Recta final

Políticamente no estamos en el ecuador de la legislatura, sino que hemos entrado ya en la recta final. Es verdad que han pasado 24 meses desde el comienzo de la legislatura y que quedan todavía 20 hasta el final de la misma, pero no lo es menos que los primeros 24 eran los primeros, que en ellos tuvieron lugar dos procesos electorales exclusivamente, en el País Vasco y Galicia, y que todavía no se tenía seguridad en que José María Aznar no iba a reconsiderar su decisión de no volver a ser candidato en las próximas elecciones.

En los 20 que quedan vamos a tener una consulta de carácter territorial general, las elecciones municipales, y elecciones en todas las demás comunidades autónomas. Si se adelantan las elecciones en Cataluña y Andalucía, lo que es bastante probable, tendremos elecciones en febrero o marzo en Cataluña, en mayo en el resto de las comunidades y en todos los municipios, y en octubre o noviembre en Andalucía. Éste es el calendario electoral previsible para 2003. Al que hay que añadir que ahora sí sabemos con seguridad que José María Aznar no será el candidato del PP en las próximas elecciones generales. La combinación de este calendario electoral y de la retirada del presidente del Gobierno hacen que esta segunda parte de la legislatura no sea simétrica respecto de la primera.

Quiere decirse, pues, que la segunda mitad de esta legislatura no va a tener, no está teniendo ya, nada que ver con la primera, aunque la composición de las Cortes Generales sea la misma y la estabilidad gubernamental esté garantizada. En lo único que coinciden todas las interpretaciones de la renovación del Gobierno es en su lectura en clave electoral. Unos pueden pensar que el nuevo Gobierno es una suerte de dream team (Casimiro García Abadillo en El Mundo), y otros que no han entrado personas de más peso que las que había en el Gobierno anterior, como opinaba el editorial de EL PAÍS. Unos pueden pensar que José María Aznar ha recuperado la iniciativa política y sale reforzado de la crisis (Javier Pradera), y otros que ha perdido el control del tiempo político y que su reacción deja traslucir una cierta sensación de miedo escénico (Josep Ramoneda). Pero lo que nadie pone en cuestión es que el cambio se ha producido ante el temor de perder las próximas elecciones generales y con la finalidad de ganarlas. Y que el PP ha recurrido para ello a todo lo que tiene, no importándole arriesgar el futuro político de los presidentes de las dos comunidades autónomas más importantes en que gobierna.

La perspectiva electoral lo va a teñir todo a partir de este momento. Y esto, le guste o no al presidente del Gobierno, va a plantear con una extrema urgencia el problema de la designación de su sucesor como candidato del PP a las próximas elecciones generales. Cada día que pase, José María Aznar va a ser menos presidente del Gobierno. Lo continuará siendo formalmente hasta la investidura del próximo presidente. Pero materialmente va a ir dejando de serlo progresivamente. Y con más rapidez de lo que él piensa. Cuanto más prolongue la incertidumbre, menor va a ser su autoridad en el interior de su partido y, como consecuencia de ello, también en el país. Si no se despeja pronto la incógnita sucesoria, José María Aznar va a convertirse inevitablemente en un estorbo para el PP en los próximos procesos electorales, y en particular en las próximas elecciones generales. Después de haber tenido que recurrir a Alberto Ruiz-Gallardón para competir con Trinidad Jiménez por la alcaldía de Madrid, ¿hay de verdad alguien en el Partido Popular que crea que se puede dejar en el aire por mucho tiempo quién va a competir con Rodríguez Zapatero por la presidencia del Gobierno?