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Los psicólogos aplican las terapias del atentado de Oklahoma

'¿Por qué estoy tan alterado y con tanto estrés?', '¿Qué emociones son normales y cuándo pasarán?', '¿Qué puedo hacer?'. Los folletos que la Cruz Roja ha distribuido estos días en Wall Street y en sus centros de acogida intentan contestar a las preguntas que atormentan a muchos neoyorquinos. La ciudad se prepara para vivir en los próximos meses el tremendo impacto psicológico de los atentados, recordando las lecciones de las dos precedentes tragedias nacionales: el atentado de Oklahoma y el tiroteo en la escuela de Columbine.

'En estos momentos la gente todavía no ha empezado a reaccionar ni a pedir ayuda. Es demasiado pronto. Seguimos en estado de emergencia mental. Los más directamente afectados e incluso los que han vivido la tragedia desde la distancia siguen en estado de alerta permanente, muy conscientes de todo lo que les rodea', explica el doctor John Draper, uno de los psicólogos que asisten a las víctimas. 'Lo peor llegará cuando se vuelva a una situación normal, entonces es cuando muchos se darán cuenta de lo que ha pasado y del impacto en sus vidas'.

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En la urgencia, la Asociación de Salud Mental de Estados Unidos ha vuelto a imprimir, reactualizados, los folletos de ayuda que elaboró tras el atentado del edificio federal de Oklahoma, en 1995, y el tiroteo de Columbine, el episodio más sangriento de la racha de incidentes mortales que afectó a las escuelas norteamericanas. 'La experiencia de las víctimas es muy similar, aunque aquí el impacto será mayor, dada la cantidad de víctimas y el impacto de las imágenes', dice Marc Helmke, portavoz de la asociación.

Las lecciones de estos ataques son desalentadoras. 'Un estudio reciente de las repercusiones de Oklahoma asegura que dos años después del atentado, en un radio de 200 kilómetros, el 16% de los niños seguía padeciendo angustia y estrés por lo ocurrido', explica Draper.

Todos los afectados experimentan los mismos síntomas: 'Dificultad para dormir, dolores de estómago o náuseas, problemas para concentrarse, confusión, ira y, en el caso de los afectados más directos, la culpabilidad del superviviente: ¿por qué yo me salvé y ellos no?', explica Draper. Muchas empresas han recurrido a programas de ayuda para sus empleados. Algunos seguros médicos de Nueva York extenderán su cobertura a la atención psicológica.

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A corto plazo se planteará un problema logístico. En los últimos treinta años, la atención psiquiátrica en EE UU ha sufrido recortes presupuestarios. 'No queda infraestructura en los hospitales públicos. No hay medios para tratar lo que se avecina. La situación varía mucho entre condados: algunos tienen buenos centros y otros no tienen nada', dice Helmke.

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