Pacto en entredicho
La reunión en Madrid del Ecofin, en vísperas de Sevilla, ha salvado la negativa francesa a cumplir el Plan de Estabilidad, al aceptar finalmente Francia que sus cuentas públicas estén equilibradas o 'próximas al equilibrio' para 2004. El acuerdo de los ministros de Economía y Finanzas es abierto. Supedita el cumplimiento del pacto a unas tasas de crecimiento económico del 3% anual en el caso francés, lo que, sin duda, 'abre algunas incertidumbres', según el comisario Pedro Solbes, por no decir un boquete en el Pacto de Estabilidad. Está por ver si la Comisión amonesta a Francia, como estuvo a punto de hacerlo con Alemania a principios de año.
Una vez más ha sido Francia, tras unas elecciones, la que ha cuestionado este pacto. En 1997 lo hizo el Gobierno recién estrenado del socialista Lionel Jospin, que exigió que el pacto se llamara de Estabilidad y Empleo. Francia, sin embargo, no está sola en esta reclamación para que se interprete de forma flexible y de acuerdo con la coyuntura económica el Pacto de Estabilidad. En parecida posición se han situado Alemania, Portugal, Italia y, desde fuera de la Unión Monetaria, el Reino Unido, en contra de la insistencia de la presidencia española de cumplir para el año 2004 el objetivo del déficit cero en las cuentas públicas.
La definitiva relajación de ese objetivo, o su retraso hasta 2007 como propone el nuevo Gobierno francés, daría al traste con lo que hoy es la referencia más vinculante en la pretendida coordinación de las políticas económicas de los miembros de la Unión. La fórmula por la que se ha optado, condicionando ese cumplimiento a una tasa de crecimiento económico significativa, equivale a retrasarlo. Compatibilizar el necesario saneamiento de las finanzas públicas con el aumento en el bienestar de la población exige algo más que el mero enunciado de un objetivo sobre el saldo presupuestario a fecha fija.
El estricto Pacto de Estabilidad original no contó con la intensa desaceleración de economías como la alemana ni con las pretensiones reductoras de impuestos directos de la mayoría de los Gobiernos. La promesa de Chirac de rebajar los impuestos y aumentar algunas partidas de gasto, junto con el supuesto agujero en las cuentas públicas descubierto por la nueva Administración, han llevado a esta componenda. En otros casos, como el de España, la aparente satisfacción de la exigencia del déficit cero está sacrificando la capitalización productiva y tecnológica de la economía, así como la inversión en conocimiento, áreas en las que los indicadores españoles están entre los niveles más bajos de Europa.
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