_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Liberales

A Michael Newdow no le parecía lógico que su hija tuviera que jurar 'bajo Dios' todas las mañanas su fidelidad a la bandera de los EE UU al iniciar sus clases en la escuela. Por ello recurrió a los tribunales de justicia y, finalmente, logró una sentencia favorable para sus aspiraciones. Sin embargo, la resolución de los jueces ha provocado un auténtico terremoto en su país despertando, aún más si cabe, el fervor patriótico de la gente, en un año plagado de exaltaciones chauvinistas. Los congresistas se han apresurado a renovar al unísono y 'bajo Dios' su fidelidad a la bandera, y a cantar a coro God bless America a modo de desagravio tras conocer la sentencia judicial; el presidente Bush ha dicho que la misma es una ridiculez; y el conjunto de las fuerzas vivas del país no han dudado en calificarla como una conspiración liberal, lo que en EE UU equivale más o menos a decir rojo o comunista.

Decididamente, corren malos tiempos para la libertad y para los liberales. Aquí y allá, en unas y otras partes del mundo resulta cada vez más difícil defender la libertad de conciencia, los derechos humanos, y la noción de ciudadanía. Parece como si de pronto la historia hubiera retrocedido varios siglos y nos enfrentáramos de nuevo con la amenaza de la hoguera por el simple hecho de disentir de lo establecido, por reclamar el derecho a no vibrar con los himnos patrióticos, a tener un Dios diferente o, simplemente, a no tenerlo. Malos tiempos para la libertad de pensamiento, para la independencia de criterio, para ser diferente sin perder por ello el derecho a ser persona. Malos tiempos para ser mujer adúltera en algunos países y, en otros, para ir al frontón si previamente se ha criticado a quienes tratan de imponer a la fuerza su idea de la patria. Retrocede el pensamiento ilustrado mientras avanza sin cesar la marea patriótico-religiosa. Nada ni nadie parece poder salvarse. Hasta los jugadores de fútbol turcos que no han querido participar en la oración han sido relegados a un segundo plano en el equipo mundialista, en tanto los brasileños han sido premiados por Dios por rezar todos juntos antes de saltar al campo. Todo un símbolo de los tiempos que corren.

¿Independencia de los jueces? Si nadie lo remedia pronto empezaremos a oír que tal pretensión no es sino una peligrosa proclama liberal, y no sólo en Nigeria o en los demás países en los que el Corán es la única ley posible. Ya lo ha dicho Bush con rotundidad al mofarse de la sentencia sobre el juramento. También lo dijo Aznar hace tres años, cuando exclamó que 'la opinión pública no entendería una sentencia absolutoria' hacia la Mesa Nacional de HB, y lo repitió hace tan sólo unos días con ocasión del llamado caso Otegi. En el nuevo credo que se va imponiendo en unos y otros lugares, la mayoría es la ley los jueces deben dictar sentencia en base a encuestas de opinión, y la minoría no tiene más opción que resignarse.

Claro que aún queda un resquicio para poder seguir proclamándose uno liberal: atacar la intromisión de los poderes públicos en los negocios privados y los intentos de reducir el margen de maniobra de las empresas. Uno puede convertirse en el paladín de la libertad -de mercado se entiende- mientras al mismo tiempo manipula la contabilidad de su empresa -elija usted Enron, Dynegy, Adelphia, WorldCom, o Xerox- y se embolsa unos cuantos millones, sin por ello renunciar a entonar patrióticos himnos o a exigir en nombre de Dios que todo el mundo jure fidelidad a la bandera. Uno puede proclamarse liberal siempre que se refiera a la libertad de las empresas, no a la de las personas.

En lo demás, en todo lo relativo a los derechos humanos, la libertad de pensamiento, o la posibilidad de no comulgar con la mayoría, los liberales están condenados a la hoguera. Tras siglos de aplastar a la gente en nombre de Dios o de la patria, la humanidad parece volver por donde siempre. Tal vez la ilustración y la modernidad sólo fueron un sueño.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_