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Columna
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La movida de Aznar

Hasta los adversarios de Aznar tendrán que reconocerle -aunque sólo sea en esa intimidad donde el presidente del Gobierno acostumbra a hablar en catalán- cintura política y astucia maniobrera a la hora de realizar con esmero el trabajo propio de los profesionales de su oficio: adoptar las medidas necesarias para conquistar primero y conservar después el poder. Sea por los buenos consejos de Bernardino Lombao cuando dirige su preparación física o por los sabios comentarios de las viejas glorias del Real Madrid (con Alfredo di Stéfano a la cabeza) mientras ven juntos los partidos por televisión, Aznar ha logrado sacar fuerzas de flaqueza en vísperas del debate sobre el estado de la nación para descongestionar el área mediante un cambio de juego y salir del cuerpo a cuerpo en las cuerdas cuando faltan todavía la mitad de los asaltos del combate.

El ensabanado fantasma de la sucesión continúa presente, por lo demás, en el salón del Consejo de Ministros. Si las modificaciones en el escalafón fuesen el único dato digno de crédito, Mariano Rajoy ganaría claramente posiciones en la carrera: el regreso a Presidencia (abandonada por Lucas) tras su destino forzoso en Interior y el regalo añadido de la Portavocía (que abandona Pío Cabanillas) podrían ser interpretados en ese sentido. La permanencia de Rodrigo Rato en la misma cartera, por el contrario, sería un signo de mal agüero si fuese verdad que lo que no crece muere. En cambio, carece de significación que Jaime Mayor Oreja no sea repescado para el Gobierno tras la derrota electoral del PP en las elecciones vascas de hace un año: su abandono de la política del País Vasco antes de los comicios municipales y forales de mayo de 2003 hubiese resultado incomprensible y desmoralizador para sus compañeros del Partido Popular. El nombramiento de Acebes como ministro del Interior después de que el presidente del Gobierno le deparase la oportunidad de desempeñar un papel estelar a su paso por el Ministerio de Justicia (donde le sustituye Michavilla) gracias al Pacto por la Justicia y la Ley de Partidos parece meterle de lleno en la competición; si las patosas bromitas gastadas hace unos días por Aznar a propósito del pitagórico ascendiente del Número Cuatro sobre Acebes desencadenaron rumores respecto a su inclusión en la línea de salida sucesoria, el cambio de cartera hará subir su cotización en el mercado de futuros.

El regreso de Javier Arenas al agradable calorcillo del hogar gubernamental (sustituye a Posadas en Administraciones Públicas) es un premio a su capacidad para ser el cilicio de la oposición durante las 24 horas de los 365 días del año. Zaplana abandona la Comunidad Valenciana para sustituir a Aparicio -mas afortunado como tanguista que como ministro- en la cartera de Trabajo. Los jugardores dispuestos a gastarse dinero marginal en los outsiders tal vez dediquen algunos euros a esos dos nombres en las apuestas sucesorias. Sustituido por Ana Palacio (una agradable sorpresa) en el Ministerio de Asuntos Exteriores, la designación de Piqué para la cartera de Ciencia y Tecnología (donde reemplaza a su antigua patrocinada Anna Birulés) ni siquiera puede ser justificada como estación de tránsito hacia la proclamación de su candidatura a la Generalitat: Matas continúa desempeñando su antiguo ministerio sin perder la condición de aspirante a la presidencia balear. Finalmente, el cambio de Celia Villalobos por Ana Pastor tal vez signique -cabe desear lo contrario- salir de Málaga para entrar en Malagón.

Aunque situada al margen del cambio de Gobierno, la designación de Ruiz-Gallardón como candidato del PP a la alcaldía de Madrid no fue la jugada menos importante de la movida del tablero organizada ayer por Aznar: sólo su rival socialista para el mismo cargo, Trinidad Jiménez, se manifestó 'indiferente' ante la noticia. El ofrecimiento a Esperanza Aguirre de la candidatura del PP para la comunidad madrileña completa esa maniobra. El presidente del Gobierno ha mostrado, así, unos notables reflejos para reaccionar ante las predicciones demoscópicas -tan odiadas por Cascos- anunciadoras de la derrota del PP en las elecciones municipales y autonómicas de Madrid, aunque tenga que pagar el precio de ayudar al espectacular relanzamiento de la carrera política de Ruiz-Gallardón.

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