Arena asturiana de color tostado

Los que dicen conocerla, pese a no haberla hollado, la escriben con ñ. Pero el caso es que la carencia de virgulilla no hace sino delatar que estamos en Asturias, sí, pero a poco más de un kilómetro de la costa gallega. En uno de los arenales, sin duda, más sobresalientes del occidente asturiano. Las hechuras de esta playa estupenda para el encuentro con la naturaleza son impropias en una fachada litoral tan acantilada. Entre las playas gallegas de Barreiros y Flexulfe (Navia), Penarronda es la referencia en lo tocante a apertura de miras. Los 600 metros de rompiente garantizan largos paseos sobre arena color tostado muy batida por el Cantábrico; de hecho, la reventazón de las olas avisa de su orientación hacia el norte. Además, la zona se beneficia no sólo del microclima diferencial que domina entre las rías del Eo y Navia, sino también de la ausencia de edificaciones.

La peña varada en la orilla imprime una especial fisonomía, fija la mirada y presta nombre al playazo. Redonda y horadada en su parte central, O Castelo, que tal es su nombre, supone una tentación para muchos; pero, ojo, el descenso tiene sus complejidades. Es de capital importancia, según los socorristas, no bañarse en sus inmediaciones, lo mismo que en la zona oriental del rompiente, reservada oficiosamente para los surfistas.

Por muchos bañistas que haya nunca se siente agobio; siempre quedan huecos. Falta arbolado a la vista y el arroyo de Dola separa los concejos de Castropol y Tapia de Casariego, cuyas capitales se encuentran equidistantes a esta playa. Penarronda está cargada de grandeza paisajística. Gana sustancialmente contemplada de perfil, más exactamente desde los promontorios que la flanquean: al atardecer, el más atractivo es el occidental, con las islas Pantorgas como telón de fondo, si bien el oriental tiene la ventaja de contar con la ermita de Santa Gadea.

La arquitectura de mar se complementa con el sistema de dunas, destrozado a conciencia, no obstante lo cual todavía perviven especies protegidas como el alhelí de mar, el narciso marino y una rara especie de cactus endémico; todo lo cual le ha valido a la playa para ser catalogada como monumento natural. El futuro del cámping aledaño es incierto, según se desprende del proyecto de parque playero de 27 hectáreas que minimizará el impacto turístico y que se extenderá entre las playas de Penarronda y Arnao, esta última en la entrada de la ría del Eo.