Lejos de los tópicos
Ruedas de bicicleta que al girar hacen sonar las cuerdas de una guitarra o agitan caxixís -pequeñas cestas de mimbre con semillas-. En la entrada de la exposición se encuentra este aparato mecánico-sonoro de Marco Antonio Guimarães, constructor de instrumentos como el trilobite, que puso en circulación con su grupo Uaktí. Una de sus composiciones se utilizó para las retransmisiones televisivas de la Vuelta a España de 1994.
De Brasil, Jesús de Polanco, presidente de la Fundación Santillana, dijo que es el gran desconocido. Y dio una de las claves: 'Son varios países juntos con características propias'. Para muchos, únicamente el origen de futbolistas cuyos nombres comienzan por 'r': Ronaldo, Rivaldo, Roberto Carlos... Imagen distorsionada. Una y otra vez. Resonancias de Brasil, un magnífico proyecto didáctico, sintetiza su historia y su cultura, utilizando la música como hilo conductor y banda sonora de seis conceptos: fe, hambre, libertad, celebración, ocio y sueño.
RESONANCIAS DE BRASIL
Fundación Santillana Torre de Don Borja Santillana del Mar Hasta el 20 de septiembre
Un pasillo iluminado por velas. Esas que los brasileños depositan en las iglesias, testimonio de su fe, pero también junto al tronco de los árboles para los dioses que llegaron de África. Sincretismo. Las religiones de Brasil, a través de música sacra y popular: la de los católicos se manifiesta en motetos; las creencias animistas de los indígenas, en cantos grabados por el grupo Anima, y la de los descencientes de esclavos, en el Ogum de Carlinhos Brown.
Brasil, país del futuro, surge con Brasilia, la ciudad comenzada a construir en los cincuenta. La música de Gismonti acompaña fotografías que hizo Marcel Gautherot de la catedral y otros edificios, y de los jardines diseñados por Burle Marx en Río. Visibles, en trazos negros sobre paneles de vidrio, los esbozos de Lucio Costa y Oscar Niemeyer para la nueva capital del nuevo país. Promesas de felicidad. Saudade de futuro. Tiempo de apertura política y esperanza en el progreso, en que Brasil se afirmaba con la bossa nova de Jobim y João Gilberto, las novelas de Guimarães Rosa y Clarice Lispector, el cine de Glauber Rocha y Nelson Pereira dos Santos, las artes plásticas de Lygia Clark y Helio Oiticica...
En Celebración radica la propuesta artística de mayor impacto. Quien espere encontrar típicas (y tópicas) visiones del carnaval carioca anda muy engañado. Con Arthur Omar se asiste a una fiesta espectral, el carnaval como estado alterado de la sociedad, que abre tus propias zonas oscuras. Antropologia da face gloriosa es una instalación de proyecciones en color, concebida a partir de retratos en blanco y negro hechos entre 1972 y 2002 -50 fotografías transformadas en 1.200-. Doce minutos que este artista, autor de la portada del especial de Tentaciones dedicado a Brasil en junio de 2000, califica de 'intensificación energética'. Seis pantallas, envolviendo al espectador, escupen en una coreografía inquietante los rostros que van alterándose por intervención de los colores y se deforman por el estiramiento de las imágenes. Suena música angustiosa, agobiante, industrial.
Hamacas de colores (verde,
blanca, azul...) tendidas para el placer de descansar. Son siete como las potencias del candomblé. Hamacas -'redes' las llaman allí- que evocan novelas de Jorge Amado y canciones de Dorival Caymmi. Historias de pescadores y del mar que cantan Gilberto Gil o el propio Caymmi. La Bahía de la pereza y la sensualidad tranquila se visualiza en las fotos en blanco y negro de Pierre Verger, un francés que llegó allí en los años cuarenta y quedó atrapado por la magia de sus gentes. Una pantalla sobre una montaña de sal -allí donde nada crece- emite un documental que demuestra el ingenio musical de los brasileños. Platos, cucharas... se unen a cajas de cerillas en una sinfonía popular. La de la miseria de sequías, latifundios y esclavismo, que ha llevado a grandes migraciones internas en un país de enorme riqueza y desigualdades intolerables. El año 1964 marcó el inicio de un largo periodo de sombras. Dieciséis cerraduras gigantescas con sus llaves, obra de Nelson Leirner, se sitúa entre archivadores grises que bien podrían ser el decorado de las dependencias policiales de alguna dictadura. Al abrirse los cajones no aparecen fichas antropométricas de los detenidos, pero sí escenas de la represión. La banda sonora de esos años negros está compuesta por canciones como Acorda amor, que Chico Buarque firmó con seudónimo hasta que le descubrió la censura.
Hay además una cronología desde el descubrimiento de esa tierra que el Tratado de Tordesillas entregó al reino de Portugal. Los hombres de Cabral desembarcaron en el litoral de Bahía, en 1500, preocupados en encontrar oro y plata, y salvar almas. Pero Vaz de Caminha le escribió una carta al rey don Manuel: 'Aguas hay muchas, infinitas, y de tal forma es graciosa esta tierra que, queriéndola aprovechar, se da en ella de todo'.
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