Paisajes de acero

El teniente del Ejército ruso Vladímir Arseniev escribió en 1902 Dersu Uzala, la historia de un cazador de la tundra occidental siberiana. 73 años después, Akira Kurosawa transformó lo que casi es un aséptico diario propio de un científico en una inolvidable película. Y popularizó unas de las páginas que más melancolía encierran acerca de la amistad y la fuerza de espíritu, donde el frío paisaje saca a relucir lo mejor de cada persona.

Gestas imposibles e historias de compañerismo es lo que recoge Hielo, una antología del alpinista Clint Willis, que incluye fragmentos de los diarios de Robert F. Scott, que, como un hambriento que sólo piensa en saciarse, comienza cada día recogiendo la temperatura reinante; así como El peor lugar del mundo, de Apsley Cherry-Garrard, revelador del carácter de Scott, o la odisea de Shackleton y su barco Endurance. Muchos de los textos son dietario de lo ocurrido, recuerdos de aventuras en unos paisajes duros y fríos como el acero. Otros son entrevistas. Quizá, cuando de aventuras en tan hostil medio se trata, las dos únicas maneras de ser fiel a unos hechos que de otro modo podrían distorsionarse.

El último lugar de la Tierra, del periodista Roland Huntford, relata la aventura del británico Scott y el noruego Amundsen en su carrera hacia el Polo -Amundsen llegó 21 días antes-, que terminaría con la muerte del primero y ensombrecería la hazaña del segundo. Una obra polémica, detallada y documentada que indaga en el carácter de ambos exploradores.

Dos libros para los que gustan de las experiencias al límite en los paisajes helados. Historias del final de la 'Era de los Descubrimientos', en palabras del escritor Paul Theroux en el prólogo de El último lugar de la Tierra.