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Vitoria rememora una década de su historia en la mirada del estudio Arqué

Montehermoso presenta 161 imágenes realizadas entre 1955 y 1965

Nada refleja el cambio como la imagen. La exposición de los fondos de la casa de fotografía Arqué que ayer se inauguró en el Centro Cultural Montehermoso de Vitoria permite comprobar el triple salto mortal que ha vivido la capital alavesa en los últimos 40 años. Son imágenes del decenio que va de 1955 a 1965, que ofrecen una mirada limpia y sin interés por la trascedencia por la ciudad y sus habitantes.

En las 161 imágenes de la exposición que acogerá Montehermoso hasta el 8 de septiembre hay lugar para todos los ingredientes de la vida ciudadana: bautizos, bodas y entierros; evolución urbanística de la ciudad; actos protocolarios; deporte y espectáculos diarios; en fin, estampas de la vida cotidiana, sin afán de trascendencia, en principio.

Por eso, sorprende la capacidad evocadora que tiene esta exposición de parte de los fondos de Arqué. Como muestra, la fotografía del cartel de la exposición con ese sonriente cura con sotana junto a un peregrino a Santiago con una cruz al hombro.

Es el fruto de la mirada de los vitorianos Federico Arocena (1922) y Gregorio Querejazu (1925-1986), que desarrollaron su trabajo en equipo desde fines de 1955 a 1976, cuando disolvieron Arqué y cerraron su estudio de la calle San Prudencio. Arocena continuó entonces como reportero gráfico de El Correo Español, donde ambos habían trabajado juntos, mientras que Querejazu cambió la cámara fotográfica por la de televisión como reportero de TVE en el País Vasco.

Pero también llevaron su oficio al campo comercial. Todo su trabajo en común pasó al Ayuntamiento de la ciudad, que en 1989 les reconoció su labor con la entrega del Celedón de Oro.

Mundo de contrastes

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La exposición refleja todo un mundo de contrastes en un viaje a un pasado que no es para tanto. Sólo han transcurrido unos lustros de esa estampa en la que un militar de alta graduación besa, arrodillado, el anillo del nuncio de Su Santidad, monseñor Hildebrando Antoniuti.

Muy cerca de esta imagen se encuentran retratos humorísticos, como el del fotógrafo cabezudo o el del cómico Ramón Jiménez, Zape. Pero también hay sorpresas en imágenes más habituales como las de boda. Es inolvidable la serie dedicada a Novios en el coche, en donde la estrechez del habitáculo deja poco espacio a la fotogenia.

Son tiempos en los que no había un especial cuidado por la imagen: no es infrecuente encontrarse con retratos de personas con gafas de elevada graduación, con instantáneas del velatorio de una mujer moribunda, o de la comitiva que emprende viaje a Lourdes, con los lisiados en camilla.

No puede faltar el régimen franquista, con las fotografías más anacrónicas: el dictador visitando las obras del embalse de Ullibarri-Gamboa, la reunión de la División Azul en el embalse de Sobrón o los niños del colegio Santa María levantando el brazo.

Y también hay lugar para los famosos del momento: Rocío Durcal, Marisol, el Dúo Dinámico, el Cordobés o el diestro local Chiquito de Bilbao.

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