El PP, a la espera de señales
El debate sobre el estado de la nación de los próximos días 15 y 16 tendrá un rasgo peculiar: esta vez, los más interesados en saber cómo respira, qué dice y qué sugiere el presidente del Gobierno, José María Aznar, no serán los diputados de la oposición, sino los propios ministros y dirigentes del Partido Popular, preocupados tanto por la situación interna del PP como por las expectativas y posibles interpretaciones de la remodelación de Gabinete.
Y en el lado contrario, los más expectantes ante el discurso de José Luis Rodríguez Zapatero serán los propios diputados socialistas, convencidos de que ésta debe ser una buena ocasión política para la consolidación parlamentaria de su secretario general.
Álvarez Cascos ha querido transmitir a los militantes la idea de que Aznar todavía no ha decidido nada, por más que algunos estén sugiriendo lo contrario
Uno y otro, Aznar y Zapatero, se encuentran en un momento especial: tienen que dar señales a sus propias filas más que a las contrarias.
La comparecencia del presidente ante el Parlamento definirá la última etapa de su mandato. La dirección del PP y el entorno de Aznar han dado los pasos necesarios para asegurarse de que la polémica sobre la elección de candidatos a las municipales y autonómicas de 2003 no llegue viva a ese día, pero entre algunos dirigentes del partido la brecha sigue abierta.
'Algunos esperamos que antes de ese día Aznar de una señal que demuestre que no ha elegido todavía sucesor y que desautorice de alguna forma a quienes ya dan por seguro como candidato del PP en 2004 a Jaime Mayor Oreja', afirma un diputado que tuvo importantes cargos en la dirección del Partido Popular en etapas anteriores y que tradicionalmente se considera 'muy alejado' de la familia demócrata cristiana.
Otro dirigente popular, que se confiesa partidario de Rodrigo Rato, pero 'sin familia política o especial adscripción', se queja de la pasividad del vicepresidente segundo y se une a quienes esperan que el presidente del Gobierno vuelva a dejar los cajones de salida como estaban antes de los últimos incidentes y de la brusca irrupción en la batalla interna del PP del ex presidente Adolfo Suárez: 'Necesitamos que Aznar vuelva a poner en igualdad de condiciones a los tres candidatos'.
Desde su punto de vista, sería preocupante que el presidente Aznar centrara la mayor parte de su discurso ante el Congreso en el tema del País Vasco, que todo el mundo asimila con Mayor Oreja, sin hacer el menor guiño al trabajo que están realizando Rato... y Rajoy.
'Hasta ahora, el que se está mojando de verdad en política es Rodrigo Rato. Y además, el presidente del Gobierno le ha señalado como único responsable de la reforma laboral al convertirle en el interlocutor de los sindicatos, dejando al lado al ministro de Trabajo. No sería justo que esté solamente a las duras...', añade su admirador.
En el sector más cercano a Rato se niega que el vicepresidente esté molesto con la irrupción de Adolfo Suárez en la batalla interna del PP. Es posible que hubiera preferido que se callara, pero no ha sido ninguna sorpresa porque ya es muy conocida la amistad del ex presidente con Mayor Oreja y su falta de contacto con el ministro de Economía.
Cólera de Cascos
Según este análisis, lo que ha provocado la cólera de Francisco Álvarez Cascos y de otros importantes miembros del partido no ha sido la aparición de Suárez, sino la creencia de que el secretario general, Javier Arenas, y su equipo están utilizando torticeramente algunos recursos de la organización en beneficio de un único candidato. Dentro de ese capítulo figuraría la inclusión del nombre de Rato en algunas encuestas en las que no está justificado añadirle y que, sin embargo, pueden perjudicarle, sobre todo si se extienden entre los militantes y pequeños cargos de organización.
El gesto de Cascos habría que interpretarlo en este contexto no sólo como una llamada de atención a Génova, sino como un recordatorio a todos los militantes del partido de que nada está todavía decidido, por más que algunos sugieran lo contrario.
Arenas niega rotundamente esas acusaciones y se queja de que va a llegar un momento en que no podrá hacer nada que no sea interpretado en clave de sucesión.
El problema es que Génova no puede utilizar hoy día casi ningún sistema de valoración de candidatos para el año 2003 que no se vaya a analizar internamente desde el punto de vista de los intereses de los futuros candidatos a la presidencia del Gobierno.
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