Historias del cuerpo femenino
Los años setenta del pasado siglo subrayaron en el panorama de lo fotográfico un especial interés por la mezcla del concepto y la escenificación con el autorretrato -'la modernidad de la actitud se manifiesta mejor aún cuando el retrato se hace autorretrato', escribió Lemagny, al respecto-. Eran los restos del naufragio del teatro y la pose.
El tema fue tratado, especialmente y con mayor énfasis, desde la perspectiva de lo femenino: la mayoría de estas obras se inscribían en el capítulo de mujeres fotógrafas -no sé a estas alturas en qué apartado se hubieran incorporado pero entonces lo hicieron en los manuales del medio en el correspondiente a sus relaciones con los happenings, performances, e instalaciones y, en general, a todo lo tangencial con una cierta práctica del arte minimal, el cine experimental y el vídeo-. Décadas más tarde, no sólo se ha afianzado esta forma de hacer como tendencia sino que tanto, cualitativa como cuantitativamente, se fue potenciando progresivamente.
CORPOREAL/CUERPO REAL
Fotografía Marina Abramovic, Adrian Piper y Carolee Scheneemann Centro Cultural Conde Duque Conde Duque, 11. Madrid Hasta el 14 de julio
Ahora, la programación de
PHotoEspaña, en Madrid, presenta varias propuestas en esta línea entre las que resultan especialmente interesantes Corporeal/Cuerpo real, de Marina Abramovic, Adrian Piper y Carolee Schneemann, todas ellas consideradas como pioneras desde la década de los sesenta y setenta de la especialidad en cuanto que se cuestinoran la imagen desde la perspectiva radical de una crítica política en la que los valores de lo femenino, la sexualidad, la discriminación racial, xenofobia y, en general -como denominador común-, la lucha de género le sirvieron de excusa para hacer de todo ello una metáfora visual con su propio cuerpo: el auténtico protagonista de esta galería de imágenes.
Cualquiera de estas instantáneas pertenece a esa suerte de registros definidos por la radicalidad que, utilizada como soporte biográfico, precisan de una estructura teórica -indirectamente se cita a Kant y Hegel, en el caso de Adrian Piper (Adrian Margaret Smith Piper, Nueva York, 1948) y a las clases que impartió en varias universidades, como la de Harvard, Stanford, Michigan o Georgetown entre otras-. Son fotografías que bien podrían sintetizar la totalidad de lo expuesto por sus compañeras de sala -especialmente a las de Carolee Schneemann (Nueva York, 1939)- y que bien pueden definir el criterio de selección de la comisaria de estas tres muestras: Elga Wimmer.
Piper llega a borrar técnicamente la imagen de quienes retrata, lo hace con el uso y abuso del espesor visual de sus tonalidades negras -en algunos casos las capas de negro ocultan la imagen esencial, como en las diversas variantes de alimento para el espíritu en las que, a veces, ésta casi no se percibe-. Por otro lado, resulta excelente el montaje de Marina Abramovic (Belgrado, Yugoslavia, 1946) -abreviado y no excesivamente representativo del conjunto de su obra, poco conocida en España-, una artista de referencia de allá por los setenta que conocimos, entonces, por sus performances, vídeos y películas a la vez que por una fotografía heredera de la más bella radicalidad, una segunda generación de la escuela yugoslava en el exilio, la cual había sabido asimilar de forma peculiar toda clase de mestizaje.
Posiblemente sea una de las muestras definitorias del título genérico de este festival pese a su reducido formato y su convencional puesta en sala.
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