África de cocodrilo
'África me divirtió, fue amable conmigo y no quiso matarme de inmediato...'. Pero sí lo hizo algunos años más tarde, víctima de una enfermedad infecciosa, cuando actuaba de enfermera en el sanguinario desencuentro entre bóers e ingleses. Corría el año 1900 y su cuerpo fue arrojado al mar, como fuera su deseo, frente a las costas del Continente Tenebroso.
Producto de su atlas de peripecias es Cautiva de África. Mary reunió un póquer de circunstancias para acceder a su destino: su padre, un médico al servicio de singulares aristócratas que viajaban durante años sin fronteras ni reloj, se casó con su criada y se ahorró una bastarda y un sueldo.
A continuación sus padres mueren en el espacio de dos meses. Tercero, y para rematar, su único hermano le comunica que se va al lejano Oriente. Mary Kingsley, libre de obligaciones, decide que ha llegado el momento de expresar sus conocimientos autodidactas. La Sociedad Geográfica inglesa y el Museo Británico la apoyaron en su proyecto admirados por los conocimientos que poseía acerca de la fauna africana. Su capacidad de observación la convierte en una singular etnógrafa: en estas tierras se adentrará en la cultura de los bubis, y quedará deslumbrada desde las nieves del Teide hasta las playas de São Paulo de Loanda (Angola).
CAUTIVA DE ÁFRICA
Mary Kingsley. Traducción de Librada Piñero Mondadori. Barcelona, 2001 334 páginas. 18 euros
Como nos comunica Kingsley en su andadura africana, los británicos se quedan solos a la hora de fundar 'factorías' o enclaves estratégicos: Malabo fue un fruto jugoso desde 1827 para exprimir los aromas del café y los afrodisiacos del cacao. Freetown, una singular villa donde todas las calles están fabricadas con césped de las Antillas, es otra de sus pinceladas. La señorita Kingsley anduvo en sus viajes entre miradas poco amistosas y el látigo de la dentellada de un cocodrilo.
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