Cuidado con la justicia
Hay un Tribunal Europeo de Derechos Humanos, el de Estrasburgo, que acaba de favorecer a dos condenados: el francés Papon, el español Perote. Prefecto uno, coronel otro; nazi el primero, jefe del servicio de información el otro. Hay que poner en libertad a Papon -nunca debió estar en la cárcel el hombre de 91 años: uno ha de cumplir los derechos humanos aun con quien no los ha cumplido- y darle una indemnización y hay también que pagar a Perote. Cuidado, no niega la sentencia: pero estuvieron 'mal juzgados', porque los jueces, o algunos, no eran imparciales. O sea, lo de siempre. Los jueces son lo que piensan, lo que aprendieron, su clase social, las circunstancias, el descuido, el error o el acuerdo de un instructor, el inconsciente, el subconsciente, la conciencia colectiva: como todo el mundo. Un día la sentencia la dictará un ordenador; cuidado con el programador, el fabricante, los reparadores, los que lo manejan.
En la justicia, esta situación está ya admitida: hace un par de días el Constitucional tomó una medida por siete votos contra cinco, y uno de los cinco era el propio presidente. ¿Quién me manda a mí creer en la ley de la mayoría en ese tribunal? Cuando me dicen -como del Supremo, o del Poder Judicial- que las mayorías se forman por adscripciones políticas, se me ponen los pelos de punta. Progres contra conservadores: y de esa formación, variable según el Gobierno, dependen condenas, vidas, esperanzas. Algo que me parece honestísimo es que los discrepantes expliquen por qué con sus argumentos jurídicos: puede haber varias justicias, todas justas, todas tomadas de los libros viejísimos y del último pensamiento, todas de los partidos de moda. Es evidente que hace algún tiempo estaba de moda el partido del prefecto Papon: de moda y en el poder, y a su servicio nazi el prefecto mataba. Ahora no hay nazis en los tribunales, ni comunistas, ni anarcosindicalistas: ninguno de los cuales tienen peso en la creación de las leyes -aunque queden algunas suyas- y ninguno en el nombramiento de magistrados. Las últimas leyes draconianas de este Gobierno que disponen de vidas y haciendas de inmigrantes, o parados, o malos estudiantes, dependen de un solo partido y no habrá Constitucional que las cambie.
En Gibraltar, los habitantes van a votar en referéndum sobre su estado actual: no quieren ni el fingido laborista Blair ni el fingido demócrata Aznar: no sé si podrán ir a Estrasburgo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.