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Columna
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Una ciudad demediada

No dejan de sorprendernos las autoridades municipales de Alicante. Quizá sea esta predisposición para la sorpresa uno de los rasgos sobresalientes de su carácter. Cuando uno espera que ante un problema determinado, actúen con un cierto sentido común, nuestros concejales se descuelgan con la ocurrencia más impensada o la solución más impropia. Mientras en los foros internacionales se alaba el urbanismo de Girona, Santiago, Vitoria, Vallecas o San Sebastián, por adecuar el tráfico a las necesidades de sus habitantes, en Alicante se procede en sentido contrario, ajustando la circulación a las pretensiones de los automovilistas. El resultado es una ciudad incómoda, crispada, difícil para el peatón e impracticable para los conductores.

Días pasados se iniciaron las obras para abrir al tráfico la calle de San Francisco, uno de los escasos espacios peatonales de la ciudad. Nadie negará que, en su actual estado, San Francisco presentaba unos problemas que debían resolverse con prontitud. En eso, todo el mundo está de acuerdo. Pero, no creo que devolver la calle a los automóviles sea la solución más adecuada, como pretenden ahora nuestras autoridades. Durante los últimos años, hemos visto languidecer día a día esta calle del centro de la ciudad. Cerraban las tiendas tradicionales y las que tomaban su lugar carecían del encanto o de la calidad de las anteriores; las pocas que sobrevivían, no acertaban a renovarse y ofrecían unas mercancías anticuadas, de limitado interés. Sin atractivos para la compra, el alicantino transitaba cada vez menos por San Francisco. Este menoscabo se tradujo en alquileres baratos que aprovechó una población de origen magrebí, para instalar en ella su comercio. La presencia de los extranjeros alarmó a los vecinos. Menudearon las denuncias y se sucedieron los incidentes, hasta que, con el tiempo, el deterioro de la zona resultó inevitable.

¿Podrá remediar el tráfico estas dificultades que padece San Francisco? A quienes piensan que la medida será suficiente y la aplauden con entusiasmo, yo les pondría el ejemplo de la Rambla de Méndez Nuñez. En todos estos años, no ha dejado de fluir el tráfico por la Rambla de Méndez Nuñez. Incluso se ha incrementado. Sin embargo, la que fuera la principal avenida de Alicante presenta hoy un estado de deterioro que los alicantinos aceptan con indiferencia o resignación. Y es que los problemas de San Francisco, como los de la Rambla, Castaños, o los del resto del centro de la ciudad, no son problemas que se resuelvan entregando las calles al automóvil, como afirman con atrevimiento nuestros concejales.

Desde hace veinte años, Alicante es una ciudad demediada, y este es un problema que no sabemos resolver. La aparición de unos grandes almacenes trastocó el centro tradicional y alteró su geografía. Los intentos de recomponer este espacio que realizara el alcalde Lassaletta fueron tan medrosos que, a la postre, no han servido para nada. Alicante ha carecido de un plan para devolver las calles a los ciudadanos y lograr una vida más sociable. Aquí se ha actuado a impulsos, adoptando hoy una medida y mañana otra, según decidiera uno u otro personaje. El trabajo arduo, laborioso, de hilvanar un proyecto y convencer de su bondad a los alicantinos para que se sumaran al mismo, no ha existido jamás.

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