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DE LA NOCHE A LA MAÑANA
Columna
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Habrá vida después de Aznar

Evacuada la legionaria del peñazo Perejil, el Gobierno se propone construir un faro en el islote para que Federico Jiménez Losantos se entretenga haciendo de vigía de regulares en el Estrecho

Solvencia anímica

La verdad es que julio -el mes y algunos sujetos que atienden por ese nombre- existe sólo a medias, y no en vano la trifulca de isla Perejil se resuelve de manera que, Bush mediante, no enturbie el inicio de vacaciones. La prensa hará guardia incluso en agosto, otro mes inexistente en la implacable severidad de calendario, esa que tanto contribuye a formar los caracteres más firmes, por ver de seguir el rastro de los incendios forestales, los fallecidos en tremendos accidentes de tráfico o la tromba de inesperadas tormentas de interior y sus devastadores efectos. El verano debe casi todo su prestigio a la tabarra de esa memoria infantil que en vano intentan recuperar miles de escritores de flotador y paella de chiringuito en los cursos del -uf- estío. Septiembre nunca ha osado comenzar antes de fundirse la mitad al menos de sus días, así que en octubre empieza todo. Lo mismo pero con rebequita en los hombros al atardecer.

Ardor guerrero

Antes de despedirme de ustedes para hacer mi agosto diré algo sobre la infamia, o la hilaridad, que procuran las columnas de Federico Jiménez Losantos en su diario cabezón. Ese sujeto, que debería colocarse de vigía permanente en la Perejil de ser consecuente con sus malsanas obsesiones, tilda de abyecto un editorial de este periódico sobre las dificultadas relaciones con Marruecos, llama traidor a Zapatero, Capón al monarca alauita, y no hay cosa que pase en la que no vea la conjura del polanquismo-felipismo, o del cebrianismo-zapaterismo, según empiece el día con jaqueca o con resaca. Un tipo de ideas estreñidas, liberal de comidilla, seguidor de Amando de Miguel, con el que comparte algo más que la rancunia de no trabajar en este diario: el desasosiego de que tampoco Aznar atienda sus consejos, de manera que termina por abrazar hasta asfixiarla la causa de los obispos en su taimada cadena radiofónica.

Alcossebre

Aun no siendo cierto se diría que las tardes de verano en Alcossebre son felices. Carlitos ronca en el sofá como una atormentada momia egipcia, y se le echan unas fotos que no perdonará. Arriba duermen Julia y Carla, Marina y Mateo, y Candela, con sus cólicos de bebé, mientras Pietro mira la prensa como si en sus páginas se agazapara un misterio inescrutable que podría iluminar su vida. Los vascos niños llenan la piscina cuando empieza a levantar el viento y Luis intenta despertar a su padre. Los preparativos para la expedición a la playa -a no más de cien metros- bien pueden llevar un par de horas, así que a veces se pospone la cena y otras ni hay playa ni se come. Dormidas ya las crías, bajamos a la orilla y escuchamos el brillo reiterado de las olas fatigadas en la arena, antes de entregarnos al azar del ajedrez con whisky. Todos ganamos la partida.

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De donde son los cantantes

Vale que haya tantos cantantes con un morro que se lo pisan, pero que encima tengan seguidores es preocupante y, a veces, incomprensible. Se nota más en los días de verano, porque la calor deslumbra el seso y recurre al oído. Pase el anciano narcisismo adolescente de Boselito Bosé, tan encantado de haberse conocido, los esfuerzos de Joaquín Sabina por hacernos creer que es un canalla endeble o el gusto de Alaska Olvido de Gara por hacer de ama de casa transgresora y algo pasada de rosca. A veces hasta es una distracción neutralizada escuchar en la radio sus cancioncillas mientras riegas las plantas. Pero resulta sobrecogedora la idea de que alguien -por más adolescente desorientado que sea- se tome la molestia de acercarse a la tienda a comprar sus discos para, encima, escucharlos en casa. Rosa, Bisbal, y hasta Chenoa, no son peores. Sólo necesitan tiempo para asentar la pose.

'Yeneralitá Valensiana'

Ya está bien. Aunque sea presi entre dos aguas, José Luis Olivas no tiene derecho, en la sesión 'de investidura' (perdón si me da la risa), a hablar de 'regiones' para referirse a Andalucía o La Rioja, Cataluña o el País Valenciano. Son, al menos, comunidades autónomas, pero es en esa clase de lapsus donde se pilla a quien simula conformar un panorama al que toma, para sus adentros, por el pito del sereno. No es ya que este fronterizo sujeto sea de Motilla de Palancar, porque es valenciano el que vive o dejar vivir en este territorio. Pero cuando se sufre la obsesión de alzarse con la representación política, habría que exigir algún respeto. No ya por la lengua -o la identidad- propias, que nuestro inesperado presidente desconoce, sino también por la suya, a la que destroza sin piedad en cada una de sus intervenciones. Vale que sean de origen castellano, pero no es imprescindible que ejerzan también de analfabetos.

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