque la población era española, después de haber sido portuguesa. En cualquier manual de geografía antigua se habla de los 'Presidios de Ceuta y Melilla', como nombres oficiales que fueron cambiando de nombre -plazas de soberanía- y ahora forman parte de la Administración española. Los Presidios fueron efectivamente tales, y las poblaciones se fundaron con sus guardianes, los soldados, los familiares de los presos, los comerciantes que se forman en torno a esa situación.

Recuerdo el presidio del Monte Hacho: tuve mi cañón allí, y con el telémetro veía los cañones de Gibraltar que nos apuntaban (éramos germanófilos); detrás de uno de ellos estaba Anthony Burgess, un gran escritor del siglo. Luego he vivido muchos años en Marruecos, como respetable colono. El pueblo es bueno, justo, limpio. Nosotros los hicimos bestias de carga y proveedores de sexo a bajo precio. Cuando nos fuimos, volvieron al Sultanato y los señores feudales, aun de otras razas, fueron convertidos en ministros casi omnipotentes -el rifeño general Ufkir-, se metieron en el Sáhara del que huimos, y piden ya Ceuta y Melilla. Que las dejen en paz. En el mejor sentido, Ceuta y Melilla no son España, pero no son Marruecos; Gibraltar no es España, pero tampoco es Gran Bretaña.

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