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Reportaje:AMÉRICA LATINA

Un riesgo real de contagio

La rebaja de la calificación a Brasil hunde la moneda y acelera el desfondamiento de la Bolsa

Lo que el Gobierno brasileño más temía -y los especuladores e inversores más esperaban- ocurrió: una semana después del anuncio del paquete de medidas dictadas por el equipo económico para poner fin al nerviosismo que se desató sobre los mercados financieros, el clima de tensión alcanzó, los pasados jueves y viernes, su punto máximo. 'Si el mercado está nervioso, hay que darle un calmante', dictaminó el presidente Fernando Henrique Cardoso hace 10 días. Pero, desgraciadamente, el calmante no ha surtido ningún efecto práctico a lo largo de las dos últimas sesiones bursátiles.

Moody's y Fitch han elevado el riesgo de Brasil por encima de 1.280 puntos, situando al país en el penúltimo puesto mundial

La moneda norteamericana cerró a 2,77 reales el jueves pasado, en un día de alza que representó el 2,3% sobre la jornada anterior. El Banco Central de Brasil intentó controlar el mercado vendiendo 100 millones de dólares en menos de una hora. El único efecto concreto de la medida ha sido recortar aún más las reservas brasileñas de divisas. Pero ahí no terminan las malas noticias.

La posición de Brasil por las agencias clasificadoras de riesgo llegó a más de 1.280 puntos, superando a Nigeria y situando al país suramericano en el segundo puesto entre los menos fiables para los inversores, por delante solamente de Argentina. Los papeles de la deuda externa brasileña cayeron un 10,72%. La Bolsa de São Paulo bajó un 5,08%, y cundió el pánico. Las reacciones oficiales se limitan a quejas amargas.

Desplome bursátil

El viernes, mientras el país todavía celebraba la difícil victoria sobre Inglaterra en el Mundial de Japón y Corea, los mercados abrieron sin darle el más mínimo espacio a la euforia callejera. A la una de la tarde, hora local, el dólar alcanzaba 2,83 reales. En una jornada de poquísimos negocios y muchísima cautela (se movieron menos de setenta millones de euros, frente a un promedio diario de por lo menos el triple), la Bolsa sumaba una nueva baja -4,13% -, los títulos de la deuda externa llegaban a los niveles más bajos desde el impacto de la devaluación de enero de 1999, y ningún analista financiero se sentía en condiciones de trazar cualquier proyección más allá de que 'la crisis será grave'. Siguiendo el mismo movimiento frente al dólar, el real también se desplomó frente al euro. Utilizando el lenguaje de los veteranos jugadores de billar, los analistas empezaban a comentar que Brasil es 'la pelota de la vez', o sea, el próximo país a entrar en el torbellino del descrédito.

Los motivos expuestos por Moody's y por Fitch, las dos agencias que el jueves se encargaron de hundir la clasificación de riesgo de Brasil, son confusos.

La primera llega a decir que 'reconocemos el argumento de que el mercado exagera en los riesgos asociados a las elecciones, pero los efectos reales del pesimismo pueden llevar a una verdadera alza de los riesgos en este y en los próximos gobiernos'. Fitch trata de ser un poco más clara: 'Con 7.900 millones de servicios de la deuda en 2002 y 12.800 millones en 2003, sin mencionar los intereses, si el acceso a los mercados permanece restringido por mucho tiempo, las autoridades serán obligadas a pedir nuevos préstamos'.

Economistas, analistas y consultores independientes insisten: hay un fuerte componente especulativo en la crisis, a empezar por la exageración de las agencias. Pero, al mismo tiempo, admiten que los indicadores no son tan positivos como le gustaría al Gobierno. El miércoles, un día antes de la subida exponencial del dólar, el Gobierno había optado por mantener la tasa básica de interés anual en un 18,5%, la segunda más elevada del mundo, lo que fue recibido en el mercado como una ducha de agua helada. Las críticas a la 'insensibilidad' de los integrantes del Consejo de Política Monetaria cayeron en cascada. Se esperaba una baja cualquiera, unos 0,25 puntos, cuya función sería precisamente calmar al mercado. No vino, y mientras tanto, los especuladores optaron por comprar dólares, sacar el dinero del país y pedir tasas aún más elevadas para invertir en el mercado de futuros de interés.

El equipo económico del Gobierno trata de mostrar su disconformidad con los análisis de las agencias y bancos, y, al mismo tiempo, intenta aparentar cierta serenidad. Pero en los pasillos de Brasilia lo que existe es una fuerte indignación. Lo que se decía en los despachos era que las agencias están manipulando claramente al mercado, para que algunos bancos y fondos de inversión saquen provecho de la situación. Las perspectivas electorales no serían motivo suficiente para todo el alboroto que puso al mercado brasileño al borde de un ataque de nervios. Según esos comentarios, el mercado estaría prisionero de un círculo vicioso. Empeora porque está peor, y porque está peor va a empeorar aún más.

Sombrías perspectivas

Sea como sea, lo cierto es que las perspectivas son bastante sombrías. El mismo jueves en que el dólar se lanzó al espacio y los papeles brasileños bajaron a los sótanos, una nueva encuesta electoral divulgada a media jornada bursátil confirmaba lo que todos sabían. Es decir, el candidato de las izquierdas, Luis Inacio Lula da Silva, del Partido de los Trabajadores, seguía con una tranquila ventaja sobre el candidato oficialista, José Serra (un 38% contra un 19% en las tendencias del electorado). Lula no cae, Serra no sube. En cuanto a los otros dos candidatos, el centro-izquierdista y ex ministro de Hacienda, Ciro Gomes, y el populista evangélico Anthony Garotinho, tampoco logran impedir lo que ya se configura como una clara bipolarización de los dos más fuertes. Con eso, lo que se configura es una disputa concentrada entre Lula y Serra, con los índices consolidando el franco favoritismo del primero.

Por más que los mismos institutos de encuestas de opinión pública insistan en afirmar que se trata de un reflejo del momento actual -la verdadera campaña empieza con el horario político gratuito en la televisión, en agosto-, los inversores prefieren mantenerse a distancia de cualquier riesgo. Además, todas las proyecciones indican que el próximo presidente, sea quien sea, tendrá que renegociar, y mucho, ya en el primer semestre del año que viene.

El Gobierno insistía el viernes en decir que no hay razón para tanto nerviosismo. Pero nadie parece dispuesto a prestarle oídos. El calmante ha sido flojo, y el rebrote de la tensión promete acompañar el ritmo del Mundial. A cada jornada, un susto, un pánico. Inglaterra cayó en el fútbol, pero Brasil -según la Moody's- cayó ante Nigeria.

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