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Entrevista:ISMAIL KHAN | Gobernador de Herat

'Todavía hay dirigentes de Al Qaeda sueltos y sé quiénes son'

Ángeles Espinosa

A Ismail Khan le disgusta que se le califique de señor de la guerra. Sin embargo, este antiguo capitán del Ejército afgano convertido en héroe de la resistencia a los soviéticos vuelve a controlar el oeste de Afganistán sin rivalidad alguna. Ayuda que tiene bajo su mando una de las milicias más disciplinadas del país, 15.000 hombres según estimaciones occidentales. En una entrevista con este diario en el Palacio de la Gobernación de Herat, Ismail, de 56 años, da muestras de la astucia que le ha permitido extrapolar sus dotes de estratega militar al terreno político.

'A los que estuvimos en el frente, la expresión señores de la guerra nos parece creada para reducir la importancia y la dignidad de los muyahidin (literalmente, combatientes; en Afganistán, los resistentes contra la ocupación soviética) y de la nación afgana', explica molesto. 'El comunismo fue un peligro para Occidente y mientras usamos nuestra capacidad para combatirlo [los occidentales] nos apreciaron como luchadores por la libertad; ahora el mundo ha cambiado y nuestra forma de pensar, el hecho de que queramos tener un Gobierno islámico, no les conviene. Así que han creado expresiones como señores de la guerra para nosotros, pero carecen de fundamento'.

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'Karzai quería que aceptara una vicepresidencia y un ministerio en Kabul, pero de momento, considero que mi presencia aquí es mucho más importante', reconoce sin dejar entrever roce alguno con el presidente afgano. 'No ha sido nada contra Karzai, ni significa que tenga contencioso alguno con el Gobierno de Kabul', se apresura a precisar. 'Todavía hay dirigentes talibán y de Al Qaeda por ahí sueltos y sé quiénes son, así que pensé que sería mejor para mí permanecer en Herat; también he iniciado la reconstrucción de la ciudad y quiero completarla'.

Ismail, al que la gente de su entorno se refiere como Ámir Saheb, Señor Gobernador, estuvo prisionero de los talibanes tres años, desde finales de 1996, cuando falló su intento de retomar Herat, hasta marzo de 2000 en que escapó de la cárcel de Kandahar. 'He sido capaz de salvaguardar esta ciudad de dos invasiones', asegura para justificar su presencia como gobernador. No obstante, ni su revuelta contra los soviéticos evitó la destrucción de la ciudad, ni su oposición a los talibanes impidió que la tomaran antes que Kabul.

Pero este hombre menudo y de presencia apacible sabe cómo llevar las cosas a su terreno. Con un lenguaje comedido y elegante, es capaz de defender la necesidad de un Gobierno central fuerte (tal como trata de promover la comunidad internacional) y a la vez no ceder ni un ápice del poder que ha concentrado gracias, sobre todo, a los lucrativos aranceles aduaneros que sus hombres cobran a las importaciones de Irán.

'Es verdad que mientras las provincias no se acerquen al Gobierno central, todo el país será débil', concede. 'Por supuesto, no queremos tener un Afganistán débil o fragmentado, sino fuerte y con una Administración central capaz', asegura, atribuyendo las actuales dificultades no a un problema de relación sino de distancia geográfica. Incluso dice que trata de unir fuerzas con el Ejército nacional. Sin embargo, evita aclarar si estaría dispuesto a compartir la recaudación aduanera con el resto del país, extremo que reclama con insistencia el presidente Karzai y que le ha creado roces con el gobernador de Kandahar.

'No me pregunte por los aranceles; vaya y vea a dónde va el dinero', responde sin levantar el tono de voz. 'En Herat no sólo se gasta en defensa, sino que también se atienden las necesidades agrícolas, sociales, etcétera. El proceso de reconstrucción está en marcha', afirma antes de pasar a enumerar toda una serie de obras públicas y medidas que convierten esa ciudad afgana en la más habitable del país. 'Si va a otras provincias, no encontrará usted una administración como ésta', añade con la seguridad de quien se sabe respaldado por los hechos.

La misma ambigüedad impregna su discurso sobre los derechos de las mujeres. A pesar del espíritu tolerante y liberal del que históricamente ha hecho gala Herat, las restricciones a las mujeres son aquí más evidentes que en el resto del país. No sólo son escasas las que se han atrevido a quitarse el burka, sino que las leyes sobre segregación de sexos se aplican con más severidad que en Kandahar, feudo tradicional del conservadurismo.

'Los occidentales pueden no creerlo, pero son las propias mujeres las que insisten en respetar las costumbres de este país y las tradiciones del islam', declara Ismail, quien exige a sus interlocutoras que se cubran la cabeza y no les da la mano. 'Debido a los 23 años de guerra parece necesario el pañuelo, pero nosotros no les hemos exigido que lleven burka. Si lo llevan es por su propia elección', añade convencido de que haberles abierto las puertas de las escuelas y de algunos trabajos debiera tenerlas contentas.

Los observadores ven la mano de Irán detrás de estas medidas. Ismail no niega la ayuda que ese país le ha prestado siempre, 'tanto en lo militar como en lo social'. 'En la actualidad, nos está financiando el primer proyecto de reconstrucción: el asfaltado de la carretera que viene desde la frontera', explica. Niega, no obstante, que la cooperación actual vaya más allá. 'No puedo decir que Irán sea un modelo porque las necesidades y deseos varían de un país a otro', argumenta.

Ismail Khan, gobernador de Herat, en noviembre del año pasado.
Ismail Khan, gobernador de Herat, en noviembre del año pasado.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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