Un objetivo imposible
El FBI y los forenses concluyen la búsqueda de restos de las víctimas del 11-S
Con un breve ceremonia concluyó ayer definitivamente la búsqueda de los restos de las 2.823 personas que murieron en los atentados contras las Torres Gemelas el 11 de septiembre del pasado año. Los agentes del FBI y los expertos forenses ya no trabajarán más en el vertedero de Fresh Kills, en la isla de Staten Island, a donde se transportaron más de millón y medio de toneladas de escombros retiradas del denominado nivel cero, la zona de Manhattan devastada por el ataque terrorista. En estos diez meses el proceso de identificación ha sido lento, difícil y, en ocasiones, frustrante. Sólo se ha identificado 1.229 víctimas (el 44% del total) y los expertos creen que es posible que no se encuentre nunca nada de al menos 800 desaparecidos, cuyos cuerpos quedaron desintegrados en el derrumbe de los edificios.
Diez meses después de la tragedia sólo han podido ser identificados 1.229 de los 2.823 fallecidos
Ahora queda por resolver el gigantesco rompecabezas que constituyen los más de 20.000 restos hallados. Están almacenados en el Instituto Anatómico Forense de Nueva York, el más grande del país, en 16 cámaras frigoríficas bajo una gran carpa blanca, en un callejón sin salida a unas cuantas manzanas del edificio de Naciones Unidas. Lindan con el hospital Bellevue, un albergue municipal donde viven 800 mendigos. A cada resto se ha adjudicado un número en una etiqueta con el distintivo DM (Disaster Manhattan). El reverendo Michael Judge, el capellán de los bomberos, tiene el número uno. Fue una de las pocas víctimas cuyo cuerpo fue recuperado íntegro.
'Es imposible identificar a muchos de los fallecidos', comentó este fin de semana el jefe del anatómico forense, el doctor Charles Hirsch. 'La mayoría de los restos que recuperamos del World Trade Center o del vertedero de Fresh Kills fueron sometidos a un calor muy intenso que elimina el ADN. Y el tiempo ha ayudado a destruir lo poco que quedaba. No hay que olvidar que el fuego en algunos lugares duró muchos meses'. Pese a todo, Hirsch está satisfecho: a finales del año pasado sólo esperaba identificar al 25% de los desaparecidos.
El trabajo es colosal. La morgue de Nueva York trata normalmente 25.000 muertes anuales; 700 de ellas, asesinatos. A las víctimas del 11-S se sumaron a principios de noviembre los 265 muertos del avión que se estrelló tras despegar del aeropuerto Kennedy cuando viajaba rumbo a Santo Domingo (República Dominicana). 'En un día llegué a ver más homicidios que en mis 11 años de carrera', explicó al New York Times Mark Flomenbaum, uno de los forenses.
La identificación se llevó a cabo gracias a los restos de ADN aportados por las familias. La morgue conserva 1.400 cepillos de dientes, 140 hojas de afeitar y 126 cepillos que con el tiempo podrían resultar clave para poner nombres y apellidos a los miles de fragmentos. La media de identificación es de 20 personas por semana, un ritmo que podría aumentar cuando empiecen a usar nuevas técnicas en otoño. La penosa labor ya ha costado 24 millones de dólares. En algunos casos el celo técnico tuvo inesperadas consecuencias psicológicas. El instituto contacta con los parientes más próximos cada vez que encuentra un resto. Algunas familias recibieron dos, tres y cuatro llamadas hasta que, finalmente, prefirieron no saber nada hasta el final de la investigación. La mayoría ya habían enterrado ataúdes vacíos.
Los parientes pueden visitar la morgue, que han bautizado Memorial Park, algo así como el parque del recuerdo. No ven los restos; sólo las instalaciones y los ramos de flores que muchos han dejado. Para algunos es un consuelo.
A los pocos días de la tragedia, cuando empezó a quedar claro que no se recuperarían muchos de los cadáveres, que los muertos no estaban bajo los escombros sino que eran parte de los escombros, la necesidad de conservar intacto el nivel cero se convirtió en una obsesión para los familiares. Todas las asociaciones que han surgido a raíz del 11-S piden que el terreno donde se elevaban los 110 pisos de las Torres Gemelas se considere como un camposanto.
El descomunal agujero ya está siendo acondicionado para acoger nuevos proyectos. Es un tema polémico. El alcalde, Michael Bloomberg, tiene previsto anunciar hoy unos primeros planes preliminares que satisfagan las necesidades de los vivos y no incomoden el recuerdo de los muertos.
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