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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El autor confidente

Primera obra del portugués Helder Macedo (1935) publicada en España, Pedro y Paula es una novela que, a la vez que concita varios niveles de lectura, está estructurada como una especie de puzle cuya cronología, fracturada por la inserción del narrador, requiere igualmente de una activa participación del lector, aunque sólo sea para comprobar que las piezas no encajan bien. Cosa que no importa, pues el autor no se ha propuesto contar el desmembramiento de una familia en el periodo anterior y posterior a la revolución de los claveles, sino su propia perplejidad, y tal vez la legalidad de su discurso. Fascinado por sus personajes -en especial por Paula-, la intervención del autor, sin embargo, es muy pasiva, no pasa de ser el oyente que necesitan los personajes para que su historia no se pierda: 'A ciertas alturas los personajes comienzan a inventar a su autor, no menos personaje que ellos'. Así pues, aunque acaso este autor estaría tentado de ensayar un deus ex machina, la discreción, o quién sabe si la buena educación, le impide decir más de lo que debe. El autor, aquí, es un confidente de última hora, que concibe la novela como rumor que no puede ser confirmado, y que la considera un género que, para ser veraz, tiene que dejar algunas explicaciones en la sombra.

PEDRO Y PAULA

Helder Macedo Traducción de Mario Merlino Tusquets. Barcelona, 2002 231 páginas. 14 euros

Este procedimiento resulta vagamente desconcertante, debido a que Pedro y Paula es una novela de carácter político, y por tanto hay que suponer que quiere ser testimonio de una época histórica decisiva para Portugal. Helder Macedo, en cuanto autor inserto, establece desde el comienzo una variación de Casablanca, es decir, una reelaboración del mito de la generosidad y la lealtad, pero sus personajes son demasiado imprevisibles, están muy sometidos por la institución familiar -los padres de Pedro y Paula, ella loca y él suicida, no facilitan ese convenio-, y, por lo demás, que Pedro y Paula sean gemelos tampoco es una instancia narrativa que aproxima esta novela al espíritu de la película de Curtiz.

No obstante, aunque su pro

pósito choca con la deficiencia de su propio material, el paralelismo, que se mantiene hasta el capítulo final, parece forjar una lectura de mítica popular, donde el destino de los personajes -que no resulta ni dramático ni heroico, sino más bien surgido de los esquemas del psicoanálisis- se confunde con la mediocridad común, y con la renovación de las miserias familiares, que incluye el estallido del incesto entre hermanos, tal vez para que el secreto, o la verdad no revelada, mantenga una supuesta unidad de sentido en una narración con muchos planteamientos, pero ninguno revelador. Aspecto éste, el del incesto, que el autor ni siquiera como confidente pudo conocer, pero que extrañamente nos cuenta con notable precisión.

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