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Reportaje:VIAJE DE AUTOR

Valparaíso, la perla del Pacífico

Un puerto de gran intensidad literaria en la costa chilena

Enrique Vila-Matas

Samarcanda, Tombuctú, Maracaibo, Valparaíso. Son nombres de ciudades a los que no es posible resistirse toda una vida. No nos engañemos. Fuimos a Valparaíso, Chile, sin tener idea alguna de lo que allí encontraríamos; fuimos tan sólo porque nos sentíamos hechizados por ese fabuloso nombre que para colmo significa Valle del Paraíso. Salimos de buena mañana de Santiago, y en lugar de tomar la autopista a Valparaíso y llegar en hora y media a esta ciudad, fuimos por intrincados caminos misteriosos, pues los amigos que nos acompañaban dieron un rodeo grandísimo y nos llevaron por lugares por los que no toca pasar para ir de Santiago a Valparaíso, y vimos, entre otras maravillas, la casa de la Isla Negra de Pablo Neruda y la rada de Quintay. Dormimos frente al Pacífico, en Tunquén, y llegamos al día siguiente a Valparaíso. Deliberadamente, los amigos, pasando por otros edenes, habían demorado 24 horas nuestra llegada al paraíso.

En Isla Negra hay demasiada invasión de turistas que desean ver la mítica casa de Neruda, y eso ha desvirtuado la realidad de lo que en su día fue la casa en la arena. No sólo la famosa arena hoy día ya no llega hasta la casa, sino que a cien metros del lugar -por poner un ejemplo de hasta dónde puede llegar la literatura cuando se hace popular- hay en la carretera un horrendo centro de banquetes y bautizos que se llama Restaurante Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada. Sin comentarios. Por otra parte, al llegar allí, uno piensa en el cartero de Neruda que tan famoso se hizo en todo el mundo, y se queda de piedra cuando le dicen que en esa zona de Isla Negra no hay correo ni cartero. Hace más de un año que los vecinos deben dirigirse al cuartel de la II Compañía de Bomberos, sala de estar, segundo piso, para retirar o enviar su correspondencia. Paola, que trabaja en la casa-museo de Neruda, nos explicó que cada vez que los turistas preguntan por el famoso cartero 'hay que decirles que eso fue una película y que para enviar postales hay que ir a Santiago'.

Valparaíso está edificada sobre una serie de colinas abruptas, abarrancadas por las aguas, recortadas en decenas de espolones, los cerros, lanzados hacia la bahía. Abajo, en planta cuadriculada de reminiscencias europeas, se encuentra el puerto, conocido en su momento como la perla del Pacífico, pues fue el más importante de América hasta que a mediados del siglo pasado se abrió el canal de Panamá: llameantes placas de cobre llevan los nombres internacionales de las casas de navegación, de seguros, de corretajes, 'and Co.', 'and Sons', 'e Hijos', 'y Socios', Ltd. Es un puerto con un fascinante pasado cosmopolita, literario a morir. En él, Rubén Darío trabajó de aduanero, y aprovechaba el tiempo libre para pasear por los cerros, que le gustaban mucho; iba siempre acompañando en sus inspecciones médicas a un doctor, amigo suyo. Cuando no trabajaba en la aduana ni paseaba por los cerros se dedicaba a cambiar la historia de la poesía en lengua española, porque en Valparaíso escribió gran parte de Azul.

Como explica Olivier Rolin en Siete ciudades -libro sobre espacios urbanos literarios, donde sitúa a Valparaíso junto a Buenos Aires, Trieste, Lisboa, Alejandría, San Petersburgo y Praga-, a medida que la ciudad escala los cerros, la pompa del puerto se reproduce degradándose; las calles ortogonales se enmarañan, se enloquecen, se vuelven sobre sí mismas, se retuercen como caracoles espirales, asidos a las curvas de nivel, y que acaban arrojándose, como torrentes de lodo petrificado, a las barrancas que labran las colinas. Extraña geografía de Valparaíso, montón de desprendimientos hacia el mar. Para unos, los cerros son como un anfiteatro frente al mar; para otros, una herradura anclada en el puerto, y para todos, una infinidad de cuestas y empinadas escaleras que sólo pueden salvar gracias a los numerosísimos ascensores-funiculares. Valparaíso es conocida no sólo como la perla del Pacífico, o como la ciudad del viento, o como puerto mayor de la geografía poética universal (Salvador Reyes dixit), sino también como la ciudad de los funiculares.

En realidad, tiene tantos nombres que no le viene ya de uno, yo le llamaría la ciudad del azul de Azul, o bien puerto metafísico, aunque se vuelve un lugar concreto cuando ves que es imposible pasar de un cerro a otro, aunque éste sea vecino. Cerros de nombres atractivos y a veces enigmáticos: Placeres, Polanco, Santo Domingo, Barón, Miraflores, Alegre. En uno de ellos está la Sebastiana, otra de las casas de Neruda, saqueada por los fascistas cuando el golpe militar contra Allende, hoy un discreto museo. En el cerro Concepción, que es mi preferido y por lo visto lo fue de la colonia inglesa y alemana, se halla, en una bellísima calle zigzagueante -donde en interesante contraste aparcan coches y caballos-, un hotelito de seis habitaciones que es la maravilla de las maravillas, el Brighton, una vieja casona colonial, casa colgante de colores con una terraza de pisco sour y baile, mirador extraordinario sobre el puerto y la bahía, lugar inolvidable.

La terraza del Brighton

'Yo creo que Valparaíso', me escribe Andrés Braithwaite, amigo chileno, 'no es más que la terraza del Brighton, sus vistas, algunos amigos, alcohol y tabaco, y un par de libros'.

Los libros podrían ser de Joaquín Edwards Bello y de Carlos León, ambos porteños de tomo y lomo, y autores de muy buenas páginas sobre Valparaíso. Edwards Bello, que era de familia con apellido, pero terminó de capa caída, tiene una buena novela, El viejo almendral, conocida también por su subtítulo, Valparaíso, la ciudad del viento: una especie de relato de iniciación, de aprendizaje, publicado en 1931. Y tres años después publicó El bombardeo de Valparaíso y su época, que relata el sitio de la ciudad por la Armada española. Viejo, enfermo, 'cansado de la tontera humana' y solitario, a los 82 años tomó el Colt calibre 38 que antes de morir le había entregado su padre 'para que se protegiera' y lo utilizó para algo realmente muy práctico: se descerrajó el cráneo con un balazo.

En cuanto a Carlos León, que murió hace 10 años, escribió deliciosas crónicas sobre Valparaíso. El hombre de Playa Ancha, por ejemplo. Se pasaba la vida en el café Riquet de la plaza Aníbal Pinto -un café muy antiguo que es ineludible visitar: se pueden comer extravagantes pasteles austriacos y alemanes-; era un hombre de un envidiable humor de punta fina, que dicen en Chile. Físicamente, era esmirriado, muy friolero, siempre andaba con abrigo y encendía la estufa en pleno verano. Fue un miniaturista de vidas mínimas, por lo general sombrías. Y frías.

Ciudad de gran orden asimétrico o de gran desorden armónico -como la califica Mónica del Campo, viajera enamorada del puerto-, Valparaíso tiene extrañas peculiaridades, como, por ejemplo, esas pasarelas que le permiten a uno, estando en los cerros, ir de una planta baja al techo de una casa vecina. O esos lugares o miradores naturales en los que parece difícil sentirse infeliz: el paseo Atkinson, el paseo Gervasoni y, sobre todo, el paseo Yugoslavo, frente al mar, a 45 metros sobre el nivel de la ciudad y comunicado directamente con el exótico ascensor El Peral. O lo contrario de estos bellos paseos, porque de todo hay en ese atractivo, desconcertante e inolvidable infierno y paraíso de Valparaíso: esos raros, inquietantes miradores plantados en pleno vacío.

El puerto de Valparaíso, ciudad situada a 120 kilómetros al noroeste de Santiago de Chile, fue el más importante de la zona hasta que se abrió el Canal de Panamá (1914).
El puerto de Valparaíso, ciudad situada a 120 kilómetros al noroeste de Santiago de Chile, fue el más importante de la zona hasta que se abrió el Canal de Panamá (1914).J. E. PASQUIER

GUÍA PRÁCTICA

Datos básicos

Población: 301.700 habitantes en Valparaíso. Prefijo telefónico: 00 56.

Cómo ir

- Lan Chile (915 59 72 95). Vuelos diarios a Santiago desde Madrid. Ida y vuelta, 1.096 euros más tasas.

Dormir y comer

- Hotel Brighton (32 22 35 13). Paseo Atkinson, 151. Valparaíso. La doble, 48,22 euros. - Hotel Reina Victoria (32 21 22 03). Plaza Sotomayor, 190. Valparaíso. La doble, 19,31 euros. - Café Riquet (32 21 31 71). Plaza Aníbal Pinto, 1199. Menú, 5,4 euros. - Café Turri (32 25 20 91). Templeman, 147. Pescados y mariscos. Menú, 9,6 euros.

Visitas

- La Sebastiana (32 25 66 06). Ferrari, 692. De 10.30 a 18.00. Cerrado lunes, y de martes a viernes entre las 14.10 y las 15.30. Entrada, 2,6 euros.

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