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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Pura devoción por el misterio

La aparición en 1969 de la novela de Ursula K. Le Guin La mano izquierda de la oscuridad -que obtuvo en 1970 los dos premios más prestigiosos del género, el Nebula y el Hugo- supuso para su autora la consagración como escritora de ciencia-ficción; después, el tiempo se ha ocupado de convertir esta obra en legendaria. Más tarde inició el ciclo de Terramar, un mundo ficticio de complicada elaboración histórica y geográfica, ciclo que dio por terminado en cuatro volúmenes. Y he aquí que, de pronto, aparecen estos Cuentos de Terramar, nuevas historias de esa tierra fantástica. ¿Quiere esto decir que la autora no da por cerrado el ciclo? Bueno será comentar el prefacio al volumen para contestar a ésta y otras interrogantes.

CUENTOS DE TERRAMAR

Ursula K. Le Guin Traducción de Franca Borsani Minotauro. Barcelona, 2002 384 páginas. 15,20 euros

La autora dice: 'Cuando se construye o se reconstruye un mundo que nunca existió, una historia enteramente ficticia, las investigaciones son de un orden un tanto diferente (a los de un relato del pasado histórico real, por ejemplo), pero el impulso y las técnicas básicas son bastante similares. Se observa lo que sucede y se trata de ver por qué sucede, se escucha lo que la gente de allí tiene que decir y se observa lo que hacen, se piensa seriamente en todo esto y se intenta contarlo honestamente, de modo que la historia tenga peso y sentido'. Esta explicación es bonita, pero contiene una falsedad: no hay ficciones enteramente ficticias sino apariencia de tales. En su línea, ella explica que cuando siete años después de cerrar el ciclo le piden otra historia que suceda en Terramar: 'Me bastó echarle una breve mirada al lugar para darme cuenta de que habían estado sucediendo cosas allí mientras y no estaba mirando. Ya era hora de regresar y descubrir qué estaba sucediendo ahora'. Hay una cierta sublimación manierista en esta afirmación dedicada a sus lectores devotos.

Ese mundo, Terramar, que sólo existe entera y verdaderamente en la cabeza de su autora, es concebido como una realidad otra. Sin embargo, una lectura atenta de sus novelas revela enseguida el origen de todas ellas en nuestra propia realidad, pasada o presente. En concreto, el ciclo de Terramar es un conjunto de relatos para lectores devotos en el cual todo son símbolos, tanto si representan personas como si se muestran en forma de cosas, objetos, elementos o fenómenos de la naturaleza. Los personajes no tienen reconocimiento psicológico sino que son modelos, como en la épica o en los cuentos populares, y contienen un valor o disvalor de carácter ejemplarizante. En realidad, esta clase de 'ficciones enteramente ficticias' son una 'selva de símbolos', por utilizar la expresión de Víctor Turner, y en la combinación y suma de ellos se encierra lo que el autor desee transmitir; pero todas se basan en referencias reales como los mitos, el poder masculino, el celibato sacerdotal o el recurso de la mujer disfrazada de hombre, por citar unos ejemplos.

Todos los modelos con los

que Le Guin teje sus historias son representaciones de la realidad en cualquier caso porque proceden del imaginario histórico y cultural de la humanidad. Cuando, por ejemplo, sus personajes necesitan conocer el nombre verdadero del adversario (es decir, no el que usan sino el que no revelan, el que contiene su identidad misma) para ganar el combate o la intriga en que están empeñados, estamos hablando del famoso relato céltico de 'La Batalla de los Árboles' que recoge Robert Graves en La Diosa Blanca; Graves señala que no es un combate físico de guerreros transformados en árboles, sino un combate intelectual donde las palabras son árboles; en Dragónvolador, uno de los cuentos del libro que comentamos, las hojas del bosque cambiante ('¿hasta dónde llega el bosque?: hasta donde llegue tu mente') son las que hablan a la muchacha. En fin: Ursula K. Le Guin es una contadora de historias que arma sus 'ficciones enteramente ficticias' sobre la realidad de los mitos... que son representaciones poéticas de la realidad. Cuando se limita a inventariar variantes escribe estupendos pasatiempos, como el ciclo de Terramar, pero sus historias están sobradas de intelectualismo y faltas de alma; cuando pone los símbolos al servicio de lo verdaderamente inquietante de un mundo antes que al de la construcción física, social, histórica y geográfica de ese mundo, escribe libros tan misteriosos como La mano izquierda de la oscuridad; y es que, como ella misma dice, 'nadie puede explicar un dragón'.

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