Siete cuentos de perdedores
De la generación de novelistas británicos que ahora rondan la cuarentena, Tibor Fischer (Reino Unido, 1959) es, junto con Nick Hornby, el autor que de una manera más decidida incorpora la comicidad en su obra. Asimismo es, junto con Hornby, el que probablemente alcanza mejores logros en ese empeño. A diferencia de Hornby, que opta en sus novelas por una comedia que, aunque disparatada en su trama, acaba por encontrar un orden dentro del absurdo, subvirtiendo aspectos convencionales de la realidad para ponerla en cuestión pero sin alejarse del todo de ella y buscando, incluso, finales levemente moralizantes, el humor que practica Fischer parte igualmente del disparate pero crece en él sin atender a otra cosa que no sea criticar la realidad por medio de un delirio sin fin. Por eso, mientras el humor de Hornby es un humor fino e irónico, el de Fischer es negro y grotesco. Así ha sido en sus tres novelas, Bajo el culo del sapo, Filosofía a mano armada y El coleccionista de coleccionistas, y también en este libro de relatos titulado, por si cupiera alguna duda sobre sus intenciones, No apto para estúpidos.
NO APTO PARA ESTÚPIDOS
Tibor Fischer Traducción de Daniel Aguirre Oteiza Tusquets. Barcelona, 2002 281 páginas. 15 euros
Al margen de cuáles sean sus trucos de oficio para perseguir los fines que guían su poética, la escritura de Fischer parece modulada sin excesiva planificación, impulsada por las ocurrencias que le surgen en el camino, dejando que el disparate fluya sin cortapisas y sin atender siquiera a exigencias estructurales. Tal proceder es posible en un género tan abierto como la novela, pero no en el cuento. La muestra son los siete relatos sobre perdedores reunidos en este volumen, que resultan tanto más convincentes cuanto mayor es su número de páginas, y que, salvo por el primero y el último, más próximos por su extensión a la nouvelle, resultan decepcionantes. El universo es el mismo de sus novelas, y también lo es la intención, pero Fischer no consigue levantar un armazón convincente y se quedan en miniaturas o en meras tentativas. Por fortuna las dos piezas largas mencionadas (sobre todo la primera) muestran destellos del mejor Fischer y consiguen que la lectura del volumen no resulte baldía.
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