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LA CRÓNICA
Columna
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Deberes de verano

Las vacaciones escolares empezaron el 21 de junio. Desde aquel día, decenas de miles de padres con hijos en edad escolar tienen que enfrentarse a la compleja papeleta de organizar la vida de sus vástagos durante las 86 jornadas que nos separan del 16 de septiembre, fecha de la rentrée. Para dar lustre pedagógico a este periodo, las escuelas confeccionan un programa de deberes que ayudan a que nuestros hijos no se oxiden y, de paso, tengan algo que hacer. La idea es excelente. Para racionalizarla, las escuelas suministran a los padres una lista de cuadernos de ejercicios de lectura, matemáticas, ortografía, razonamiento lógico, percepción visual y otras materias diseñados para saciar el hambre de conocimientos de los hombres y mujeres del mañana. Perfecto. Te dan una lista de 11 cuadernos, que, en mi caso, debo multiplicar por dos porque Dios creyó necesario obsequiarme con gemelos (total: 22 cuadernillos).

Numerosos padres con hijos en edad escolar buscan estos días cuadernillos con los que organizarles el verano

En la lista figuran los títulos del cuaderno y la editorial. Hasta ahí, todo perfecto. El problema empieza a la hora de comprarlos. Como es normal, preguntas dónde pueden adquirirse y, en general, te suelen responder que en los locales especializados. Los locales especializados son, por ejemplo, la librería Abacus de la calle de Balmes. Así que, robándole tiempo a tu día laborable, te personas en la librería y descubres que son legión los que intentan contribuir al bienestar de sus cachorros. Eso te conmueve. En la librería, están desbordados. Al cabo de unos minutos, descubres que tendrás que buscar tú mismo si quieres volver a casa con los cuadernillos. Con tu lista en la mano, pues, deambulas un rato por el local y, al final, consigues que te atienda un amable empleado. De los 11 títulos de la lista (22 en mi caso), sólo tienen uno (en mi caso dos). La noticia te afecta, pero te haces el duro y preguntas: '¿Cuándo tendréis los demás?'. Te responden: 'La semana que viene'. Preguntas: '¿Puedo llamar para saber si los tenéis entonces?'. Te responden: 'Inténtalo'. Pero en ese 'inténtalo' detectas la convicción, hija de la experiencia, de que quizá la semana que viene no hayan llegado o no puedan atender las llamadas telefónicas.

Así que, prudentemente, te vas con tu lista entre las piernas a El Corte Inglés de Francesc Macià. Allí, una empleada te dice que 'todo lo que hay de eso está allí'. Allí son unos estantes en los que, curiosamente, hay toda clase de cuadernos de ejercicios de verano para niños menos los 10 (en mi caso 20) que te siguen faltando. Un poco mosca, decides darle una oportunidad al sistema, coges un taxi y, de repente, se te enciende una bombilla: la librería de Enciclopèdia Catalana de la calle de la Diputació. Detrás del mostrador, una profesional competente te atiende. Coge la lista, se dirige a un rincón del local y empieza a darte cuadernillos por un tubo. La emoción te embarga. La abrazarías. La besarías. Te casarías con ella y tendríais hijos, gemelos y trillizos, a los que alimentaríais con papilla de cuadernillos.

Pero, de repente, el manantial se seca. Están todos menos cinco (dos ejemplares del mismo título y otro del que sólo les queda uno). Agradecido, pagas y, como sólo puedes dedicar una jornada a comprar los libros, no aceptas el ofrecimiento de que te encarguen los que faltan para otro día. Error. Deberías haberlo hecho. Como estás cerca, te vas a la librería Bosch, de la Ronda de la Universitat. De los cinco que te faltaban, encuentras tres, y te sientes como los alpinistas que, desde el último campamento base, intuyen la cima del Everest. Sólo te faltan dos, pero ya has perdido casi toda la mañana. Cinco minutos más tarde, te personas en la librería Catalònia. Allí tienes la sensación de que se te quitan de encima cuando te dicen: 'Mire allí'. Entre los muchos estantes, no consigues distinguir el que buscas, entre otras razones porque nunca los has visto y, por tanto, te parece que deberían ser ellos, los empleados, quienes los buscasen por ti. Decepcionado con la calidad del servicio, coges otro taxi y te vas a la FNAC de L'Illa. Tienen miles de cuadernillos, sí, pero, con una frialdad que te deja de piedra, te comunican: 'No trabajamos con esta editorial'. Intentas imaginar qué clase de aberración habrá cometido la editorial para que alguien decida no trabajar con ella; aunque, habiendo sufrido su capacidad para distribuir de forma peculiar su producto, tampoco te sorprende y, llevado por un irreprimible sentido de la inoportunidad, sientes la tentación de responderle: 'Yo tampoco trabajo con esta editorial. Sólo quiero comprar un par de jodidos cuadernillos'. A estas alturas, tu opinión sobre el sistema educativo es incendiaria. Imaginas a todos los padres sufriendo esta misma vejación y te preguntas qué clase de sociedad les espera a nuestros hijos si ni siquiera somos capaces de organizar algo tan simple como ponernos de acuerdo sobre unos cuadernillos y encontrar la manera de ponerlos a la venta sin torturar a nadie. Porque lo curioso es que los cuadernillos los pagas, quiero decir que no te los regalan y, por tanto, cabe deducir que se trata de un negocio. Por cierto: me siguen faltando dos cuadernillos. Tomen nota: Cues de llengua 1 y 2 de la editorial Text (un ejemplar de cada). Se gratificará.

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